Bien merece el obrero su sustento
Os 11,1-4.8-9
Esto dice el Señor:
-Cuando Israel era joven, le amé,
desde Egipto llamé a mi hijo.
Cuando le llamaba, él se alejaba,
sacrificaba a los Baales,
ofrecía incienso a los ídolos.
Yo enseñé a andar a Efraín,
le alzaba en brazos,
y él no comprendía que yo le curaba.
Con ataduras humanas,
con lazos de amor le atraía;
era para ellos como el que levanta
el yugo de la cerviz,
me inclinaba y le daba de comer.
Se me revuelve el corazón,
se me conmueven las entrañas.
No cederé al ardor de mi cólera,
no volveré a destruir a Efraín;
que soy Dios y no hombre,
santo en medio de ti,
y no enemigo a la puerta.
Sal 79,2ac.3b.15-16
Que brille tu rostro, Señor, y nos salve.
Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece,
despierta tu poder y ven a salvarnos.
Dios de los Ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate;
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa.
Mt 10,7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles:
-Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca: Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios.
Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.
No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento.
Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.
Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies.
Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra; que a aquel pueblo.