El abad confió en él y cumplió su palabra
Julius Schlegel, oficial de la Luftwaffe: el hombre que salvó los tesoros artísticos de Montecassino
En 1944, las fuerzas aliadas bombardearon y destruyeron la abadía de Montecassino. Por fortuna, los alemanes habían puesto a salvo una gran cantidad de manuscritos, documentos, reliquias y pinturas. La iniciativa partió del coronel Julius Schlegel, historiador del arte y católico, que consiguió convencer al abad Gregorio Diamare de que confiara en él. Andrea Cionci cuenta la historia en La Nuova Bussola Quotidiana:
En el 75º aniversario de la batalla de Montecassino, vale la pena contar una historia que muchos no conocen.
Todos saben que la abadía fundada por San Benito en 529 fue destruida completamente por los bombarderos americanos de 1944 en lo que fue un enorme error táctico, además de resultar en un crimen contra el arte y la historia (los soldados alemanes, de hecho, que nunca habían ocupado el monasterio totalmente, se atrincheraron entre las ruinas masacrando a las infanterías aliadas y bloqueándolas en la Línea Gustav durante meses).
Pero pocos saben dónde acabaron los tesoros artísticos que se conservaban en la abadía: 70.000 volúmenes de la biblioteca, 1200 valiosos manuscritos (incluidas obras de Cicerón, Horacio, Virgilio, Ovidio y Séneca), 80.000 documentos, objetos de culto hechos con metales preciosos, el Tesoro de San Genaro, las reliquias de San Benito de Nursia, de Santa Escolástica, del S. Madero y valiosísimas pinturas procedentes del Museo de Capodimonte que habían sido llevadas a Montecassino por motivos de seguridad. Entre ellas, obras de Leonardo da Vinci, Tintoretto, Domenico Ghirlandaio, Pieter Brugel el Viejo, Tiziano y Rafael. Pues bien, estos tesoros (incredibile dictu) fueron salvados por los nazis por iniciativa del teniente coronel (Oberstleutnant) Julius Schlegel, de la división Hermann Göring de la Luftwaffe.
El monument's man con la esvástica en el pecho había nacido en Viena en 1895 y era historiador del arte. Se alistó en 1939 como oficial de la aviación, participó en la campaña de Francia, y de 1941 a 1943 fue asignado a las instalaciones de reparación de la Luftwaffe durante la guerra germano-soviética, en la campaña del Norte de África y en la campaña de Sicilia. En mayo de 1943 le trasladaron a la Fallschirm-Panzer-Division 1 Hermann Göring. Comandante de la sección de reparaciones mientras evolucionaba la situación bélica en la línea Gustav, Schlegel entendió que la abadía de Montecassino corría cada vez más peligro.
Las carreteras de largo recorrido que unían el sur de Italia con Roma eran la Vía Adriática y la Vía Appia. Aun así, no eran utilizables para los grandes acorazados. La única arteria verdaderamente peligrosa para la capital era la Casilina que, en el Lacio, pasaba precisamente alrededor de Montecassino. Al haber creado un dispositivo de defensa, era normal que la abadía formase parte de la línea Gustav, la línea fortificada creada por los ingenieros militares del Reich, liderados por el general Hans Bessel.
El 14 de octubre de 1943, el teniente coronel Schlegel, católico, junto al oficial médico, el capitán Maximilian Becker, protestante, acompañados por un intérprete, se presentaron ante el abad de Montecassino, monseñor Gregorio Diamare: "Vengo en son de paz", dijo el oficial, y le confió al religioso que el monasterio estaba en la línea de fuego. Lo instaba a poner a salvo todo el patrimonio cultural y artístico de la abadía: ofreció los medios para levar a cabo la evacuación de dichos tesoros y también instó a que los monjes se fueran. Se despidió diciendo que volvería al día siguiente para saber la respuesta del padre abad. Por la tarde, Diamare tuvo una agitadísima reunión con sus hermanos: ninguno quería convencerse de la gravedad de la situación y, en general, desconfiaban de los alemanes.
Al final, el abad decidió entregar el Archivo y la Biblioteca Monumental a los militares alemanes dividiendo el material en dos categorías: la primera correspondía a los objetos pertenecientes al Estado italiano (de quien el abad era el depositario); la segunda incluía los bienes privados del monasterio. Cuando, al cabo de dos días, los alemanes volvieron, les propusieron llevarse también el coro, los armarios de la sacristía, los cuadros de la basílica y los bienes más preciados. Enseguida empezaron a llegar soldados, camiones y material para construir cajas de madera. El 17 de octubre partieron los primeros camiones con dirección a Spoleto, sede del comando divisional de la Hermann Göring.
Cuando al alto mando alemán se enteró de la iniciativa del teniente coronel Schlegel, hubo un momento de nerviosismo e indecisión: ¿por qué el oficial desviaba hombres y medios para una operación así? Pero cuando al mariscal de campo Albert Kesselring se le relacionó con Schlegel, se captó el valor cultural de la operación y su buen "eco mediático". El transporte de los bienes de la abadía, que se llevó a cabo en 43 camiones, concluyó el 3 de noviembre. Según el testimonio de los monjes Grossetti y Matronola, "los militares alemanes fueron muy disciplinados" y antes de las operaciones, el coronel Schlegel había dado órdenes muy severas y había pronunciado un discurso apelando al honor del soldado alemán.
"El 8 de diciembre de 1943", explica Massimo Lucioli, historiador y estudioso de la división Hermann Göring, "las cajas que contenían parte de los bienes llegaron a Roma, a Castel Sant'Angelo, mientras que el 4 de enero el resto llegó a Palazzo Venezia.
La devolución de los tesoros a Italia tuvo lugar con una ceremonia pública que cerró definitamente la boca a la propaganda aliada, que difundía desde hacía meses la voz de que los alemanes estaban desmantelando las obras de arte de Montecassino. También es cierto que Hermann Göring, gran apasionado de arte, se quedó algunas obras y objetos, que se encontraron al final de la guerra en su villa de Karinhalle y fueron restituidas a Italia".
El oficial alemán recibió de manos del abad Diamare un pergamino miniado con las siguientes palabras de agradecimiento: "Illustri ac dilecto viro tribuno militum Julio Schlegel".
Traducido por Elena Faccia Serrano.