Id también vosotros a mi viña
Jc 9,6-15
En aquellos días, los de Siquén y todos los de El Terraplén se reunieron para proclamar rey a Abimelec, junto a la encina de Siquén.
En cuanto se enteró Yotán fue y, en pie sobre la cumbre del monte Garizín, les dijo a voz en grito:
-¡Oídme, vecinos de Siquén, así Dios os escuche!
Una vez fueron los árboles a elegirse rey,
y dijeron al olivo: «¡Sé nuestro rey!»
Pero dijo el olivo:
«¿Y voy a dejar mi aceite,
con el que engordan dioses y hombres,
para ir a mecerme sobre los árboles?»
Entonces dijeron a la higuera:
«¡Ven a ser nuestro rey!»
Pero dijo la higuera:
«¿Y voy a dejar mi dulce fruto sabroso,
para ir a mecerme sobre los árboles?»
Entonces dijeron a la vid:
«¡Ven a ser nuestro rey!»
Pero dijo la vid:
«¿Y voy a dejar mi mosto,
que alegra a dioses y hombres,
para ir a mecerme sobre los árboles?»
Entonces dijeron todos a la zarza:
«¡Ven a ser nuestro rey!»
Y les dijo la zarza:
«Si de veras queréis ungirme rey vuestro,
venid a cobijaros bajo mi sombra;
y si no, salga fuego de la zarza
y devore a los cedros del Líbano.»
Sal 20,2-3.4-5.6-7
Señor, el rey se alegra por tu fuerza
¡Señor, el rey se alegra por su fuerza,
y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.
Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.
Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia.
Mt 20,1-16a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.
Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
-Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido.
Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo.
Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:
-¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?
Le respondieron:
-Nadie nos ha contratado.
El les dijo:
-Id también vosotros a mi viña.
Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz:
-Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:
-Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.
El replicó a uno de ellos:
-Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?
Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.