«L´Osservatore» destaca la inverosimilitud de muchas escenas
El diario del Vaticano publica una divertida reseña de la última novela de Dan Brown, «Inferno»
«Mientras pasea entre célebres pinturas y estatuas, nuestro Robert describe la ciudad con la misma quieta y tranquilizadora monotonía de una guía turística». Es lo que escribió L’Osservatore Romano al analizar la última novela de Dan Brown, Inferno. «Es triste afirmarlo, pero es divertido –escribe el diario de la Santa Sede–, sobre todo para los que nacieron en Florencia y la conocen bien, pero también para los que la han visitado como turistas. Durante la lectura del thriller histórico-esotérico de Dan Brown sucede que uno se topa en pasajes con una comicidad involuntaria verdaderamente irresistible».
«Los indígenas –prosigue el artículo–, los tataranietos de Dante de la primera década del siglo XX descritos por el autor, son personajes extraños con costumbres incomprensibles: comían aceitunas al horno y desayunaban tripa a la florentina, invadían con nubes de humo mezclado con el aroma penetrante del café exprés los ascensores y todo ambiente cerrado, incluidos los hospitales, y llenaban de estatuas de hombres desnudos la plaza más importante de la ciudad».
«El profesor Robert Langdon –el mismo de El Código Da Vinci, Ángeles y Demonios, El símbolo perdido–, cuenta, desconcertado, por lo menos diez de ellas: además de la copia del David de Miguel Ángel y del Biancone de Ammannati, en la Piazza della Signoria hay incluso un ejército de sátiros al lado de Neptuno, Completamente desnudos, subraya con pudor bizarro». Además, no faltan los errores históricos, las inexactitudes, por lo que «en el fondo, los thrillers de Dan Brown son lectura de playa sin pretensiones, y en este caso la Commedia de Dante es solo un pretexto narrativo, una escenografía decorada con tintas fuertes para facilitar el trabajo de los escenógrafos que llevarán dentro de poco el “Infierno” a la pantalla grande».
«La narración –prosigue L’Osservatore Romano–, como glosa pérfidamente Monica Hesse, de The Washington Post, parece sacada de una guía Fodor’s, como cuando Langdon se interrumpe a mitad de una fuga, en un momento de vida o muerte, para recordar la historia de un puente. Es como tratar de resolver un misterio mientras llevas una audio-guía colgando de las orejas: “Deje usted a un lado este cuerpo y teclee 32 para conocer los detalles sobre el cofre de terciopelo que contiene la máscara mortuoria de Dante, en el Palazzo Vecchio. Para mayor información sobre los horarios del museo y los días feriados, espere la señal acústica. Gracias”».
Para L’Osservatore Romano, la verdadera pregunta que surge al leer el libro es: «¿Es posible que pasajes semejantes del libro hayan superado el filtro de un pelotón de editores y el sentido crítico del equipo de traductores dispuestos a dejarse encerrar en un búnker para mantener el secreto sobre el texto hasta el último momento? Misterios de los best-sellers contemporáneos».
«Los indígenas –prosigue el artículo–, los tataranietos de Dante de la primera década del siglo XX descritos por el autor, son personajes extraños con costumbres incomprensibles: comían aceitunas al horno y desayunaban tripa a la florentina, invadían con nubes de humo mezclado con el aroma penetrante del café exprés los ascensores y todo ambiente cerrado, incluidos los hospitales, y llenaban de estatuas de hombres desnudos la plaza más importante de la ciudad».
«El profesor Robert Langdon –el mismo de El Código Da Vinci, Ángeles y Demonios, El símbolo perdido–, cuenta, desconcertado, por lo menos diez de ellas: además de la copia del David de Miguel Ángel y del Biancone de Ammannati, en la Piazza della Signoria hay incluso un ejército de sátiros al lado de Neptuno, Completamente desnudos, subraya con pudor bizarro». Además, no faltan los errores históricos, las inexactitudes, por lo que «en el fondo, los thrillers de Dan Brown son lectura de playa sin pretensiones, y en este caso la Commedia de Dante es solo un pretexto narrativo, una escenografía decorada con tintas fuertes para facilitar el trabajo de los escenógrafos que llevarán dentro de poco el “Infierno” a la pantalla grande».
«La narración –prosigue L’Osservatore Romano–, como glosa pérfidamente Monica Hesse, de The Washington Post, parece sacada de una guía Fodor’s, como cuando Langdon se interrumpe a mitad de una fuga, en un momento de vida o muerte, para recordar la historia de un puente. Es como tratar de resolver un misterio mientras llevas una audio-guía colgando de las orejas: “Deje usted a un lado este cuerpo y teclee 32 para conocer los detalles sobre el cofre de terciopelo que contiene la máscara mortuoria de Dante, en el Palazzo Vecchio. Para mayor información sobre los horarios del museo y los días feriados, espere la señal acústica. Gracias”».
Para L’Osservatore Romano, la verdadera pregunta que surge al leer el libro es: «¿Es posible que pasajes semejantes del libro hayan superado el filtro de un pelotón de editores y el sentido crítico del equipo de traductores dispuestos a dejarse encerrar en un búnker para mantener el secreto sobre el texto hasta el último momento? Misterios de los best-sellers contemporáneos».
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