Entendió a Cristo como esperanza ante el sufrimiento
Georges Rouault, el expresionista de espiritualidad católica: «Hay que ser monje para comprenderle»
El pintor expresionista Georges Rouault (1871-1958) está considerado uno de los más notables artistas cristianos del siglo XX. Heather King ha resumido su espíritu en un artículo en Catholic Education Research Center:
Sus obras pictóricas incluyen Cristo en las periferias, La Crucifixión y El rey viejo.
Cristo en las periferias.
Rouault, expresionista francés y católico devoto, nació en el barrio de Belleville en la periferia de París. "Ahí nací, en el faubourg de trabajo duro y sufrimiento, en la oscuridad. Manteniéndome vigilante sobre las infamias pictóricas, trabajé duro, a distancia de kilómetros de ciertos diletantes", escribió más tarde.
La Crucifixión.
Su padre era ebanista y el primer trabajo que tuvo Rouault fue como asistente de un restaurador de vidrieras. "Estuve poco tiempo, pero me marcó con un sello que fue legendario, épico", dijo. Siempre recordaría el espíritu de los artistas anónimos que hicieron esas vidrieras, pero que se abstuvieron de firmar su obra.
El Rey viejo.
En 1891, Rouault pintó El camino del Calvario.
Camino del Calvario.
En 1908 se casó con Marthe Le Sidaner, con la que tuvo cuatro hijos.
En 1913, un crítico, Gustave Coquiot, exclamó: "Hay que ser monje para comprenderle".
El estallido de la Primera Guerra Mundial y la posguerra afectaron mucho al pintor. Entabló amistad con el célebre e irascible escritor católico Léon Bloy y, más tarde, con el filósofo Jacques Maritain y su esposa Raïssa, ambos conversos. Pintó fugitivos, payasos, prostitutas, vagabundos y cadáveres, víctimas todos ellos de la guerra, el materialismo y una burguesía satisfecha de sí misma.
Sin embargo, el trabajo de Rouault era más humano que "político". Como observó Raissa Maritain: "La calidad de un trabajo no depende de su tema, sino de su espíritu". Y Jacques Maritain afirmó: "Este tipo de realismo no es, de ninguna manera, un realismo de apariencia física; es un realismo del significado espiritual de lo que existe (y se emociona, sufre, ama y mata); es el realismo permeado con los signos y los sueños que están mezclados con el ser de las cosas".
Cristo está presente en el inicio y el final de los distintos ciclos de Miserere, como un mensaje de esperanza en medio de los momentos de sufrimiento que recoge la serie.
Se considera que la obra maestra de Rouault es un ciclo de grabados a buril titulado Miserere, que él expuso en 1948, cuando tenía casi 80 años. Con sus tonalidades en negros y grises, la serie retrata el horror y la tristeza del sufrimiento humano, y la complicidad de cada ser humano en dicho sufrimiento. ¿No estamos todos condenados?, pregunta el título de uno de los grabados.
¿No estamos todos condenados?
En otro, el retrato de un hombre petulante y bien alimentado lleva el título Creemos que somos reyes.
Creemos que somos reyes.
Un tercero, La calle de los solitarios, podría ser, con su evocación de la soledad existencial, la calle en la que yo -o tú- vivimos.
La calle de los solitarios.
La agitación política, la amenaza de destrucción masiva y el acceso al poder de la derecha que marcó la era de Rouault se han intensificado en nuestros días. La enfermedad de raíz es espiritual y, como siempre, la solución es también espiritual.
En Rouault. A Vision of Suffering and Salvation, su autor, William A. Dyrness, escribe: "En 1952, un periodista de la publicación católica La Croix le preguntó a Rouault qué pensaba del arte religioso o sagrado. Como era habitual en él, Rouault se negó a entrar en ese debate. Sencillamente respondió que para hablar sobre arte en la Iglesia, uno debe amar, ante todo, la pintura".
Traducción de Elena Faccia Serrano.