Jueves 22 de Septiembre de 2011
Encuentro de Benedicto XVI con los periodistas durante el vuelo hacia Alemania
Santidad,
bienvenido entre nosotros. Somos el acostumbrado grupo de sus acompañantes periodistas que se preparan para dar un eco en la prensa mundial a su viaje, y estamos muy agradecidos por el hecho de que usted, desde un inicio, tenga tiempo para nosotros, para ayudarnos a comprender bien el significado de este viaje, que es un viaje particular, pues vamos a su patria y se hablará en su idioma... En Alemania hay unos cuatro mil periodistas acreditados en las diferentes etapas del viaje. Aquí en el avión somos 68, de los cuales algo más de veinte son alemanes.
Le presento unas preguntas. La primera se la presento en alemán, de manera que usted pueda hablar para nuestros colegas alemanes en su idioma.
-Santidad, permítanos al inicio una pregunta muy personal. ¿Hasta qué punto el Papa Benedicto XVI todavía se siente alemán? ¿Cuáles son los aspectos en los que se da cuenta todavía –quizá cada vez menos—en los que influye su origen alemán?
-Hölderlin dijo en una ocasión: “Lo que más influye es el nacimiento”, y esto claro está yo también lo experimento. He nacido en Alemania y no se puede ni se debe cortar la raíz. He recibido mi formación cultural en Alemania, mi lengua es el alemán y la lengua es la manera en la que el espíritu vive y actúa, y toda mi formación cultural tuvo lugar en ese ambiente. Cuando hago teología, lo hago a partir de la forma interior que aprendí en las universidades alemanas y por desgracia tengo que admitir que sigo leyendo más libros alemanes que en otros idiomas. Por este motivo, en mi manera de ser, el ser alemán es muy fuerte.
La pertenencia a su historia, con su grandeza y debilidades, no puede y no debe ser eliminada. Para un cristiano, sin embargo, se añade otro elemento. Con el bautismo, nace de nuevo, nace en un nuevo pueblo que está compue sto por todos los pueblos, un pueblo que abarca a todos los pueblos y todas las culturas y al que a partir de ese momento pertenece de verdad, sin que esto le haga perder su origen natural. Luego, cuando se asume una responsabilidad grande, como me sucede, pues tengo la responsabilidad suprema en este nuevo pueblo, es evidente que uno se sumerge cada vez más en el mismo. La raíz se convierte en un árbol que crece en todas las direcciones y el hecho de pertenecer a esta gran comunidad de la Iglesia católica, un pueblo compuesto por todos los pueblos, se hace cada vez más viva y profunda, forja toda la existencia sin renunciar por ello al pasado. Diría, por tanto, que el origen queda, queda el origen cultural, queda también el amor particular y la particular responsabilidad, pero integrado y ampliado en una pertenencia más amplia, en la “civitas Dei” [la ciudad de Dios, ndt.], como diría Agustín, en el p ueblo de todos los pueblos en el que todos somos hermanos y hermanas.
-Santo Padre, en los últimos años, se ha dado un aumento de los abandonos en la Iglesia, en parte a causa de los abusos cometidos contra menores por miembros del clero. ¿Cuál es su sentimiento sobre este fenómeno? ¿Qué les diría a quienes quieren abandonar la Iglesia?
-Ante todo, tenemos que distinguir el motivo específico por el que se sienten escandalizados por estos crímenes, que se han registrado en estos últimos tiempos. Puedo comprender que, a la luz de estas informaciones, sobre todo si son personas cercanas, uno diga: “Esta ya no es mi Iglesia. La Iglesia era para mí fuerza de humanización y de moralización. Si los representantes de la Iglesia hacen lo contrario, ya no puedo vivir con esta Iglesia”. Esta es una situación específica. Generalmente los motivos son múltiples en el contexto de la secularización de nuestra sociedad. En general, estos abandonos son el último paso de una larga cadena de alejamiento de la Iglesia. En este contexto, me parece importante preguntarse: “¿Por qué estoy en la Iglesia? ¿Estoy en la Iglesia como en una asociación deportiva, una asociación cultural, etc., en la que en cuentro respuesta a mis intereses y si ya no es así me voy? ¿O estar en la Iglesia es algo más profundo?”.
Yo diría que es importante reconocer que estar en la Iglesia no quiere decir formar parte de una asociación, sino estar en la red del Señor, que, que pesca peces buenos y malos de las aguas de la muerte para llevarlos a las tierras de la vida. Puede ser que en esta red esté junto a peces malvados y lo siento, pero es verdad que no estoy aquí por éste o por el otro, sino porque es la red del Señor, que es algo diferente a todas las asociaciones humanas, una red que toca el fundamento de mi ser. Hablando con estas personas creo que tenemos que ir hasta el fondo de la cuestión: ¿qué es la Iglesia? ¿Cuál es su diversidad? ¿Por qué estoy en la Iglesia, aunque se den escándalos terribles? Así se puede renovar la conciencia del carácter específico de ser Iglesia, pueblo de tod os los pueblos, que es pueblo de Dios, y aprender así a soportar también los escándalos y trabajar contra los escándalos, formando parte precisamente de esta gran red del Señor.
-No es la primera vez que grupos de personas se manifiestan en contra de su llegada a un país. La relación de Alemania con Roma era tradicionalmente crítica, en parte incluso dentro del mismo ámbito católico. Los temas de controversia son conocidos desde hace tiempo: el preservativo, la Eucaristía, el celibato. Antes de su viaje, incluso parlamentarios han tomado posiciones de crítica. Pero antes de su viaje a Gran Bretaña la atmósfera tampoco parecía amigable y después todo salió bien. ¿Con qué sentimientos emprende este viaje a su antigua patria y se dirigirá a los alemanes?
-Ante todo, diría que es algo normal que en una sociedad libre y en una época secularizada se den posiciones en contra de una visita del Papa. Es justo que expresen ante todos su contrariedad: forma parte de nuestra libertad y tenemos que tenemos que reconocer que el secularismo y precisamente la oposición al catolicismo es fuerte en nuestras sociedades. Cuando estas oposiciones se expresan de una manera civil, no se puede decir nada en contra. Por otra parte, también es verdad que hay tantas expectativas y tanto amor por el Papa. En Alemania hay varias dimensiones de esta oposición: la antigua oposición entre cultura germánica y románica, los choques de la historia… Además, estamos en el país de la Reforma, que ha acentuado estos contrastes. Pero se da también un grande consenso sobre la fe católica, una convicción cada vez mayor de que en nuestro tiempo tenemos necesidad de una fuerza moral. Tenemos necesidad de una presencia de Dios en nuestro tiempo. Junto a la oposición, que creo que es normal, hay mucha gente que me espera con alegría, que espera una fiesta de fe, estar juntos, la alegría de conocer a Dios y vivir juntos en el futuro, que Dios nos lleva de la mano y nos muestra el camino. Por este motivo voy con alegría a mi Alemania y me siento feliz de llevar el mensaje de Cristo a mi tierra.
-Una última pregunta. Santo Padre, usted visitará Erfurt, el antiguo convento del reformador Martín Lutero. Los cristianos evangélicos y los católicos en diálogo con ellos se están preparando para conmemorar el quinto centenario de la Reforma. Con qué mensaje, con qué pensamientos se está preparando para ese encuentro? ¿Hay que interpretar este viaje como un gesto fraterno con los hermanos y hermanas separados de Roma?
-Cuando acepté la invitación para realizar este viaje para mí era evidente que el ecumenismo con nuestro amigos evangélicos debía ser un punto fuerte y central de este viaje. Vivimos en un tiempo de secularismo, como ya he dicho, donde los cristianos juntos tienen la misión de hacer presente el mensaje de Dios, el mensaje de Cristo, hacer que creer sea posible, avanzar con estas grandes ideas, la verdad. De este modo, estar juntos, católicos y evangélicos, se convierte en un elemento fundamental para nuestro tempo, aunque institucionalmente no estamos perfectamente unidos y, aunque permanezcan grandes problemas, problemas en el fundamento de la fe en Cristo, en el Dios trinitario y en el hombre, como imagen de Dios. Estamos unidos y debemos mostrar al mundo y profundizar en esta unidad es esencial en este momento histórico.
Por este motivo, me siento muy agradecido con nuestros amigos, hermanos y hermanas, protestantes, que han hecho posible un signo muy significativo: el encuentro en el monasterio donde Lutero ha comenzado su camino teológico, la oración en la Iglesia donde fue ordenado sacerdote y hablar juntos sobre nuestra responsabilidad de cristianos en este tiempo. Estoy muy feliz de poder manifestar esta unidad fundamental, que somos hermanos y hermanas, y trabajamos juntos por el bien de la humanidad, anunciando el gozoso mensaje de Cristo, del Dios que tiene un rostro humano y que habla con nosotros.