Hispania Martyr nos regala la tercera entrega de la vida y martirio del Dr. Mullerat
Mariano Mullerat Soldevila (y 3)
13 de agosto, san Hipólito mártir
A las seis de la madrugada del 13 de agosto de 1936, fiesta de san Hipólito mártir, una cuadrilla de milicianos irrumpió violentamente en casa del Dr. Mullerat. Cuenta su hija Adela, que entonces tenía 4 años, que su abuela las despertó y dijo: -Levantaos, niñas, que vienen a buscar a vuestro padre.
Hicieron un registro y comenzaron a arrojar por el balcón los objetos religiosos que hallaban, y les prendieron fuego en medio de la calle, obligando a don Mariano a firmar un documento para sacar el dinero de su cuenta del banco, diciéndole: -Si no firmas, aquí mismo te levantamos la tapa de los sesos (Positio Super Martirio, p. 189).
Luego, vigilado por un miliciano, entro en la sala, y arrodillándose en el reclinatorio rezó y besó la imagen del Santo Cristo de tamaño natural que tenía indulgencia plenaria para él y su familia en la hora de la muerte. Al salir de la habitación el miliciano, impresionado por la actitud de don Mariano, cerró la puerta y dijo a sus compañeros “ésta ya está registrada”, y no entraron.
Dolores, perdónalos como yo les perdono
Se lo llevaron “a declarar” al cuartel de la Guardia Civil, convertido en Comité de milicias. Al despedirse de su esposa con sus hijas, la mayor de 11 años y la pequeña de 3 meses en sus brazos, le dijo: -Dolores, perdónalos como yo les perdono.
Al poco volvieron los milicianos y dijeron:
-Sabemos que tenéis más imágenes; si no quemamos las que quedan, os matamos a todos.
Cuando el abuelo se hallaba a media escalera bajando el crucifijo para llevarlo a la pira de la calle, María Dolores, la hija mayor que tenía 11 años, se interpuso en el rellano y llorando abrazó las piernas del abuelo, y le dijo:
-No lo echéis al fuego, puede que no le hagan nada al padre, o si no, primero echadme a mí.
Los milicianos se fueron abochornados. Así se salvó providencialmente el Crucifijo de la destrucción, y escondido, sería el centro de oraciones de la madre viuda, de sus cuatro hijas huérfanas y de sus familiares durante los 28 meses transcurridos hasta la liberación de Arbeca el 14 de enero de 1939.
Detenido en el ex cuartel de la Guardia Civil
El Doctor Mullerat llevaba siempre consigo el instrumental médico y material de primera necesidad, y estando detenido en el cuartel, curó a uno de sus guardianes de una herida que se causó él mismo al disparársele el arma con la que le custodiaba.
Le subieron a un camión junto con otros cinco católicos arbequinenses con él detenidos: José Sans Balsells, primo de la esposa del Dr. Mullerat; Lorenzo Vidal Ximenos, también pariente de ésta; Lorenzo Segarra Pau, hermano de una carmelita descalza; Juan Gras Navés, que había alojado a las dominicas al ser expulsadas de su colegio; y Manuel Pont Gras, que intentó salvar de la hoguera la imagen de la Virgen de la parroquia.
Consciente de que no iba a volver, don Mariano escribió en un papel el nombre de los pacientes que esperaban su visita, y pidió que lo hiciesen llegar a manos de su amigo el médico Dr. Galcerán, para que no quedasen desatendidos.
Una madre de familia se acercó al camión que ya salía, y pidió entre gritos y lágrimas a
los miembros del comité que dejaran en libertad al doctor Mullerat para que pudiera visitar a un hijo suyo que atendía por estar gravemente enfermo. El camión se detuvo, y el doctor Mullerat, se dirigió a la madre angustiada y le dijo:
-No llores. Tu hijo no morirá.
Sacó una libreta y le escribió una receta.
-Dale este medicamento a tu hijo -le dijo- y reza, que Dios te ayudará.
El padre de aquel niño enfermo formaba parte de la comitiva que le iba a ejecutar y quemar luego su cuerpo agonizante. A la hora en que el doctor Mullerat era asesinado, el hijo de aquella mujer y del miliciano piquetero quedaba totalmente curado.
Recemos a Dios, las horas de nuestra vida están contadas
Cuenta Magdalena Marimón, que vivía enfrente del cuartel, y se hallaba presente, que don Mariano, presintiendo que iban a ser asesinados, les dijo serenamente a sus compañeros:
-Recemos el acto de contrición, que las horas de nuestra vida están contadas.
Haciendo todos dicho acto. En el trayecto hacia el martirio los seis detenidos fueron maltratados cruelmente. El camión con los seis vecinos presos llegó a un llano llamado «la gravera del Pla», a tres kilómetros de Arbeca por la carretera de las Borges Blanques, donde los hicieron descender ante unas setenta personas allí se congregadas, unos con armas dispuestos a participar en la ejecución, y otros para presenciarla de cerca. Al bajar del camión don Mariano exhortó nuevamente a sus compañeros a rezar de nuevo el acto de contrición y a perdonar a sus verdugos. Al verle rezar un miliciano le asestó un golpe en el rostro con una azada que hizo que se le saltaran los dientes. Les pusieron en fila junto a la carretera; a Don Mariano de espaldas, porque su mirada bondadosa y compasiva les resultaba insoportable.
Cuenta su hija María Dolores que el joven Antonio Martí Tilló, que volvía del servicio militar, y que al pasar por el Pla fue testigo presencial de la ejecución, vino a verles muy afectado, y les contó que oyó como don Mariano pronunciaba estas palabras: -En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Magí Setó declara que su padre volvió a casa a media mañana muy preocupado:
«Mi madre le preguntó cómo volvía tan pronto de trabajar, y mi padre le dijo: Lo he dejado porque no podía resistir los gritos de dolor que me llegaban del Pla. He visto humo, y todo me ha dado la certeza de que estaban matando a gente».
Con los impactos de las balas en sus cuerpos y estando, al menos algunos, todavía con vida, les pusieron leña encima, los rociaron con gasolina y les prendieron fuego.
Mosén Antonio Escalé, rector de Arbeca, da cuenta el 21 de julio de 1941 al Arzobispo de Tarragona:
«Los cadáveres de los seis fueron quemados antes de morir, como lo prueban los horrorosos gritos que se oían desde las afueras de Arbeca».
Bajo estas líneas, el monumento que se levantó en el lugar exacto del martirio.
Tras el martirio
Aquella tarde partió de Lérida una crónica para el periódico barcelonés La Rambla, en que se presentaba a los asesinados como atacantes fascistas apostados al borde de la carretera, a los que los milicianos que circulaban por ella se vieron obligados a repeler,
causándoles algunos muertos, entre otros, el médico de Arbeca, al que se mencionaba expresamente como agresor.
Los familiares de los asesinados, con valentía y riesgo, recogieron restos calcinados esparcidos por el lugar. El 15 de agosto, Teresa Sans, niñera de las hijas de Mullerat, halló entre ellos el termómetro de Don Mariano, la jeringa para las inyecciones, la llave de su casa, y el Santo Cristo que siempre llevaba en el bolsillo con la madera quemada, que la familia guarda como reliquias.
La fama de martirio del nuevo beato comenzó a raíz de su muerte, y ya el 4 de enero de 1942, la Hoja Diocesana de Barcelona publicaba amplia reseña de su vida e inmolación redactada por su pariente Mn. Luis Carreras.
De Roma viene lo que a Roma va (Mn. Salvador Nonell, fundador de Hispania Martyr)
En 1987, tras la reanudación de los procesos y la beatificación de las primeras mártires de la persecución religiosa en España, la familia Mullerat y amigos de Don Mariano decidieron promover su causa de beatificación y comenzaron a recoger testimonios escritos para una biografía, que en su caso se presentarían en un proceso diocesano.
Próximo el centenario de su nacimiento, en 1997, se formó con ellos la publicación: Homenatge a Marià Mullerat Soldevila. En 1998 se constituyó la Asociación de Amigos de Marià Mullerat y se nombró postulador. La Asociación ha venido publicando un ferviente portavoz informativo trimestral con textos del mártir y retazos de su biografía. Tras distintas reticencias, el 9 de julio de 2003 tuvo lugar la sesión de apertura de la Causa, que monseñor Luis Martínez Sistach concluyó el 26 de abril de 2004 en el Arzobispado de Tarragona, acto al que asistieron las hijas del Siervo de Dios, el postulador, el Presidente de los Amigos de Mariano Mullerat, así como, entre otros, Mn. Blas Quintana, Canónigo de la Catedral y expresidente de Hispania Martyr, y el secretario de ésta, don Pedro Sureda.
Pendiente la crónica de la ceremonia de beatificación, concluimos este esbozo biográfico haciendo nuestra la oración de intercesión que la Hna. Luisa Capdevila, carmelita vedruna, refiere que en su dolorosa enfermedad dirigía al nuevo beato mártir Mariano Mullerat:
Sé que la Virgen María no te niega nada, porque defendiste su virginidad cuando el profesor de la Universidad la negaba. Ayúdame en mi dolor. Y añade: Le pido la curación con tanta fe que, tras repetirla dos o tres veces, ya no siento el dolor.