Mucho más que vacaciones

Meditación en el Jueves Santo
 - Hoy es uno de los días más densos del año, sobre todo si somos capaces de meternos en el Corazón de Jesucristo. En el marco de la pascua judía celebró Jesús con los suyos la Cena pascual, en la cual instituye la Sagrada Eucaristía, la Pascua cristiana. Acabada la Misa, Cena del Señor, se hace la reserva para adorarle, pero está indicado que no se debe depositar la Eucaristía en un sagrario en forma de sepulcro, rechazando una costumbre de algunos lugares. Hoy todo es Vida entregada a los fieles y depositada en las manos de sacerdotes.

 - En un ambiente de gran emoción para los Apóstoles y cuando todos quieres grabar a fuego sus últimas palabras, escribe san Juan que Jesús: “los amó hasta el extremo”. Y comentaba san Juan Pablo II: «Pensamos justamente que amar hasta el fin significa hasta la muerte, hasta el último aliento. Sin embargo, la Última Cena nos muestra que, para Jesús, “hasta el fin” significa más allá del último aliento, más allá de la muerte (...) Amar “hasta el fin”, significa, pues, para Cristo, amar mediante la muerte: ¡Amar hasta los extremos de la Eucaristía!». 

- El Corazón de Cristo manifiesta su Amor en tres dimensiones: la institución de la Sagrada Eucaristía; la institución del sacramento del Orden Sacerdotal; y el Mandamiento Nuevo de la caridad. Todo ello reclama una importante conversión: primero, la fe sobrenatural para ver a Jesús en el Pan y en el Vino, y luego la caridad para superar las barreras humanas con el prójimo. Al decir Jesús: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía” habla con total realismo pues la Eucaristía no es un memorial o recuerdo de Jesús: es la presencia suya por antonomasia -como afirmaba el beato Pablo VI)- con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. La Eucaristía no es un símbolo porque es Cristo mismo, oculto bajo las especies del sacramento. 

- Hoy podemos hacer algunos propósitos: tratar a Jesús sacramentado con más fe y amor, p.ej. participando con mayor frecuencia entre semana en la Santa Misa, y superando los inconvenientes -tan ridículos, a veces- para cumplir siempre con el precepto dominical. “Dejad todo en el día del Señor y corred con diligencia a vuestras asambleas, porque es vuestra alabanza a Dios” (Didascalia de los Apóstoles, s.III). Es una cuestión de fe cristiana y de testimonio no confundir el Domingo con el “fin de semana”, aunque parece que esto es ir contracorriente. Sin embargo hay muchas familias con fe que saben hacerlo. 

-Además del renovar el propósito de recibir siempre la Comunión debidamente preparados y sin tener conciencia de pecado mortal, procuraremos vivir la caridad teniendo un corazón más cristiano: nos lo recuerda hoy el gesto del lavatorio de los pies. Es imposible separar la Eucaristía y la caridad: la Eucaristía construye la Iglesia y da la vida sobrenatural a los creyentes. Y algo muy importante, y más ante la JMJ sobre a vocación de los jóvenes, es preguntarse si mi comunidad cristiana prepara las vocaciones al sacerdocio: las familias cristianas deber ser semillero de vocaciones, y así los jóvenes perderán el miedo a la llamada de Dios. 

- Terminada la Eucaristía se procede a la solemne Procesión con el Santísimo hasta el Monumento preparado “a lo grande” acompañándole con cánticos eucarísticos. Llegados al Monumento el sacerdote inciensa y adora al Santísimo Sacramento, mientras los fieles lo adoran de rodillas cantado el Tantum ergo: “Veneremos, pues, inclinado tan gran Sacramento”. Este tiempo de recogimiento y adoración al Señor, verdadera, real y sustancialmente presente, con su Cuerpo y Sangre en el Sacramento, nos adentra ya en la eternidad.