Domingo, 22 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

Un ex párroco de Beaconsfield, donde vivió, a punto de culminar el informe para abrir o no la causa

¿Chesterton, santo? Objeciones y cómo las responden Pearce, Ahlquist y Dawn Eden, judía conversa

¿Chesterton, santo? Objeciones y cómo las responden Pearce, Ahlquist y Dawn Eden, judía conversa
El elevado número de personas que han encontrado la fe a través de las obras de Chesterton es uno de los grandes argumentos de los partidarios de su canonización.

C.L. / ReL

Hace cinco años, el obispo de Northampton (Inglaterra), Peter Doyle, designó al canónigo John Udris como responsable de la investigación a nivel diocesano para determinar si procede iniciar el proceso de beatificación de Gilbert Keith Chesterton (1874-1936). Udris, quien ha sido párroco de Beaconsfield -donde Chesterton vivió sus últimos 25 años en compañía de su esposa Francis-, enviará sus conclusiones en pocas semanas.

Todo apunta a que serán positivas, a tenor de su propia conferencia sobre Chesterton, el pasado 14 de junio, en el Centro para la Formación Católica de la archidiócesis de Southwark, en el entorno de Londres.

Para finalizarla, Udris leyó (minuto 43:52) una carta dirigida por Robert Barron, obispo auxiliar de Los Ángeles, a monseñor Doyle, en la que destaca, entre las virtudes de Chesterton, su eficiencia evangelizadora y su alegre expresión de la ortodoxia. Barron añade que ha acudido reiteradamente a su intercesión a lo largo de los años en favor de su ministerio audiovisual y en la red de evangelización de la cultura, Word on Fire. Y se posiciona en el asunto: "Estoy convencido", afirma monseñor Barron, "de que G.K. Chesterton es un santo y debería ser reconocido como tal formalmente" y de que éste es "el momento adecuado" para abrir la causa. "Él no necesita el título [de santo]", añade, "pero nosotros sí".

Algunas objeciones

¿Qué obstáculos podría encontrar esta causa de beatificación?

En una entrevista concedida a ReL precisamente al abrirse la investigación, Joseph Pearce, biógrafo de Chesterton, converso gracias a él y también partidario de su elevación de los altares, deshacía una posible objeción: la posible falta de caridad de Gilbert Keith como polemista. Es más, la convertía en argumento a su favor: "Discutió con muchos, pero no se peleó con ninguno. De hecho, uno de los mejores argumentos de que Chesterton merece la beatificación es la forma en que luchó contra los enemigos de la Iglesia sin convertirlos en sus enemigos. Su vida demuestra que logró obedecer el más duro de los mandamientos de Cristo, amar a nuestros enemigos... Dos de sus mayores adversarios, George Bernard Shaw y H.G. Wells, amaron tiernamente a Chesterton, aunque él atacaba las ideas que ellos defendían destempladamente. Es un verdadero signo de la santidad de Chesterton".

Pero realmente no es eso lo que se ha investigado durante el último lustro, pues el análisis de la vida y obra de un candidato a la beatificación es el objeto posterior propio de la causa propiamente dicha. Lo que Udris ha estudiado es la fama de santidad de Chesterton, esto es, qué se pensaba de él a su muerte que pueda justificar dar un paso adelante. Si sus contemporáneos no le tenían, de alguna manera, por un santo, difícilmente puede pedirse que lo consideren así generaciones posteriores.

Ausencia de culto

En este sentido, Udris es claro, según recoge National Catholic Register en un artículo que analiza estas objeciones: "Un aspecto inusual en esta potencial causa es una clara ausencia de culto local". Admiradores devotos de su literatura y seguidores absolutos de su apologética había muchísimos. Pero personas que le tributasen a su muerte un culto privado como intercesor no se conocen. En cualquier caso, dice Udris, "algo similar podía decirse de [John Henry] Newman hasta hace relativamente poco", y algo "ciertamente está cambiando" con Chesterton. Monseñor Barron, al menos, ya ha afirmado públicamente que le ha confiado su actividad pastoral en los medios.

El culto podría incluso ser más extra-local que local. Udris recuerda que, durante sus años de párroco en Beaconsfield, quienes venían a su despacho a preguntar por la casa donde vivió Chesterton o por su tumba tenían un acento invariablemente norteamericano. Y, ahí sí, un sacerdote estadounidense le dijo una vez que su tumba sería alguna vez "un templo sagrado".

Antisemitismo

Hay otra objeción, que plantea por ejemplo Melanie McDonagh en un artículo de junio en The Daily Telegraph. Lo titula afirmando que Chesterton era "un genio literario, pero no un santo", y la razón es que sería "antisemita": "Consideraba que los judíos eran fundamentalmente no ingleses, porque para ellos el judaísmo contaba más que el país en el que viven", y sugería (lo cual "pone los pelos de punta", dice Melanie) que "los judíos en público debían llevar vestiduras orientales".

Udris reconoce que Chesterton tuvo que defenderse toda su vida de esa acusación de antisemitismo, y que algunas de sus palabras "nos suenan ofensivas" y habrán de examinarse a fondo en la causa: "Pero cuanto más leo a Chesterton", añade, "más veo que no tuvo nunca nada que ver con el odio, salvo el odio a las ideas, y que evitó a cualquiera que abrigase odio étnico. Más aún, procuró defender con su pluma a las víctimas de esas ideas".

Una escritora judía como Dawn Eden Goldstein, conversa al catolicismo, apoya su beatificación: "Fue un gran testigo de la fe, así que no tengo objeción a que se abra la causa" para que sea en ella donde se sustancie el alcance de este tipo de obstáculos en cuanto a la afirmación de sus virtudes heroicas. Por lo que respecta a ella, reconoce la influencia de Chesterton en su evolución intelectual y moral: "Su novela El hombre que fue Jueves encendió la mecha de mi conversión. Su poderoso abordaje del sufrimiento me abrió la comprensión sobre la fe cristiana".

Dawn Eden Goldstein, durante una entrevista en la Fox News. Judía, defensora y practicante de la libertad sexual absoluta, se convirtió al catolicismo, entre otros factores, por la lectura de Chesterton, y hoy es una gran propagandista de la virtud de la castidad.

Y concluye: "Si es declarado santo, será porque Dios quiere que los fieles veamos en él un modelo y pidamos su intercesión. Si no, la belleza y la sabiduría de los mejores escritos de Chesterton seguirán siendo importantes para la Iglesia".

¿Perjudicaría a Chesterton ser "San Chesterton"?

Por último, hay una objeción que no tiene calado teológico, pero sí práctico. Una eventual canonización de Chesterton, ¿no alejaría de su lectura a muchas personas con prejuicios anticatólicos, esto es, precisamente las más necesitadas de su lectura y que le leen y le aprecian? (Un ejemplo entre muchos, el de Fernando Savater, un filósofo ateo y laicista que le elogió en diciembre pasado en un artículo publicado en El País.)

Pearce no lo cree así, según explica al National Catholic Register: "Los lectores no católicos de Chesterton ya son conscientes de su vibrante catolicismo. Por el contrario, es probable que muchos católicos que no han leído a Chesterton lo hagan si se abre su causa de beatificación".

Dale Ahlquist, presidente de la American Chesterton Society, también es consciente de que la beatificación puede ser un signo de contradicción. En primer lugar, "algunos piensan que la beatificación, de alguna forma, empequeñecerá a Chesterton, le hará 'propiedad' de la Iglesia católica". Luego están quienes "no saben nada sobre Chesterton, pero se las arreglan para malinterpretarle. Le pintan como un hombre injusto, un intolerante, un bebedor, un glotón. Y usarán su propia incomprensión [sobre Chesterton] para atacar a la Iglesia católica. Ya están alejados, pero ellos mismos se alejarán más". Y, por último, "están quienes tienen una idea muy estrecha de lo que es la santidad, y se alejarán porque Chesterton rompe el molde".

Dale Ahlquist (izquierda) y Joseph Pearce (derecha), dos firmes defensores de la apertura de la causa de beatificación de Chesterton, maestro común. Foto: Primera Celebración Anual Tolkien & Lewis, 17 de septiembre de 2016, Aquinas College.

Frente a todas esas incomprensiones, Ahlquist ofrece su propio testimonio: "Chesterton me trajo a la Iglesia católica. He escrito cinco libros sobre Chesterton. Pero lo fundamental es que se convirtió en un amigo permanente, una gozosa presencia diaria en mi vida. Me inspira para ser más paciente con mis enemigos, más humilde, más caritativo. Su elocuencia es un gran placer; su humor, un gran estímulo; y su certidumbre, una gran tranquilidad".

Pincha aquí para leer el artículo completo en National Catholic Register.

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