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Evangelio del día: Mt 15,21-28

Evangelio del día: Mt 15,21-28

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Is 56,1.6-7

Así dice el Señor:

«Guardad el derecho, practicad la justicia,

que mi salvación está para llegar,

y se va a revelar mi victoria.

A los extranjeros que se han dado al Señor,

para servirlo,

para amar el nombre del Señor

y ser sus servidores,

que guardan el sábado sin profanarlo

y perseveran en mi alianza,

los traeré a mi monte santo,

los alegraré en mi casa de oración,

aceptaré sobre mi altar

sus holocaustos y sacrificios;

porque mi casa es casa de oración,

y así la llamarán todos los pueblos.»

Sal 66,2-3.5.6.8

Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

El Señor tenga piedad nos bendiga,

ilumine su rostro sobre nosotros;

conozca la tierra tus caminos,

todos los pueblos tu salvación.

Que canten de alegría las naciones,

porque riges el mundo con justicia,

riges los pueblos con rectitud

y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben.

Que Dios nos bendiga; que le teman

hasta los confines del orbe.

Rm 11,13-15.29-32

Hermanos:

Os digo a vosotros, los gentiles:

Mientras sea vuestro apóstol, haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación en los de mi raza y salvo a alguno de ellos.

Si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su reinte­gración sino un volver de la muerte a la vida?

Pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables.

Vosotros, en otro tiempo, erais rebeldes a Dios; pero ahora, al re­belarse ellos, habéis obtenido misericordia.

Así también ellos, que ahora son rebeldes, con ocasión de la mise­ricordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia.

Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericor­dia de todos.

Mt 15,21-28

En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón.

Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:

-Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.

El no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:

-Atiéndela, que viene detrás gritando.

El les contestó:

-Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.

Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas:

-Señor, socórreme.

El le contestó:

-No está bien echar a los perros el pan de los hijos.

Pero ella repuso:

-Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.

Jesús le respondió:

-Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.

En aquel momento quedó curada su hija.

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