Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

En la dificultad o persecución, sucumben

ReL

2S 7,4-17

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor:
-Ve y dile a mi siervo David: Así dice el Señor: «¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella?
Desde el día en que saqué a los israelitas de Egipto hasta hoy, no he habitado en una casa, sino que he viajado de acá para allá con los israelitas; ¿encargué acaso a algún juez de Israel, a los que mandé pastorear a mi pueblo Israel, que me construyese una casa de cedro?»
Pues bien, di esto a mi siervo David:
-Así dice el Señor de los Ejércitos: «Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel.
Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra.
Daré un puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que animales lo aflijan como antes, desde el día que nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel.
Te pondré en paz con todos tus enemigos, te haré grande y te daré una dinastía.
Cuando hayas llegado al término de tu vida y descanses con tus padres, estableceré después de ti a un descendiente tuyo, un hijo de tus entrañas, y consolidaré su reino.
El edificará un templo en mi honor y yo consolidaré su trono real para siempre.
Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo; si se tuerce, lo corregiré con varas y golpes, como suelen los hombres, pero no le retiraré mi lealtad, como se la retiré a Saúl, al que aparté de mi presencia.
Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre».
Natán comunicó a David toda la visión y todas estas palabras.

Sal 88,4-5.27-28.29-30

Le mantendré eternamente mi favor.

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David mi siervo:
Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.

El me invocará: Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora;
y yo lo nombraré mi primogénito,
excelso entre los reyes de la tierra.

Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable;
le daré una posteridad perpetua
y un trono duradero como el cielo.

Mc 4,1-20

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla.

Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar:
-«Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron.

Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó.

Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano.

El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»

Y añadió:
-«El que tenga oídos para oír, que oiga.»

Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo:
-«A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que "por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen. "»

Y añadió:
-«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás?

El sembrador siembra la palabra.

Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.

Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben.

Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril.

Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»

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