La barca desaparecía entre las ola
Am 3,1-6; 4,11-12
Escuchad esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel, a todas las familias que saqué de Egipto.
A vosotros solos os escogí,
entre todas las familias de la tierra;
por eso os tomaré cuentas por vuestros pecados.
¿Caminan juntos dos que no se conocen?
¿Ruge el león en la espesura
sin tener presa?
¿Alza su voz el cachorro en la guarida
sin haber cazado?
¿Cae el pájaro por tierra
si no hay una trampa?
¿Se alza del suelo el lazo
sin haber hecho presa?
¿Suena la trompeta en la ciudad
sin que el pueblo se alarme?
¿Sucede en la ciudad una desgracia
que no la mande el Señor?
Que no hará cosa el Señor sin revelar su plan
a sus siervos los profetas.
Ruge el león, ¿quién no teme?
Habla el Señor, ¿quién no profetiza?
Os envié una catástrofe
como la de Sodoma y Gomorra,
y fuisteis como tizón salvado del incendio,
pero no os convertisteis a mí
–oráculo del Señor–.
Por eso así te voy a tratar, Israel,
y porque así te voy a tratar,
prepárate a encararte con tu Dios.
Sal 5,5-6.7.8
Señor, guíame con tu justicia.
Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia.
Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor.
Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia.
Mt 8,23-27
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
De pronto se levantó un temporal tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole:
-¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!
El les dijo:
-¡Cobardes! ¡Qué poca fe!
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados:
-¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!