Se inaugura en Madrid El Legado Histórico del «creyente» Cajal: en el Museo de Ciencias Naturales
El Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) presenta este martes 4 de julio la exposición 'El Legado Histórico de Santiago Ramón y Cajal', un legado que hasta ahora ha guardado el Instituto Cajal del CSIC y que, a partir de ahora, quedará en depósito en el Museo madrileño.
Santiago Ramón y Cajal es el padre de la neurología porque fue el descubridor de la neurona y el que enunció la ley de polarización dinámica del impulso nervioso, por todo ello le dieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1906.
Gracias a un plan ideado por él, a través de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), tuvo lugar la promoción de la ciencia llevada a cabo durante le Edad de Plata -etapa desarrollada en su práctica totalidad bajo la monarquía parlamentaria católica confesional de Alfonso XII.
Un creyente poco ortodoxo
Esta promoción pudo llevarse a la práctica, en parte, porque Cajal fue el presidente fundador de la JAE, en la que se incluirían instituciones científicas precedentes tales como el Museo Nacional de Ciencias Naturales, que hoy inaugura una exposición permanente de su legado.
Organismo que estaba en manos del CSIC desde que el piadoso Juan Marcilla Arrazola constituyera el Museo Cajal en dicho organismo. De la piedad católica de algunos de los discípulos de Cajal y del primer político que le apoyó oficialmente en nuestro país se ha hablado aquí en ReL.
Lo que sí es cierto es que mucho se ha mentido en relación a Cajal, a su escuela y al trato que se dio a su legado tras su fallecimiento en 1934. En cuanto a lo primero, conviene señalar que no tuvo nada que ver con las corrientes laicistas de la enseñanza de la época.
Ramón y Cajal con algunos de sus siete hijos cuando eran pequeños.
La más famosa demostración fue la Institución Libre de Enseñanza: estudió en los Escolapios de Jaca y en el instituto y las universidades de entonces, en las cuales se explicaba religión católica, algo propio de un estado confesional, y se impartía una docencia diferenciada por sexos.
En su intervención de 1895, con 43 años, al ingresar en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, con su discurso de ingreso titulado "Fundamentos racionales y condiciones técnicas de la investigación biológica", Cajal dejó testimonio claro de sus ya afianzadas creencias hablando de las cualidades morales que debe poseer el investigador.
"Y a los que te dicen que la Ciencia apaga toda poesía… contéstales que tú sustituyes otra mucho más grandiosa y sublime, que es la poesía de la verdad, la incomparable belleza de la obra de Dios y de las leyes eternas por Él establecidas. Él acierta exclusivamente a comprender algo de ese lenguaje misterioso que Dios ha escrito en los fenómenos de la Naturaleza; y a Él solamente le ha sido dado desentrañar la maravillosa obra de la Creación para rendir a la Divinidad uno de los cultos más gratos", dijo Cajal.
De sus creencias se presentó en su día en ReL un resumen.
Pero, fueron varias las ocasiones en las que Ramón y Cajal se refirió a estas creencias, aunque no se le pueda considerar precisamente de guardián de la ortodoxia.
Hay algunos escritos en los que manifiesta sus opiniones sobre aspectos de la religión y, en concreto, de la fe cristiana vivida por sus contemporáneos, y en los que no ahorra críticas, sin embargo, nunca dejó de transmitir su creencia en Dios creador.
Los siguientes autógrafos dan buena prueba de ello:
-"Más tarde o más temprano llegará el turno del naufragio del admirable aparato visual, el órgano filosófico por excelencia que nos relaciona con el infinito y sin el cual dudaríamos de la existencia de Dios".
-"La hermosura es una carta de recomendación escrita por Dios".
-"Para ser sabio, el hombre necesita aprender todos los libros; para ser virtuoso, le basta con uno: el Evangelio".
-No hay virtud sin religión, ni felicidad sin virtud.
Sus críticas hacia la religión católica, que también las hubo, nunca le hicieron perder el respeto más profundo por los creyentes, a los que tal vez en algún sentido, en el fondo, envidiaba:
-"No te burles de los creyentes fervorosos si eres escéptico. Ten piedad de tus antepasados que fueron cristianos sinceros numerosas centurias. Sería ingratitud imperdonable olvidar que tu corazón y tu cerebro están enraizados en un protoplasma milenariamente cristiano y espiritualista. Pecarás, por tanto, de sacrílego y descastado, mofándote de tus antepasados, a quienes debes la vida".
También se recoge su explicación al hecho de sus dudas de fe, no como un deseo si no como una incapacidad:
-"Nadie cae en la cuenta del hecho fisiológico que hay cabezas refractarias a la fe. No se trata de tener o no razón, sino de la fatalidad mental de no poder ser de otro modo".
-"Sólo la inmortalidad integral, es decir, la persistencia del alma y del cuerpo, nos satisface plenamente... A pesar de mi respeto y veneración hacia la ortodoxia cristiana, hay dogmas, por ejemplo, el de la resurrección de la carne, que me sumen en un mar de confusiones".
O estos otros pasajes:
-"Tan glorioso me parece un católico de talento y henchido de fe robusta, como un patricio y emérito racionalista. Después de todo, en cierta materia, nuestra razón está demasiado condicionada para autorizar un juicio severo. Porque ambos, creyentes y heterodoxos, son hechuras del ambiente histórico y de la fatalidad arquitectónica del cerebro".
-"...con relación a la Escuela Pía de Jaca. Ninguna institución docente está libre de albergar temporalmente algún profesor de mal genio y excesivamente riguroso. Sobre que mis endiabladas travesuras de chiquillo díscolo, justificaban de sobra cualquier medida disciplinaria. Yo me enorgullezco hoy, de todos modos, de haber sido alumno de las Escuelas Pías".
-"Me es muy grato con este motivo, después de reiterarle la expresión de mi gratitud, saludarle afectuosamente".
Mucho se podría aportar en cuanto a sus posiciones políticas, pero basta lo que escribió el 25 de mayo de 1934 en el prólogo de un libro:
-"No es que me asusten los cambios de régimen, por radicales que sean, pero me es imposible transigir consentimientos que desembocarán andando el tiempo, si Dios no hace un milagro, en la desintegración de la patria y en la repartición del territorio nacional. Semejante movimiento centrifugo, en momentos en que todas las naciones se recogen en sí mismas unificando vigorosamente sus regiones y creando poderes personales omnipotentes, me parece simplemente suicida. En este respecto, acaso me he mostrado excesivamente apasionado. Sírvame de excusa la viveza de mis convicciones españolistas, que no veo suficientemente compartidas ni por las sectas políticas más avanzadas ni por los afiliados más vehementes a los partidos históricos".
Sin ninguna duda, que la fe de Cajal no naufragara del todo, se debió en una parte importante a su matrimonio con la piadosísima Silveria Fañanás, no sólo esposa y madre de sus hijos sino ayudante suya de investigación, como recientemente se ha descubierto.
Así escribió Cajal sobre Silveria:
"La mujer de mis realidades, la madre de mis hijos, la esposa abnegada que me comprende y sabe vivir en soledad, trabajo y ahorro heroico, sus silencios meditabundos y su tarea casi permanente…Efectivamente, Silveria Fañanás era la mitad de mi vida; solamente alguien como ella fue capaz de renunciar a cuanto renunció y todo para que yo tuviera libros e instrumentos de investigación en mi laboratorio...Fue mi más preciado bálsamo y sostén…".
'Para ser sabio, el hombre necesita aprender todos los libros; para ser virtuoso, le basta con uno: el Evangelio', Santiago Ramón y Cajal.
Los sacrificios económicos que Silveria hizo servirían entre otras cosas para que Cajal publicase sus artículos científicos. Tuvieron cuatro hijas y tres hijos. Y sí, Silveria trabajó con su esposo en el desarrollo de las placas fotográficas de apoyo a su experimentación científica, fundamentalmente manipulando el colodión húmedo, en el laboratorio que montaron al principio de su carrera en el granero de su casa.
La técnica fotográfica, de la que Cajal fue aficionado y pionero en nuestro país, sustituyó poco a poco a los dibujos, que quedaron relegados con el tiempo a los cuadernos de laboratorio para anotar aspectos de los experimentos realizados.
Ante la falta de apoyo institucional, Silveria logró, ahorrando el dinero preciso, que Cajal asistiese al Congreso de la Sociedad Anatómica Alemana, celebrado en Berlín en 1889, donde se inició su reconocimiento internacional por sus investigaciones a través de Kölliker, gran histólogo alemán que aprendió español para estudiar la obra de Cajal.
Cajal dejaría escrito esto sobre Silveria:
"Ante aquella racha asoladora de gastos, mi pobre mujer, atareada en la cría y vigilancia de cinco diablillos (durante el primer año de mi estancia en Barcelona nació un hijo más), resolvió pasarse sin sirvienta… Mi compañera, con sus abnegación y modestia, su amor al esposo y a sus hijos y su espíritu de heroica economía, hizo posible la obstinada y obscura labor del que escribe estas líneas… Adivinaba sin duda, en mi cerebro, la gestación de algo insólito decisivo para el porvenir de la familia y evitó discreta y abnegadamente todo conato de rivalidad o competencia entre los hijos de la carne y las criaturas del espíritu".
Cajal también pasó por la masonería. Algo frecuente para personas de cierto nivel académico. Su nombre figura en el listado de una logia… pero no cabe duda de que saciada su curiosidad nunca prestó atención alguna a semejante organización, y no sólo eso, sino que dejó escrita una grave acusación a uno de sus maestros, el docto Simarro, líder de la masonería en aquel entonces:
-"En España había algo más urgente y digno de su gran talento que presidir logias masónicas, defender anarquías y afiliarse a un muriente y desacreditado partido republicano...".
Cualquiera que visite el Legado Histórico de Cajal en el MNCN de Madrid podrá saber algo más sobre la compatibilidad ciencia-fe católica de la familia Cajal-Fañanás. Su hermano, que debió estar presente en el momento de su fallecimiento, comentó que Cajal habría recibido los Santos Sacramentos.