Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
Domingo de Pentecostés
Para empezar: Retírate… Recógete… Silénciate… E invoca intensamente al Espíritu Santo en la paz interior del corazón… Fuego ardiente de amor eterno lléname y abrásame según los designios del Padre que es Amor, del Hijo que es Amor y de Ti mismo, ¡oh Espíritu Santo!, que eres también Amor, y llama personal de Amor viva… Ven…
Lee despacio el texto del Evangelio: Juan 20,19-23
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto, entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado así también os envío yo”. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Contemplar…, y Vivir…
[Toda la Palabra de Dios de este domingo está llena del mismo acontecimiento: el envío del Espíritu Santo. “Se llenaron todos de Espíritu Santo” (1ª lectura), y ese mismo Espíritu habita y actúa en los corazones de los fieles, transformándolos y disponiéndolos para la confesión de la fe y para vivir otros dones y carismas (2ª lectura). Es Pentecostés, cincuenta días, (imagen de la vida eterna), después de la Pascua].
1/ En el Evangelio, contemplamos el don del Espíritu que Jesús mismo da a sus discípulos. Sitúate tu también allí, con ellos: es el día de la Resurrección, el domingo por la tarde. Están reunidos y encerrados en una casa por miedo a los judíos. Cuando a nosotros nos pasa algo así, estamos física y espiritualmente mal, muy mal. Tanto que no podemos salir de ese estado por nosotros mismos. Tiene que venir alguien de fuera, animarnos, alegrarnos, estimularnos y ayudarnos a salir…Eso ya es un regalazo que nunca sabremos agradecer suficientemente. Eso es lo que hace Jesús con sus discípulos y con cada uno de nosotros y lo hace cuanto antes y lo hace con frecuencia. ¿Has caído en la cuenta de ello? ¿Cuándo te ha ocurrido y cómo lo has resuelto? Pídele a Jesús con humilde y fuerte insistencia que lo haga siempre así contigo, que lo haga de verdad… Que te saque y que lance a los caminos de la vida, del servicio y del amor olvidándote un poco más de ti y de tus dificultades.
2/ Entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Jesús viene dando y regalando paz: ese don que serena, equilibra y fortalece. La paz de Dios, de Jesús, no es un simple saludo, es un don interior, que pone las cosas en orden, quita la turbación y el miedo; don del que estamos siempre necesitados y es urgente en nuestro mundo. La paz es el signo de la presencia y de la acción del Espíritu en el frágil corazón humano, y que impulsa a actuar con la seguridad de estar acompañado por el Señor. ¿Tienes paz en tu corazón? ¿La pierdes con facilidad? ¿Cuándo la pierdes y por qué? Búscala siempre en Jesús que dijo: “os dejo la paz, os doy mi paz, que no es la del mundo”.
3/ Fíjate bien: dada la paz, Jesús les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Con ese gesto les está diciendo, -te está diciendo-, que su pasión, muerte y resurrección les ha sacado del mal, y de todo lo que les podía hacer daño. Y los discípulos han entendido, puesto que se llenaron de alegría y vieron al Señor, es decir, le reconocen y confiesan con mucha alegría, como el Crucificado-Resucitado. Ahora, solo ahora, están en condiciones de acoger el don que Él les va a regalar: el Espíritu Santo. Sin paz, sin alegría, sin fe no pueden ni acoger, ni actuar bajo la acción siempre saludable del Espíritu Santo. Contempla bien: Jesús te está mostrando a ti, ahora, sus llagas… ¿Te está llenando de alegría? ¿Le ves? ¿Puedes confesar que es el Señor o todavía tienes dudas?
4/ Como el Padre me ha enviado así también os envío yo. Eso vale también para ti porque tú estás ahí… ¿Aceptas ser enviado por Jesús? ¡Entonces tendrás la capacidad de testimoniarle, de mostrarle en tu modo de ser y de vivir! Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. El soplo de Jesús es el Espíritu Santo. Acoge ese soplo y recibe el Espíritu… Hazte todo capacidad, que Él te va llenar… Ahora lo está haciendo contigo, en ti… Acoge…, recibe el Espíritu… ¡Momento sacratísimo, dentro, muy dentro de ti! “Nada te turbe, nada te espante”… Atento: el Espíritu Santo es como el viento que empuja, sacude y mueve, como el aire que necesitamos para respirar… ¡Pero no hay que hacer ningún esfuerzo! Simplemente cree, consiente, hazte capacidad… Simplemente te está llenando… Esta es la experiencia fundamental de quienes son conscientes de la presencia y de la acción del Espíritu Santo… Simplemente te está llenando… En ti está aconteciendo Pentecostés… Simplemente…, acoge…, acoge…, acoge… Y déjate en Él… Está recreando el hombre nuevo en ti…
5/ A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Para esto el Espíritu Santo. Para perdonar, siempre perdonar. Jesús envía a sus discípulos y les otorga el don del Espíritu Santo para el perdón de los pecados. La Iglesia sigue teniendo ese poder total sobre el pecado, en sus ministros sagrados. ¡Qué tranquilidad y seguridad! Siempre que los necesitamos ahí están. Pero todos, tú también, aunque hagan o te hagan mal, siempre estás llamado a perdonar. Se te ha dado el Espíritu Santo que es Amor, y el Amor no pasa nunca y perdona siempre… Te conviene además recordar que el Espíritu Santo está presente y actúa en las personas y en los acontecimientos. Recordarlo, al menos en Pentecostés, ayuda a celebrar y vivir el amor de Dios Padre revelado en Jesucristo, un amor tan “intenso” que no es un sentimiento y ni siquiera una actitud como el amor humano sino que es una “persona divina”. Goza y canta… Más todavía…
Para terminar: Hazlo a tu manera, como el Espíritu te sugiera. Recoge siquiera alguno de los frutos más sentidos, percibidos y gustados en la contemplación; da gracias y mira cómo puedes guardarlos. Consciente, eso sí, muy consciente, de que eres una creatura nueva, un hombre nuevo animado por el Espíritu Santo. Pero con la simplicidad de quien no se cree más y mejor que nadie, simplemente que quiere e intenta dejarse influir y llevar en todo por la suave e imperceptible brisa del Espíritu Santo. Y durante la semana repite: Fuego ardiente de caridad, que en todo sepa amar y entregarme a Dios y a los demás.
Domingo de Pentecostés
Para empezar: Retírate… Recógete… Silénciate… E invoca intensamente al Espíritu Santo en la paz interior del corazón… Fuego ardiente de amor eterno lléname y abrásame según los designios del Padre que es Amor, del Hijo que es Amor y de Ti mismo, ¡oh Espíritu Santo!, que eres también Amor, y llama personal de Amor viva… Ven…
Lee despacio el texto del Evangelio: Juan 20,19-23
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto, entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado así también os envío yo”. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
Contemplar…, y Vivir…
[Toda la Palabra de Dios de este domingo está llena del mismo acontecimiento: el envío del Espíritu Santo. “Se llenaron todos de Espíritu Santo” (1ª lectura), y ese mismo Espíritu habita y actúa en los corazones de los fieles, transformándolos y disponiéndolos para la confesión de la fe y para vivir otros dones y carismas (2ª lectura). Es Pentecostés, cincuenta días, (imagen de la vida eterna), después de la Pascua].
1/ En el Evangelio, contemplamos el don del Espíritu que Jesús mismo da a sus discípulos. Sitúate tu también allí, con ellos: es el día de la Resurrección, el domingo por la tarde. Están reunidos y encerrados en una casa por miedo a los judíos. Cuando a nosotros nos pasa algo así, estamos física y espiritualmente mal, muy mal. Tanto que no podemos salir de ese estado por nosotros mismos. Tiene que venir alguien de fuera, animarnos, alegrarnos, estimularnos y ayudarnos a salir…Eso ya es un regalazo que nunca sabremos agradecer suficientemente. Eso es lo que hace Jesús con sus discípulos y con cada uno de nosotros y lo hace cuanto antes y lo hace con frecuencia. ¿Has caído en la cuenta de ello? ¿Cuándo te ha ocurrido y cómo lo has resuelto? Pídele a Jesús con humilde y fuerte insistencia que lo haga siempre así contigo, que lo haga de verdad… Que te saque y que lance a los caminos de la vida, del servicio y del amor olvidándote un poco más de ti y de tus dificultades.
2/ Entró Jesús, se puso en medio y les dijo: “Paz a vosotros”. Jesús viene dando y regalando paz: ese don que serena, equilibra y fortalece. La paz de Dios, de Jesús, no es un simple saludo, es un don interior, que pone las cosas en orden, quita la turbación y el miedo; don del que estamos siempre necesitados y es urgente en nuestro mundo. La paz es el signo de la presencia y de la acción del Espíritu en el frágil corazón humano, y que impulsa a actuar con la seguridad de estar acompañado por el Señor. ¿Tienes paz en tu corazón? ¿La pierdes con facilidad? ¿Cuándo la pierdes y por qué? Búscala siempre en Jesús que dijo: “os dejo la paz, os doy mi paz, que no es la del mundo”.
3/ Fíjate bien: dada la paz, Jesús les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Con ese gesto les está diciendo, -te está diciendo-, que su pasión, muerte y resurrección les ha sacado del mal, y de todo lo que les podía hacer daño. Y los discípulos han entendido, puesto que se llenaron de alegría y vieron al Señor, es decir, le reconocen y confiesan con mucha alegría, como el Crucificado-Resucitado. Ahora, solo ahora, están en condiciones de acoger el don que Él les va a regalar: el Espíritu Santo. Sin paz, sin alegría, sin fe no pueden ni acoger, ni actuar bajo la acción siempre saludable del Espíritu Santo. Contempla bien: Jesús te está mostrando a ti, ahora, sus llagas… ¿Te está llenando de alegría? ¿Le ves? ¿Puedes confesar que es el Señor o todavía tienes dudas?
4/ Como el Padre me ha enviado así también os envío yo. Eso vale también para ti porque tú estás ahí… ¿Aceptas ser enviado por Jesús? ¡Entonces tendrás la capacidad de testimoniarle, de mostrarle en tu modo de ser y de vivir! Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. El soplo de Jesús es el Espíritu Santo. Acoge ese soplo y recibe el Espíritu… Hazte todo capacidad, que Él te va llenar… Ahora lo está haciendo contigo, en ti… Acoge…, recibe el Espíritu… ¡Momento sacratísimo, dentro, muy dentro de ti! “Nada te turbe, nada te espante”… Atento: el Espíritu Santo es como el viento que empuja, sacude y mueve, como el aire que necesitamos para respirar… ¡Pero no hay que hacer ningún esfuerzo! Simplemente cree, consiente, hazte capacidad… Simplemente te está llenando… Esta es la experiencia fundamental de quienes son conscientes de la presencia y de la acción del Espíritu Santo… Simplemente te está llenando… En ti está aconteciendo Pentecostés… Simplemente…, acoge…, acoge…, acoge… Y déjate en Él… Está recreando el hombre nuevo en ti…
5/ A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Para esto el Espíritu Santo. Para perdonar, siempre perdonar. Jesús envía a sus discípulos y les otorga el don del Espíritu Santo para el perdón de los pecados. La Iglesia sigue teniendo ese poder total sobre el pecado, en sus ministros sagrados. ¡Qué tranquilidad y seguridad! Siempre que los necesitamos ahí están. Pero todos, tú también, aunque hagan o te hagan mal, siempre estás llamado a perdonar. Se te ha dado el Espíritu Santo que es Amor, y el Amor no pasa nunca y perdona siempre… Te conviene además recordar que el Espíritu Santo está presente y actúa en las personas y en los acontecimientos. Recordarlo, al menos en Pentecostés, ayuda a celebrar y vivir el amor de Dios Padre revelado en Jesucristo, un amor tan “intenso” que no es un sentimiento y ni siquiera una actitud como el amor humano sino que es una “persona divina”. Goza y canta… Más todavía…
Para terminar: Hazlo a tu manera, como el Espíritu te sugiera. Recoge siquiera alguno de los frutos más sentidos, percibidos y gustados en la contemplación; da gracias y mira cómo puedes guardarlos. Consciente, eso sí, muy consciente, de que eres una creatura nueva, un hombre nuevo animado por el Espíritu Santo. Pero con la simplicidad de quien no se cree más y mejor que nadie, simplemente que quiere e intenta dejarse influir y llevar en todo por la suave e imperceptible brisa del Espíritu Santo. Y durante la semana repite: Fuego ardiente de caridad, que en todo sepa amar y entregarme a Dios y a los demás.
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