Los Límites de la Razón
LOS LÍMITES DE LA RAZÓN
Con los años, cada uno descubrimos nuestra propia ignorancia. No solo en el campo científico y literario, sino también en lo religioso y eclesial. También que la bondad no va unida al conocimiento. Saber más no implica ser mejor. Nuestras limitaciones nos enseñan a ser humildes.
“Nosotros llegamos a comprender muy pobremente la verdad que recibimos del Señor. Con mayor dificultad todavía llegamos a expresarla. Por ello no podemos pretender que nuestro modo de entenderla nos autorice a ejercer una supervisión estricta de la vida de los demás”.
Por este motivo, existen en la Iglesia distintas maneras de interpretar la doctrina y la vida cristiana. Carismas verdaderos originan expresiones distintas. No solo en la interpretación teórica, sino en vivencia práctica. Esto nos enriquece a todos y nos muestra la vitalidad de nuestra fe. No significa una dispersión sino un enriquecimiento de nuestra vitalidad cristiana. “Precisamente, algunas corrientes gnósticas despreciaron la sencillez tan concreta del Evangelio e intentaron reemplazar al Dios Trinitario y encarnado por una Unidad superior donde desaparecía la rica multiplicidad de nuestra historia”.
Nuestra comprensión y vivencia dela doctrina siempre es un sistema abierto a una mejor comprensión. Las mismas preguntas que se hace el pueblo cristiano en su caminar histórico tienen valor para descubrir más profundamente el sentido de nuestra fe . Sus preguntas nos cuestionan.
Detrás del saber se esconde, una suficiencia no buena: “Con frecuencia se produce una peligrosa confusión: creer que, porque sabemos algo o podemos explicarlo con una determinada lógica, ya somos santos, perfectos, mejores que la masa ignorante. A todos los que en la Iglesia tienen la posibilidad de una formación más alta, san Juan Pablo II les advertía de la tentación de de desarrollar << un cierto sentimiento de superioridad respecto de los demás fieles>>. Pero en realidad eso que creemos saber debería ser siempre una motivación para responder mejor al amor de Dios, porque <>”.
Ya san Francisco advertía a san Antonio: <>.
San Buenaventura sigue el mismo camino cuando afirma: <>.
Con los años, cada uno descubrimos nuestra propia ignorancia. No solo en el campo científico y literario, sino también en lo religioso y eclesial. También que la bondad no va unida al conocimiento. Saber más no implica ser mejor. Nuestras limitaciones nos enseñan a ser humildes.
“Nosotros llegamos a comprender muy pobremente la verdad que recibimos del Señor. Con mayor dificultad todavía llegamos a expresarla. Por ello no podemos pretender que nuestro modo de entenderla nos autorice a ejercer una supervisión estricta de la vida de los demás”.
Por este motivo, existen en la Iglesia distintas maneras de interpretar la doctrina y la vida cristiana. Carismas verdaderos originan expresiones distintas. No solo en la interpretación teórica, sino en vivencia práctica. Esto nos enriquece a todos y nos muestra la vitalidad de nuestra fe. No significa una dispersión sino un enriquecimiento de nuestra vitalidad cristiana. “Precisamente, algunas corrientes gnósticas despreciaron la sencillez tan concreta del Evangelio e intentaron reemplazar al Dios Trinitario y encarnado por una Unidad superior donde desaparecía la rica multiplicidad de nuestra historia”.
Nuestra comprensión y vivencia dela doctrina siempre es un sistema abierto a una mejor comprensión. Las mismas preguntas que se hace el pueblo cristiano en su caminar histórico tienen valor para descubrir más profundamente el sentido de nuestra fe . Sus preguntas nos cuestionan.
Detrás del saber se esconde, una suficiencia no buena: “Con frecuencia se produce una peligrosa confusión: creer que, porque sabemos algo o podemos explicarlo con una determinada lógica, ya somos santos, perfectos, mejores que la masa ignorante. A todos los que en la Iglesia tienen la posibilidad de una formación más alta, san Juan Pablo II les advertía de la tentación de de desarrollar << un cierto sentimiento de superioridad respecto de los demás fieles>>. Pero en realidad eso que creemos saber debería ser siempre una motivación para responder mejor al amor de Dios, porque <
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