Trump le da la vuelta en dos años y muestra la trascendencia de su victoria de 2016
Kavanaugh ya es juez del Tribunal Supremo, que tiene por primera vez una sólida mayoría provida
"Un conservador comprometido que probablemente incline el Tribunal Supremo a la derecha durante décadas": así resumía The New York Times el disgusto del establishment cultural y mediático ante la confirmación por el Senado de Brett Kavanaugh como juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos. La campaña en contra había comenzado nada más conocerse su nombre a principios de julio: "La nominación del juez Brett Kavanaugh amenazará la vida de millones de estadounidenses durante las próximas décadas", proclamaba el gobernador demócrata de Virginia, Terry McAuliffe.
Superando ese estado de espíritu creado durante tres meses, los dos senadores indecisos, la republicana Susan Collins y el demócrata Joe Manchin III, anunciaron pocas horas antes su voto informativo al candidato propuesto por Donald Trump para completar los nueve miembros que forman el organismo superior de la Justicia en Estados Unidos. Y este sábado por la tarde, por 50 votos contra 48, el Senado corroboró la designación de un juez prestigioso y experto contra quien, superada la investigación en los aspectos profesionales, se lanzó, con un cuestionado testimonio como única prueba, una durísima campaña de denigración personal.
Momento en el que Mike Pence, presidente del Senado en cuanto vicepresidente de Estados Unidos, anuncia el resultado de la votación.
La psicóloga Christine Blasey Ford le acusó de un intento de violación en una fiesta en 1982 sobre la que no pudo precisar ni la fecha exacta ni cuándo llegó a ella ni cómo se fue de ella. Ella citó cuatro personas presentes en la fiesta. Ninguna de ellas (incluida una vieja amiga suya) recuerda haber estado allí.
Rachel Mitchell, una fiscal especializada en abusos sexuales, fue comisionada por los republicanos para hacerle algunas preguntas tras su testimonio.
Mitchell puso en evidencia la inconsistencia de las afirmaciones de Ford sobre la distancia entre el lugar del evento y su domicilio (minutos 18:20-19:11). También le preguntó si alguna vez había mencionado el nombre de Brett Kavanaugh al relatar el trauma sufrido en su adolescencia tanto a los terapeutas que la han atendido como a su propio marido. Ford confesó que no (minutos 25:22-25:50). Mitchell también le hizo admitir que viaja habitualmente en avión tanto por razones profesionales como personales y por vacaciones, a pesar de que había alegado su temor a volar para dilatar su comparecencia ante el Senado (minuto 25:50-27:45), lo que favoreció la estrategia demócrata de aplastar mediáticamente el honor de Kavanaugh durante diez días antes de que pudiera defenderse ante el comité.
Tras las comparecencias, el FBI cursó una nueva investigación sobre los hechos interrogando de nuevo a los testigos citados por Ford, que corroboraron su total desconocimiento de la fiesta, de Kavanaugh y del hecho supuestamente acaecido en ella. Fue lo que terminó de inclinar hacia el sí los votos más renuentes al candidato.
En un artículo publicado en The Wall Street Journal el 4 de octubre, pasado el terremoto de las audiencias y a pocas fechas de su confirmación, Kavanaugh se reivindicaba: "Soy un juez independiente e imparcial".
Pincha aquí para un resumen amplio de las palabras de Kavanaugh.
Con tono de arrepentimiento, explicó que el tono de su intervención en respuesta a las acusaciones de Ford, apasionado y emocional, se debió a la gravedad de las acusaciones, "sin pruebas", de una "conducta espantosa" completamente contraria a su historial y a su carácter, y a la "injusticia con la que se ha manejado esta acusación": "Espero que todos puedan entender que estaba ahí como hijo, como marido y como padre. Testifiqué con cinco personas sobre todo en mi mente: mi madre, mi padre, mi esposa y por encima de todo mis hijas". Tanto su mujer, Ashley, como sus dos niñas han sido insultadas y amenazadas. Incluso una de las pequeñas, Liza, que quiso rezar con su madre por la mujer que acusaba a su padre, fue objeto de caricaturas.
Brett Kavanaugh contó durante su defensa de las acusaciones de Ford que su hija Liza había pedido a su madre, durante sus oraciones antes de acostarse, rezar por la mujer que acusa a su padre. Un dibujante ridiculizó la escena con una oración de la pequeña insultando a su padre: "Querido Dios, perdona a mi irritable, mentiroso y alcohólico padre por atacar sexualmente a la doctora Ford".
Una sólida mayoría
Una vez elegido Kavanaugh de forma vitalicia, la composición del Tribunal Supremo es la siguiente, por orden de antigüedad, con edad y presidente que lo nombra:
-Clarence Thomas, 70 años, 1991 (George Bush padre).
-Ruth Bader, 85 años, 1993 (Bill Clinton).
-Stephen Breyer, 80 años, 1994 (Bill Clinton).
-John Roberts, 63 años, 2005 (George Bush hijo).
-Samuel Alito, 68 años, 2006 (George Bush hijo).
-Sonia Sotomayor, 64 años, 2009 (Barack Obama).
-Elena Kagan, 58 años, 2010 (Barack Obama).
-Neil Gorsuch, 51 años, 2017 (Donald Trump).
-Brett Kavanaugh, 53 años, 2018 (Donald Trump).
El reparto de jueces según afiliación política del presidente que los nombra (5 republicanos y 4 demócratas) es el mismo que había en 2016, a la muerte del católico Antonin Scalia. Pero con una sustancial diferencia: Neil Gorsuch sustituyó a Scalia, dos jueces con similar perspectiva jurídica sobre la Constitución, la denominada "originalista", esto es, fiel a la intención de sus redactores y poco partidaria de forzar las interpretaciones constitucionales conforme al criterio de la opinión pública del momento dirigida por los grupos de presión. Pero Kavanaugh, claramente también en esta línea, sustituye a Anthony Kennedy, quien ha renunciado por edad, un juez católico y designado por Ronald Reagan, pero cuyo voto se alineó reiteradas veces en asuntos capitales con las decisiones de los jueces de tendencia progresista. Así, él mismo fue el ponente de la sentencia que declaró constitucional la consideración como matrimonio de las uniones entre personas del mismo sexo.
El Tribunal Supremo que surge de la designación de Kavanaugh es ahora mayoritariamente provida y defensor de la libertad religiosa, amenazada en la objeción de conciencia a las imposiciones de la ideología de género. De ahí que la industria del aborto, el Partido Demócrata y los medios del establishment se volcasen en la campaña contra él advirtiendo de que su designación podría suponer la reversión de la sentencia Roe vs Wade de 1973 que legalizó el aborto en todo el país incluso hasta el día antes del parto.
En su defensa del voto afirmativo a Kavanaugh, la senadora Susan Collins, republicana proabortista, alega sin embargo que no hay riesgo de esa reversión, porque Kavanaugh ha explicado que no es suficiente fundamento para ella el cambio de mayoría en el tribunal, y que la existencia de un precedente como Roe vs Wade tiene un valor para sentar doctrina. Pero lo cierto es que las demandas de protección al no nacido que plantean desde hace años los estados que legislan provida tienen fundamentos diferentes que el que alegaron los jueces en 1973 (el derecho de la madre a su intimidad), por lo que podría llegar al Tribunal Supremo un caso de legalidad del aborto para el que Roe vs Wade no fuese un precedente jurídico de relevancia absoluta.
Por qué Hillary "tenía que ganar" a toda costa
Con los nombramientos de Gorsuch y Kavanaugh queda de manifiesto la importancia de la elección presidencial de 2016, en la que estaba en juego mucho más que los dos hipotéticos mandatos en la Casa Blanca de Trump o de Hillary Clinton. Por el carácter vitalicio de su nombramiento, la designación de un juez del Tribunal Supremo tiene una trascendencia de décadas sobre la orientación legislativa y judicial del país. Por eso los republicanos utilizaron su mayoría en el Senado para bloquear a mediados de 2016 la designación por Obama de un sustituto de Scalia, confiando en la victoria republicana que llegó en noviembre.
Además, dos jueces etiquetados como progresistas, Ruth Bader (85 años) y Stephen Breyer (80 años), podrían dejar el cargo por razón de edad durante el actual mandato de Trump o tras su hipotética reelección, lo cual inclinaría aún más la balanza en favor de la línea etiquetada como conservadora. Es otro argumento que hace decisivas las elecciones de noviembre de este año, las denominadas midterm election, o elecciones de mitad de mandato, que renuevan la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.
Si Bader o Breyer (u otros jueces del Supremo) falleciesen o cesasen en sus funciones entre 2018 y 2020, la mayoría en el Senado sería fundamental para determinar el carácter de su sustituto: netamente conservador si hay mayoría republicana, o consensuado entre los dos partidos si hay mayoría demócrata. Algo que no cambiaría si, de una forma u otra, los adversarios de Trump lograsen su impeachment y eventual destitución, que pretenden sin disimulo. (Aparentemente fracasada la vía de la colusión con Rusia, The New York Times lanzó esta semana acusaciones de fraude fiscal.) El vicepresidente Mike Pence propondría con toda probabilidad candidatos en la línea de Gorsuch o Kavanaugh.
Fuente: RealClearPolitics.
Las actuales proyecciones para las elecciones de noviembre apuntan a un resultado muy ajustado, que será muy dependiente de la propia evolución de la presidencia de Trump. En este sentido, la firma del tratado de libre comercio con México y Canadá el pasado lunes, o la histórica cifra del 3,7% de paro conocida esta semana (la más baja desde 1969), son elementos que pueden contribuir a consolidar al actual inquilino de la Casa Blanca.
Una victoria para casi medio siglo
La confirmación de Kavanaugh es una "gran victoria" de Trump, admite The New York Times. Todo ha valido contra él, pero Brett Kavanaugh, católico, que ha confesado sin rubor públicamente su fe y su práctica religiosa y sus convicciones morales más íntimas, ya es juez del Tribunal Supremo. Deanna Paul, analista del The Washington Post, diario al que acudió Ford con su denuncia, acusaba el golpe y señalaba el camino a seguir: ahora van a por el impeachment del juez. Las razones últimas de la trumpfobia van quedando claras: cuatro u ocho años en el Despacho Oval pasan pronto, su impacto en el modelo constitucional y social puede entorpecer el designio mundialista durante casi medio siglo.