Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

El rey se puso muy triste

ReL

Si 47,2-13

Como la grasa es lo mejor del sacrificio,
así David es el mejor de Israel.
Jugaba con leones como con cabritos,
y con osos como con corderillos;
siendo un muchacho mató a un gigante,
removiendo la afrenta del pueblo,
cuando su mano hizo girar la honda,
y derribó el orgullo de Goliat.
Invocó al Dios Altísimo,
quien hizo fuerte su diestra
para eliminar al hombre aguerrido
y restaurar el honor de su pueblo.
Por eso le cantaban las mozas,
alabándole por sus diez mil.
Ya coronado, peleó
y derrotó a sus enemigos vecinos,
derrotó a los filisteos hostiles,
quebrantando su poder hasta hoy.
De todas sus empresas daba gracias,
alabando la gloria del Dios Altísimo,
de todo corazón amó a su Creador,
entonando salmos cada día;
trajo instrumentos para servicio del altar
y compuso música de acompañamiento;
celebró solemnemente fiestas
y ordenó el ciclo de las solemnidades;
cuando alababa el nombre santo,
de madrugada, resonaba el rito.
El Señor perdonó su delito
y exaltó su poder para siempre;
le confirió el poder real
y le dio un trono en Jerusalén.

Sal 17,31.47.50. 51

Bendito sea mi Dios y Salvador.

Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor,
él es escudo para los que a él se acogen.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
Te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre.

Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.


Mc 6,14-29

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían:
-«Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes actúan en él.»
Otros decían:
-«Es Elías.»
Otros:
-«Es un profeta como los antiguos.»
Herodes, al oírlo, decia:
-«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.»

Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.

La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
-«Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»

Y le juró:
-«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»

Ella salió a preguntarle a su madre:
-«¿Qué le pido?»

La madre le contestó:
-«La cabeza de Juan, el Bautista.»

Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
-«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»

El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

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