Tras ser despedida, la presidenta de Planned Parenthood desvela la razón: no era bastante abortista
En abril del año pasado, Cecile Richards, tras diez años al frente de la organización abortera más importante del mundo, fue sustituida como presidenta de Planned Parenthood por Leana Wen, la primera médico que ocupaba el cargo en décadas.
Wen, ex responsable de "salud pública" en la ciudad de Baltimore (Maryland), no era menos abortista que Richards. Considera un "imperativo moral" expandir el aborto y se manifestó reiteradamente contra la política provida de Donald Trump, quien tras prohibir la financiación del aborto fuera del país con cargo a subvenciones públicas, lo va a extender al interior, lo que supondrá para el negocio abortista una pérdida de 60 millones de dólares anuales.
Sin embargo, Wen fue fulminantemente despedida la semana pasada sin haber cumplido un año de mandato, y según expresó ella misma en un artículo publicado el viernes en The New York Times, el despido se decidió en una "reunión secreta" y por "no priorizar lo bastante el aborto". Leana era partidaria de cambiar la imagen pública de Planned Parenthood como lobby político proabortista para que la compañía fuese vista más bien como un proveedor de servicios de salud entre los cuales estaría el aborto: "Aunque estoy comprometida apasionadamente en proteger el acceso al aborto, no lo veo como un asunto aislado". Y de hecho quiso ampliar la información ofrecida en el portal sobre enfermedades como el asma y la diabetes.
Esto alertó al consejo de administración de la compañía, porque podía hacer pensar a los usuarios que Planned Parenthood aborda ese tipo de patologías, y multiplicar el descrédito en que incurrió cuando quiso lavar su imagen alegando que el aborto era solo una pequeña parte del negocio.
Fue fácil demostrar que no es así, y que, por ejemplo, que solo ofrecen ecografía si es para abortar o que ninguno de los centros que tiene en todo el país ofrece una prueba tan elemental como la mamografía (que Richards citaba frecuentemente entre sus servicios). Activistas provida se dirigieron también a centros de Planned Parenthood con cámara oculta para pedir un seguimiento de embarazo, obteniendo la respuesta de que solo se les concedería consulta si era para abortar.
El despido de Wen está también ligado al deterioro de la causa del aborto en los últimos meses. La aprobación entre risas del aborto hasta el nacimiento en el estado de Nueva York, o las declaraciones del gobernador de Virginia, Ralph Northam, a favor del infanticidio (aborto tras el nacimiento), y el seguidismo de esas políticas por parte de todos los aspirantes a la nominación demócrata (incluido el "moderado" y "católico" Joe Biden), está resultado devastador para la causa abortista y para el mismo Partido Demócrata, convertido en adalid del despedazamiento de niños de nueve meses. Cada vez más estados aprueban legislaciones provida de creciente popularidad. Y Planned Parenthood, muy tocada tras la investigación periodística de David Daleiden sobre su negocio paralelo de venta de órganos de bebés abortados, está siendo incapaz de revertir esa tendencia.
La clave del despido de Wen no tiene pues tanto que ver con su menor compromiso abortista, como con el papel que el negocio del aborto debe jugar en la imagen pública de Planned Parenthood. Con su rápida sustitución, eso sí, la compañía da por perdida la pretensión de que es un proveedor de "servicios de salud" y asume su papel de puro negocio abortero y lobby político para la difusión del aborto como fuente de ingresos.