Lunes, 23 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Todos vosotros sois hermanos

ReL

Ez 43,1-7a

En aquellos días
el ángel me condujo a la puerta oriental:
Vi la Gloria del Dios de Israel
que venía de Oriente,
con estruendo de aguas caudalosas:
la tierra reflejó su Gloria.
La visión que tuve era como la visión que había contemplado cuando vino a destruir la ciudad, como la visión que había contemplado a orillas del río Quebar.
Y caí rostro en tierra.
La Gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental.
Entonces me arrebató el espíritu
y me llevó al atrio interior.
La Gloria del Señor llenaba el templo.
Entonces oí a uno que me hablaba desde el templo
-el hombre seguía a mi lado-,
y me decía:
-Hijo de Adán, éste es el sitio de mi trono,
el sitio de las plantas de mis pies,
donde voy a residir para siempre
en medio de los hijos de Israel.

Sal 84,9ab-10.11-12.13-14

La gloria del Señor habitará en nuestra tierra.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

Mt 23,1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo:
-En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.

Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente:
alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto;
les gustan los primeros puestos en los banquetes
y los asientos de honor en las sinagogas;
que les hagan reverencias por la calle
y que la gente los llame «maestro».

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.

Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.

No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor, Cristo.

El primero entre vosotros será vuestro servidor.

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

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