Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Nueva Evangelización. Cristianismo en el siglo XXI

El cristianismo desaparece en occidente ¿Qué hacemos?

El cristianismo desaparece en occidente ¿Qué hacemos?
¿Crisis eclesial? ¿Qué hacemos? Hay Esperanza.

por La divina proporción

La pregunta no es nada sencilla de contestar. En occidente, el cristianismo está perdiendo fuerza día tras día. No me refiero a fuerza política, ya que significa dar más importancia al Cesar que a Dios. Los templos están cada día más vacíos. El acceso a los sacramentos no tiene atractivo y en el mejor de los casos, tiene un sentido principalmente cultural. Las catequesis son una actividad que se remonta a los primeros siglos del cristianismo, pero a partir del Concilio Vaticano II se convierten en una herramienta de cristianización de quienes quieren acercarse a la Iglesia. Se crean itinerarios asociados a los sacramentos y se imparten desde las parroquias y estructuras eclesiales locales.

Las catequesis siempre han buscado transmitir conocimientos de la fe y generar un entorno de cultura cristiano donde se pueda avanzar espiritualmente. Pero las catequesis han tenido otras diversas funciones, algunas muy interesantes. Por ejemplo podemos ver cómo se planteaban las catequesis en el siglo IV leyendo un texto corto e interesante: Procatequesis de San Cirilo de Jerusalén. Tomemos el punto número diez de esta pre-catequesis:

Persevera en las catequesis: Aunque nuestra oratoria posterior será más amplia, que tu ánimo no decaiga nunca. Pues recibirás armas contra los poderes enemigos; recibirás armas contra los herejes, los judíos, los samaritanos y los gentiles. Tienes múltiples enemigos: recibe dardos múltiples, pues contra muchos habrás de luchar; has de aprender como vencer al griego, como luchar contra el hereje, contra el judío y contra el samaritano . Las armas están preparadas, y está plenamente dispuesta la espada del Espíritu. Las manos deben luchar valerosamente para combatir la batalla del Señor, para vencer a las potestades que se oponen, para que permanezcas invicto de todas las asechanzas de los herejes. (San Cirilo de Jerusalén. Procatequesis, o palabras previas a las catequesis, 10)

En este texto habla de armas, de forma figurada. No son armas para dañar, sino talentos que nos permitan afrontar los peligros que acechan en el día a día de todos nosotros. 

Habla de cuatro clases de enemigos representan maneras diferentes de oponerse religiosamente o ideológicamente a la verdad del Evangelio. El “griego”  es quien sólo ve el sentido racional de todo e intenta atar a Dios mismo a la limitada lógica humana. El “hereje” es quien suplanta a Dios por cualquier tipo de ídolo o confiere al ser humano capacidades mágicas que le permiten “ser como Dios”. El “judío” es quien ve la fe como una realidad socio-cultural que les hace sentirse como elegidos. Esperan un mesías político que les libere. El “samaritano” es quien adapta la Revelación y promesas de Dios, a su realidad identitaria-cultural, al igual que los judíos, no reconocen al Mesías.

La espada del Espíritu, puede parecernos algo fuera de tono en este siglo XXI. No se trata de una herramienta de guerra que busque dañar a nadie. Es parte de la armadura espiritual con la que San Pablo busca que estemos preparados para luchar eficazmente contra el maligno (Efesios 6:13).

¿Cuál es la batalla del Señor? Lo podemos ver claramente si repasamos el Apocalipsis de San Juan. Leamos los mensajes a las siete Iglesias. En cada una de ellas aparece un “frente de batalla” que no es más que aquello en que traicionamos lo que Dios nos ha encomendado. También hay una promesa para quien venciera en cada una de esas batalla:

En el caso de Tiatira se echa en cara que permitan que doctrinas no cristianas seduzcan a los fieles y que se incite a comer cosas sacrificadas a los ídolos. A quien venza se le promete que le dará autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de rectitud y justicia.

Otro ejemplo, la Iglesia de Éfeso: El Ángel reprende a la Iglesia porque: “... has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras". Quien venza en esta batalla tiene la siguiente promesa: “... le daré de comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios".

Las batallas que se presentan son batallas interiores a cada uno de nosotros y también, a la propia Iglesia. Estas son las batallas que nos señala el Señor. Si leemos todos los mensajes a las Iglesias, nos daremos cuenta que son tan actuales, que parecen sacados de ayer mismo.

Hace un mes, aproximadamente, mi trabajo me llevó a visitar un país del este de Europa: Montenegro. Allí tuve la oportunidad de hablar con una compañera y amiga, sobre la pérdida de sentido a la que nos está llevando el “status quo” socio-político. Esta compañera me recriminaba, con amabilidad, que no diera una batalla más directa en mi entorno de influencia. Tenía razón, no puedo negarlo. No tiendo a tomar la “espada” y dar mandobles socio-culturales a todo lo que se mueve. ¿Por qué? Le comentaba que quienes blanden la espada, con formas más o menos violentas, son “cauterizados” rápidamente por la sociedad. Algunos conozco que han terminado quemados y cansados, porque no consiguen nada dando mandobles dialécticos. A este cansancio se une la tensión que genera una pléyade de fans enfervorizados, que desgastan más que ayudan. No creo que ese sea el camino, pero ¿Cuál es entonces el camino?

Cristo mismo nos indicó: “Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas” (Mt 10, 16). Las hordas de fans son un gran problema. No lo digo yo, leamos otro pasaje del Evangelio: “La gente entonces, al ver la señal que Jesús había hecho, decía: Verdaderamente este es el Profeta que había de venir al mundo. Por lo que Jesús, dándose cuenta de que iban a venir y llevárselo por la fuerza para hacerle rey, se retiró otra vez al monte Él solo.” (Jn 6, 14-15).

Ser astuto como serpiente conlleva saber plantar la Semilla del Reino sin hacer grandes signos ni espectáculos. La Semilla se siembra con cuidado, lanzándola con astucia en cada momento de nuestra vida. Se puede sembrar de forma que nadie se llegue a dar cuenta directa, pero sienta que lo que le dices les llena con una Luz especial. Una Luz que da esperanza, porque llena de sentido. No hace falta que la Luz aparezca de inmediato. Cada semilla, dependiendo de la tierra y el cuidado, tardará más o menos. Sólo Dios sabe. ¿Y la “espada del Espíritu”? Precisamente la espada es la que paraliza a los cuatro enemigos y te permite seguir adelante lanzando la Semilla.

Yo a esto le llamo Nueva Evangelización. Lo hago porque busca devolver al “amor primero” a quien están buscando un camino que ha sido borrado por la sociedad actual. El cristianismo desaparece en occidente ¿Qué hacemos? Tengo una certeza que me sigue dando fuerzas para seguir adelante: si todos los católicos nos dedicáramos a lanzar estas Semillas del Reino, todo sería muy diferente en esta sociedad, en la Iglesia y en nosotros mismos. Dios dirá, que es quien manda.

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