El Valle de los Caídos: la Basílica de los Mártires.4
Una semana después de la beatificación del 11 de noviembre de 2017, celebrada en el Palacio de Vistalegre de Madrid, tuvo lugar una nueva celebración martirial. El Obispo de Alcalá de Henares, monseñor Juan Antonio Reig Pla, presidía, en el Cementerio de los Mártires de Paracuellos, la Santa Misa con ocasión del LXXXI Aniversario del Martirio de 143 Beatos de Paracuellos de Jarama.
En la homilía el Sr. Obispo decía: "con inmensa alegría hemos recibido como regalo del Papa Francisco la beatificación de otros nueve hermanos que reposan en este cementerio humilde de Paracuellos, constituido por la Providencia en la Catedral de los mártires de la persecución religiosa sufrida en España en el siglo XX. Con ellos ya son 143 los beatificados cuyos cuerpos esperan en este valle la llamada de la resurrección. Como los pinos, que fueron testigos de su martirio, extienden sus ramas, así nosotros abrimos hoy nuestros corazones para abrazarles como vencedores en el combate de la fe".
Pues también el Valle de los Caídos sumaba dos beatos más
Tras la beatificación de los 115 mártires de Almería, serían 57 los beatos recogidos en las diferentes capillas de la Basílica de la Abadía de la Santa Cruz. Tras la celebración del 11 de noviembre de 2017 en Madrid, la suma total de Beatos es de 59 mártires. Se suman los beatos Manuel Requejo, sacerdote paúl, y Rafael Lluch, seglar Congregante.
BEATO MANUEL REQUEJO PÉREZ
El P. Requejo ingresó en la Congregación de la Misión a los 56 años de edad y 33 de sacerdocio, con una trayectoria brillante. Renunció a todos los cargos y dignidades para iniciar el noviciado en París. El P. Carmelo Ballester Nieto, C.M., que lo conocía bien, sin duda a través de su hermana sor Mercedes Requejo, fue quien lo presentó al superior general, P. Francisco Verdier, elogiando su piedad y buenas cualidades. Su único destino como Padre Paúl fue la comunidad de Fernández de la Hoz en Madrid, a donde llegó en noviembre de 1930, si bien siguió perteneciendo a la provincia francesa de Aquitania.
Desde el 18 de agosto de 1936 se encontraba el P. Requejo en el asilo de ancianos de las Hermanitas de los Pobres de la calle Doctor Esquerdo, mezclado con los ancianos, vistiendo y viviendo como uno de ellos. En las mismas condiciones estaba refugiado allí un sacerdote redentorista, P. Antonio Girón González. Por tratarse de una congregación francesa no despidieron a las Hermanitas, pero el día 24 de agosto los comunistas se incautaron de la casa, colocaron sus mandos en puestos claves y fueron unos días trágicos. A las seis de la tarde, los dos sacerdotes y la Hermana sacristana comulgaron y consumieron la Eucaristía de la capilla. El P. Redentorista dijo a la Hermana: “Ahora sí que es para el Cielo”.
A los ancianos les sometieron a largos interrogatorios. El domingo 30 de agosto llegó el turno al P. Girón y al P. Requejo, ninguno de los dos negó su condición de sacerdote y religioso. Inmediatamente los montaron en un automóvil y se los llevaron a fusilar. El portero del asilo, que les vio subir al auto, observó que el P. Requejo iba con paso firme, alta la cabeza. Este portero era un preso común que tenía 30 años de presidio. Uno de los milicianos apodado el matador, le decía a un joven de 17 años a quien estaban adiestrando a disparar con buena puntería, que matara a esos dos sacerdotes, porque no se moverían. Los cadáveres aparecieron al día siguiente en un descampado llamado Fuente Carrantona, cerca de Vicálvaro.
Los dos fueron enterrados en el Patio de la Paz del cementerio de Vallecas (Madrid). Fueron exhumados el 6 de marzo de 1965, y trasladados al Valle. Se hallan en la capilla de Nuestra Señora del Pilar de la Basílica (Salvo / Moreno Garvi).
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BEATO RAFAEL LLUCH GARÍN
Rafael era el menor en una familia de la clase media alta de Valencia, exquisita en cuanto a la educación religiosa, moral, social y cultural de sus hijos. Su madre, María Garín Martí, y sus hermanos mayores serán sus modelos desde niño. El padre, D. José Lluch Meléndez, catedrático de matemáticas, falleció el 24 de octubre de 1918, cuando él tenía apenas dos años.
En 1928 la familia se trasladó a Madrid. En 1931 se fundó la rama juvenil de la Asociación de la Medalla Milagrosa en la Basílica de la Virgen de la Medalla Milagrosa y entre los fundadores, figuran sus hermanos Vicente y Santiago. Este último fue un gran misionero paúl en Norteamérica y muy buen músico. Rafael también formó parte de la Asociación y ayudaba a misa en la Basílica cuando celebraba el P. Serra. En 1933 regresaron a Valencia, sin perder el contacto con el centro mariano de la Basílica de la Virgen Milagrosa de Madrid.
En 1936 Rafael era un joven de 19 años de espléndida salud y constitución atlética, alegre, inteligente, muy responsable, generoso, de recta moral, servicial, piadoso, y de fina sensibilidad artística. En plena persecución religiosa llevaba en el bolsillo una estampa de la Virgen de los Desamparados. Advertido del peligro de llevar símbolos religiosos, contestó: “Antes me quitan la vida que a mi Madre”. Desde la casa de su amigo José Luis Giménez Sanchín, en la Cañada, cerca de Valencia se oían las ametralladoras que en el picadero de Paterna fusilaban a la gente. Él declaró que si venían a por él moriría gritando ¡Viva Cristo Rey! Es lo que hizo.
El 20 de julio de 1936 fue apresado su cuñado, el farmacéutico de Picassent (Valencia) y él se hizo cargo del establecimiento. Regentaba la farmacia con el beneplácito de las autoridades republicanas, pero bien controlado. Al anochecer del 12 de octubre de 1936 dos milicianos y una chica de Alcàsser con correaje y pistola, inspeccionaron la farmacia. Le quitaron su bicicleta Altión que le servía de transporte y no protestó. Pero cuando los milicianos comenzaron a proferir blasfemias contra la Madre de Dios, y quisieron arrancar el cuadro de la Virgen que se hallaba en la zona del laboratorio, Rafael les dijo que se llevaran lo que quisieran, pero que no tocaran a la Virgen. Ante esta actitud la miliciana dijo: ¿Y a este guapo lo vais a dejar aquí?... Inmediatamente se lo llevaron preso. Lo retuvieron tres días en el cuartel de la guardia civil de Sollana, incitándole a blasfemar, con amenazas de represalias y el día 15 de octubre lo mataron en Silla. Los Milicianos asesinos entregaron a su madre esta nota encontrada en su bolsillo: “No llores, mamá; quiero que estés contenta, porque tu hijo es muy feliz. Voy a dar la vida por nuestro Dios. En el Cielo te espero”.
Enterrado en fosa común en el cementerio de Silla, sin caja, la inhumación del cadáver de Rafael fue imposible. Fueron trasladados en masa a la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos en 1959 (Salvo / Moreno Garvi).