Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Un católico que va por libre será lo que sea pero no es católico

por Guillermo Urbizu

 
El católico que va por libre es una soberana incongruencia. ¿Qué significa ir por libre? ¿Interpretar el mensaje de Cristo al capricho de modas, latiguillos o dudosas teologías? ¿Decir que las herejías son cosa del pasado y poner a parir al Papa, que debería ser más razonable en lo que respecta a los dogmas, a los mandamientos, a los sacramentos o a la liturgia, y dejar hacer y decir a cada uno según su cósmica inspiración del instante? (El desplante al Papa de turno es muy característico, un pedigrí muy moderno que queda de lo más estupendo). Igual se trata de tener más en cuenta a Marx, a Hegel o a Heidegger. O a todos sus epígonos. Ir por libre en la Iglesia Católica es síntoma claro de soberbia y descarrío. Es inventarse una ridícula iglesia adaptada a las conveniencias de determinados estereotipos, diseminados en opiniones u ocurrencias. Es poner la ideología de turno por encima de Cristo. Adaptando, tergiversando, etcétera. Lo que haga falta. Y a veces ni eso. Se trata simplemente de pereza, o tibieza. Y una gran dosis de ignorancia. Lo escuchamos de continuo. “Me relaciono con Dios cuando me apetece, cuando lo necesito”. O se trata de inercia. Sí, inercia, dejarse llevar por lo que se dice, o por lo que hace una supuesta mayoría. El tan manido “creo en Dios pero no en la Iglesia”. O “el Vaticano no representa de verdad a los católicos”. O “el Purgatorio no existe, y tampoco el Infierno, y por supuesto el demonio”. O “es una exageración eso de la Virgen”. “¿El pecado? Pero si Dios es Padre. Sobre la marcha nos perdona. Puro morbo, una forma muy sibilina que tiene la Iglesia para tener controlado el chiringuito”. Ir por libre en la Iglesia es, al cabo, un reduccionismo y una simpleza. De pensamiento y de obra, pero sobre todo de alma.

Pero cunde. Ya lo creo que cunde. Ir por libre es también tener miedo. Miedo a no enfrentarse al mundo y a la propia conciencia. No dar la cara. El vértigo del ser es demasiado tremendo. Quita, quita. Resulta más fácil engañarse, salir del paso con un par de frases delicuescentes, o con generalidades absurdas y hasta con estadísticas. “Dios me entiende”. “La Iglesia es que no se entera de nada, dado su oscurantismo”. Y nadie se lee un solo documento pontificio. Y la Biblia es sólo unas cuantas citas de tercera mano. Mejor unos versículos de Ernesto Cardenal o un libro estratosférico de… pongan aquí el nombre. “¿Todavía crees en eso del agua bendita?”. La falta de formación doctrinal y espiritual sobrecoge. Para la esperanza hay que poner ciertos medios. Y “los pobres, los pobres”. Por supuesto, los pobres. La Santa Madre Iglesia -que es Una- se ocupa de ellos desde hace siglos. La caridad y la gracia son el quicio, no la ideología (o un cúmulo de sentimientos). La misma ideología que defiende el aborto o la sodomía. O incluso lo hermosa que resulta la eutanasia. ¡Qué bonito! El Dios católico ya no mola. Porque exige. Hay otros dioses más llevaderos. Sin comparación posible. Por ejemplo, los instintos. Y la relajación zen y el gran Arquitecto. Y hay que volver a los orígenes de Jesucristo superstar, tan hippy y colega, y bailar hasta la inopia. ¿Y vivir en cristiano para cuándo? Digo. De cuerpo entero. Y de alma entera. Full time. A lo largo y a lo ancho de toda la jornada, de todo el horario de los días. Sin vacaciones ni resquicios, ni parsimonias, ni componendas.

El cristiano que va por libre, no nos engañemos, tiende a rezar más bien poco. O nada. La fuerza se le va por la boca. Todo es una excusa. Siempre hay un “pero” en su vida. Constantes pegas a la jerarquía apostólica, a la moral, a lo que sea. Todo es opinable, porque claro, Dios no puede ser tan obtuso. Y tampoco tienen estas cosas pías tanta importancia. Lo importante es el corazón, dicen. Pero ese corazón tiene que estar dentro del Corazón de Cristo. ¿La Verdad? Bueno, la Verdad es siempre un poco menos, es relativa, y acomodaticia. Es como si la Iglesia fuera una academia llena de asignaturas optativas. Católico a la carta. Católico los otoños e inviernos, no tanto las primaveras y los veranos. Católico con los católicos y con el resto cierto regusto pagano. Hay que quedar bien. Esto sí, desde luego. Esto otro no. Esto otro habría que modificarlo. “Del primado de Pedro habría mucho que hablar”, o “eso del celibato es anti natural o habría que dar un voto de confianza de género a las mujeres como sacerdotes”. Ciertos prohombres y gente común dicen amar mucho a Dios, o incluso a la Iglesia, pero no cesan de vivir una doble vida, no dicen lo mismo sus actos. Católicos apáticos. Católicos a ratos. Y, me parece, Cristo no fue Cristo a ratos, ni padeció y murió a ratos. Ni cuenta con nosotros a ratos. Ni nos mantiene en la vida -y en Su misericordia- a ratos. Nos quiere enteros, completos. Para toda la eternidad.

La lucha por la santidad es incompatible con el ir por libre. O se es católico o no se es. O se ama a Dios con todo el corazón y con toda el alma o estamos hablando de otra cosa. O se ama al Papa y a la Iglesia nuestra Madre y a su entero Magisterio o nos hemos equivocado de club o de equipo.
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