Pinochet, Allende, el Papa y los novios
La relevancia del mensajero carece de importancia en las malas noticias: tanto da que el cáncer terminal te lo diagnostique un médico con el MIR recién aprobado que Severo Ochoa. O que quien te notifique el desahucio, en vez del último mono del Santander, sea Ana Patricia Botín. En las buenas son otra cosa. En las alegrías sí es determinante el personaje. No es lo mismo que te case un concejal en un juzgado que el Papa en un avión. De ahí el hormigueo en el estómago de la pareja de tripulantes a la que Francisco ha unido en matrimonio en pleno vuelo durante su viaje a Chile, ese país complejo por la confluencia de símbolos opuestos: los Andes y Atacama en lo geográfico, Viña del Mar y Víctor Jara en lo cultural, Pinochet y Allende en lo político.
El sí quiero de los novios no ha sido el único aspecto positivo de la visita, que ha servido también para que el pontífice refuerce su compromiso con los marginados y para que la izquierda se muestre como lo que es, la hipócrita hostigadora de la Iglesia católica, a la que exige penitencia por lo que pasó en Santiago, sea lo que fuere, mientras aplaude lo que pasó en La Habana, sea lo que fuere. Huelga decir que si la izquierda no pide la absolución para sus propios pecados es porque cree que no los tiene. De modo que equipara a los Castro con Los indios Tabajara, que son la sublimación de Los Pekenikes, como Joan Báez es la sublimación de Mari Trini.
Y, puesto en comparaciones, bueno es decir que en tanto que Dios es perdón, la izquierda es denuncia porque no sabe ser perdón. La izquierda no busca redimir al hombre, sino eliminar un modelo, el capitalista, que en lo económico genera en el hombre cierta ilusión, pues, aunque se apuntale en Wall Street, tiene como efecto positivo la paga de beneficios. O lo que es lo mismo, la semana de vacaciones en Oviedo. Frente a esta perspectiva, el comunismo propone un verano de botijos. Y una ideología sustentada en la aniquilación de la fe. Y de Estados Unidos, que ahora, además de la CIA, es Trump. Desde luego, si mi referente fuera Trump no sería de derechas, pero como es Suárez no puedo ser otra cosa.
El sí quiero de los novios no ha sido el único aspecto positivo de la visita, que ha servido también para que el pontífice refuerce su compromiso con los marginados y para que la izquierda se muestre como lo que es, la hipócrita hostigadora de la Iglesia católica, a la que exige penitencia por lo que pasó en Santiago, sea lo que fuere, mientras aplaude lo que pasó en La Habana, sea lo que fuere. Huelga decir que si la izquierda no pide la absolución para sus propios pecados es porque cree que no los tiene. De modo que equipara a los Castro con Los indios Tabajara, que son la sublimación de Los Pekenikes, como Joan Báez es la sublimación de Mari Trini.
Y, puesto en comparaciones, bueno es decir que en tanto que Dios es perdón, la izquierda es denuncia porque no sabe ser perdón. La izquierda no busca redimir al hombre, sino eliminar un modelo, el capitalista, que en lo económico genera en el hombre cierta ilusión, pues, aunque se apuntale en Wall Street, tiene como efecto positivo la paga de beneficios. O lo que es lo mismo, la semana de vacaciones en Oviedo. Frente a esta perspectiva, el comunismo propone un verano de botijos. Y una ideología sustentada en la aniquilación de la fe. Y de Estados Unidos, que ahora, además de la CIA, es Trump. Desde luego, si mi referente fuera Trump no sería de derechas, pero como es Suárez no puedo ser otra cosa.
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