Se presentan los Diarios de la co-iniciadora del Camino Neocatecumenal
«Nuestra relación era más que un matrimonio, nos unía la misión», cuenta Kiko Argüello sobre Carmen
“Jesús mío, te amo, te amo. Ven, ven, ayúdame”. Este grito a Cristo que recoge en sus diarios define cómo fue la vida de Carmen Hernández, coiniciadora del Camino Neocatecumenal fallecida en julio de 2016 y cuyos escritos y pensamientos más íntimos han sido publicados por la BAC en el libro Diarios 19791981.
Las casi 800 reflexiones que aparecen en estos tres años de su diario muestran el espíritu de Carmen, una mujer profundamente enamorada de Cristo y de la Iglesia que dio literalmente su vida por la evangelización. Sus escritos están llenos de sufrimientos, noches oscuras e insomnio. Sacrificó su voluntad toda su vida para hacer la de Dios. Primero dejó de ir a las misiones con las que soñaba desde adolescente, renunció a sus estudios y libros de Teología y a una vida estable por otra de viajes constantes y de no tener “donde reclinar la cabeza”.
Una presentación multitudinaria
Pero sin ella, el Camino Neocatecumenal no existiría, reconoce Kiko Argüello, pues Carmen puso los cimientos de esta obra evangelizadora extendida por los cinco continentes. Luchó para reavivar en la Iglesia la importancia de la Vigilia Pascual e impregnó al Camino de su espíritu misionero.
Este viernes se produjo la presentación en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid. Más de mil personas, entre ellas el cardenal Rouco y el obispo Reig, estuvieron presentes en un acto presidido por el cardenal Cordes, presidente emérito del Pontificio Consejo Cor Unum y que conoce muy bien a los iniciadores de esta realidad. También participaron el director de la BAC, Carlos Granados y Ángel Barahona, decano de Humanidades de la Universidad Francisco de Vitoria. Y el propio Kiko Argüello.
De izquierda a derecha, Segundo Tejado, Kiko Argüello, el cardenal Cordes, Carlos Granados y Ángel Barahona (Foto- Pablo Martínez)
El sufrimiento de Carmen
El compañero de fatigas de Carmen durante más de medio siglo de evangelización se mostró muy afligido durante la intervención e incluso le costó hablar, embargado por la emoción. De hecho, confesó que el primer sorprendido con la lectura de los diarios de Carmen fue él mismo.
“El amor a Cristo que se desprenden de estos diarios es verdaderamente impresionante. Parece que el Señor le cerró todas las puertas a través de un sufrimiento intenso para que se uniera profundamente a Él, sólo a Él”, dijo Kiko Argüello.
Cualquiera que conociera a Carmen sabía que la “libertad” era lo que mejor la definía. Siempre dijo lo que pensaba, gustara o no, ya fuera al propio Kiko, a los obispos y cardenales, o incluso al Papa. Sobre esto contó alguna anécdota el cardenal Cordes.
"Nada le interesaba en el mundo, sólo el amor a Cristo"
Kiko afirmó que el impresionante amor a Cristo que se muestran en los diarios, en cada página aparece al menos una vez “Jesús mío”, explica la “libertad extrema” de Carmen pues “nada le interesaba del mundo, sólo el amor a Cristo”.
“Es verdaderamente heroico que Carmen haya estado conmigo 50 años siempre sufriendo en silencio, sin mostrarlo a nadie”, agregó Kiko. Conmovido por este sufrimiento por Cristo.
El grito de Carmen
Carmen escribía el 23 de enero de 1979 desde Barcelona: “un día de tristeza indescriptible, agobiante. La impotencia en los huesos. La nada, Señor. ¿Qué me pasa? ¿Qué quieres? Quiero desaparecer en la cama, que es como tumba de soledad. ¿Es enfermedad? ¿Es una noche oscura? ¿Qué me pasa, Señor, que no tengo ninguna esperanza? Todo tristeza, tristeza”.
Kiko y Carmen, compañeros inseparables pero de personalidades antagónicas, no tenían problemas en discutir entre ellos delante de quien fuera, incluido el Papa. Era la libertad y el amor por algo que estaba por encima de ellos lo que les permitía seguir adelante.
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Unidos por la misión encomendada
Kiko aseguraba que esto era “verdaderamente impresionante. Nuestra relación era más que un matrimonio. Nos unía la misión. He tenido que vivir con Carmen en la fe, sabiendo que Dios la había puesto para el bien de la Iglesia y Carmen ha vivido su relación conmigo en el amor a Jesucristo y en la fe”.
“No sabíamos de sus grandes sufrimientos pero sí de su amor a Jesucristo, de su libertad enorme y de su amor al Papa”, añadió el iniciador del Camino Neocatecumenal.
Por ello, dijo que el mejor elogio que se puede hacer de Carmen fue lo que les dijo el Papa Francisco, que la Iglesia debe al Camino el amor a la Pascua, la Noche Santa, el centro de la vida cristiana y que en estas comunidades se vive de manera especial y durante toda la noche hasta el alba.
"Ama a Cristo y te seguirán a miles"
Antes de concluir, Kiko dijo a los presentes que “amar a Cristo es la única verdad, el resto es sólo vanidad. Y consideró que si esta obra se ha extendido de tal manera con más de millón y medio de miembros, 113 seminarios y miles de comunidad es por el “amor a Cristo” como el que tenía Carmen. Y citando a los padres de la Iglesia decía este evangelizador: “Ama a Cristo y te seguirán a miles… no es a Kiko Argüello”, es a Cristo.
Kiko, Carmen y el padre Mario Pezzi conformaron el equipo responsable internacional del Camino Neocatecumenal
Una "aridez espiritual"
Por su parte, el cardenal Cordes definió a Carmen como una “mujer fuera de lo común” y recordó que en sus diarios sus escritos “rara vez no van dirigidos a Jesús o Dios Padre”. Impresionado también por lo que había en el corazón de la cara menos conocida del Camino, la definió como “un espejo auténtico de un estilo de vida”.
Carmen centró su vida en la Eucaristía, de la que estaba enamorada, y la oración, algo que queda muy reflejado en el libro. Y destacó también estos sufrimientos de crucificar su voluntad para cumplir la obra a la que Dios la llamaba. De ahí que el cardenal alemán destacara esta “aridez espiritual” que vivió al igual que le pasó a santa Teresa de Calcuta, y que se descubrieron en sus cartas privadas.
Su único pensamiento iba dirigido a Cristo y al cielo por lo que Cordes llegó a asegurar que Carmen “tuvo una sed de Dios comparable a la de San Agustín”.
"Te amo. Suscita en mí la Palabra. Te amo"
Te amo, ayúdame, gracias y misterio. Estas son las palabras que más se repiten en los diarios. Así, por ejemplo en junio de 1979 escribía desde Roma su entrega a su verdadero amor: “Jesús mío, tus promesas en plena realización. Grandioso eres en tus misterios maravillosos. Te amo, Jesús mío. Te amo. Te amo. Cantar eternamente tu amor fidelísimo…Te amo. Suscita en mí la Palabra. Te amo”.
Una vida dedicada a Cristo, su gran amor
Esa relación íntima desde otra vertiente también queda patente en otros pasajes como en el 85 (8 de mayo de 1979) donde escribía: “Jesús, gracias por vaciarme, por despegarme el corazón de todas las cosas. Sólo quedas Tú y vivir en tu amor, con el enemigo al lado, humilladamente, Señor. Qué dolor, qué preocupación, todo se tambalea. Oh Jesús, piedra angular, vida inamovible edificada sobre la Cruz. Ven Jesús, ilumina tu rostro sobre mi vida. Ayúdame a apoyar en Ti el existir. Jesús mío, llévame a la oración, a tu santidad, refugio mío, mi vida. Ven, Espíritu Santísimo, ten compasión de mi pobre ser”.
Sólo encontraba el consuelo en las cosas de Dios y no en el mundo y en el punto 394 (4 de octubre de 1980) mostraba así ese amor renovado:
“Jesús, al alba me llamas con tu dulcísima y consoladora presencia. Tú eres, y la vida se despierta a la eternidad, y se desapega de todo con libertad, con alegría incontenible. Gracias Jesús. Tu gracia vale más que la vida. Te alabo. ¡Bendito seas! Me has visitado. Me emociona, Jesús mío. Yo no soy digna. Verdaderamente es justo cantar que eres santo. Te amo, Jesús mío. No dejaste vacilar mis pies. Te amo.