El B. Álvaro del Portillo y la Virgen de Fátima
El B. Álvaro del Portillo y la Virgen de Fátima
Oración del Beato Álvaro del Portillo a la Virgen de Fátima
En el día que celebramos la fiesta litúrgica del Beato Álvaro del Portillo, podemos rezar la oración que el dirigió a la Virgen de Fátima en su Santuario el 25.1.89.
Madre nuestra,
tú acoges benigna las súplicas que los corazones de todo el mundo elevan,
en la confianza de tu poderosa intercesión.
Sé que nos oyes siempre, pero aún así hemos venido desde Roma para decirte lo que ya sabes:
que te amamos, pero queremos amarte más.
Ayúdanos a servir a la Iglesia como ella quiere ser servida: con todo el corazón, con entrega absoluta, con lealtad y fidelidad.
Es lo único que interesa, y es lo que vengo a pedirte, pensando en toda la Obra; que sirvamos cada vez mejor a la Iglesia Santa, dirigida por el Papa y por los Obispos en cada diócesis; que alcancemos a prestar más ayuda a todo el pueblo fiel.
Virgen Inmaculada, Madre del Amor hermoso: ya ves que el mundo se escapa de Jesús, que la familia cristiana se está disgregando, que se infieren tantas ofensas al Señor por parte de esta civilización nuestra.
Ten piedad de las almas que el pecado ha hecho egoístas, y yacen incapaces de levantar el corazón para decirte "Madre nuestra" y para decir a tu Hijo: "¡Aquí estamos!"
Muévelas -y muévenos-, para que nos decidamos a seguir a Jesús por el camino estrecho de la abnegación, que debemos recorrer aunque nos cueste trabajo.
Recuérdanos que la Cruz del Señor no es pesada, porque nuestro Cirineo es Él, Jesús, que la lleva con nosotros y que murió por nuestra salvación.
Madre nuestra, ¡ayúdanos!
Esta oración se recoge en el folleto de la Santa Misa en la fiesta litúrgica del Beato Álvaro, que el Prelado del Opus Dei celebrará en la basílica de San Eugenio el 12 de mayo, víspera del centenario de las apariciones de Fátima.
En el día que celebramos la fiesta litúrgica del Beato Álvaro del Portillo, podemos rezar la oración que el dirigió a la Virgen de Fátima en su Santuario el 25.1.89.
Madre nuestra,
tú acoges benigna las súplicas que los corazones de todo el mundo elevan,
en la confianza de tu poderosa intercesión.
Sé que nos oyes siempre, pero aún así hemos venido desde Roma para decirte lo que ya sabes:
que te amamos, pero queremos amarte más.
Ayúdanos a servir a la Iglesia como ella quiere ser servida: con todo el corazón, con entrega absoluta, con lealtad y fidelidad.
Es lo único que interesa, y es lo que vengo a pedirte, pensando en toda la Obra; que sirvamos cada vez mejor a la Iglesia Santa, dirigida por el Papa y por los Obispos en cada diócesis; que alcancemos a prestar más ayuda a todo el pueblo fiel.
Virgen Inmaculada, Madre del Amor hermoso: ya ves que el mundo se escapa de Jesús, que la familia cristiana se está disgregando, que se infieren tantas ofensas al Señor por parte de esta civilización nuestra.
Ten piedad de las almas que el pecado ha hecho egoístas, y yacen incapaces de levantar el corazón para decirte "Madre nuestra" y para decir a tu Hijo: "¡Aquí estamos!"
Muévelas -y muévenos-, para que nos decidamos a seguir a Jesús por el camino estrecho de la abnegación, que debemos recorrer aunque nos cueste trabajo.
Recuérdanos que la Cruz del Señor no es pesada, porque nuestro Cirineo es Él, Jesús, que la lleva con nosotros y que murió por nuestra salvación.
Madre nuestra, ¡ayúdanos!
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