Preguntar por el alma del hombre
Preguntar por el alma del hombre
PREGUNTAR POR EL ALMA DEL HOMBRE
Estamos metidos de lleno en una vorágine pagana que no se acuerda que el hombre tiene alma. Solo nos llama la atención la materia que se nos cuela por todos los sentidos del cuerpo. Parece que vivimos para vender y para comprar, en definitiva para consumir, y con tanta fiebre de consumo nos estamos consumiendo a nosotros mismos. El ser humano, nosotros, corremos el riego de pasar a un segundo plano. No nos interesa la dignidad del hombre, nos hemos convertido en máquina al servicio de una economía de mercado.
El Papa Emérito Benedicto XVI, se ha convertido en un verdadero profeta de los tiempos modernos, decía lo siguiente en una homilía pronunciada con motivo de una primera Misa: En realidad, el hombre no solo vive de frigoríficos y de balances. Cuanto más lo intenta, más desesperado se vuelve, más vacía resulta su vida. Hoy necesitamos también, y hoy más que nunca, hombres que no vendan artículos de lujo, que no hagan propaganda política, sino que pregunten por el alma del hombre; que le ayuden a no perder su alma en el trasiego de la vida diaria. Necesitamos sacerdotes; cuantos más ajenos a los negocios del mundo y a la política, tanto mejor.
Y continúa en esta misma homilía destacando al sacerdote como pastor, como servidor. Pero ¿cómo puede serlo?- Se pregunta. Tratando de llevar a los hombres a Cristo, a la Verdad y al Amor. El hombre de hoy no solo vive de pan y de dinero. Y para ello hay que llevar al hombre de hoy la Palabra de siempre. Y dejar que la Palabra hable. Palabra y sacramentos, esas son las armas de que dispone la Iglesia para llevar las almas a Dios.
Pero, algunos se preguntan ¿qué es eso de la palabra, si lo que cuentan son los hechos? Para muchos las palabras no son nada, han perdido valor. Pero esas son las palabras humanas, nunca la Palabra de Dios. Una sola palabra humana mal pronunciada puede llevar a la ruina a una persona, pero la Palabra de Dios es Espíritu y Vida.
Hay que dejar hablar a Dios. El silencio es imprescindible en un proceso de salvación del hombre, de defensa de su alma. El ruido nos aturde, y no nos deja escuchar la Voz que viene de lo alto. El hombre de hoy necesita escuchar la Palabra. El fiel que acude a Misa cada domingo necesita escuchar la Palabra de Dios. Y hay que enseñar y aprender a pensar. Si no pensamos no asimilamos, no podemos tomar decisiones y, por lo tanto, no somos libres.
Que los niños y los jóvenes aprendan a vivir, y no se dejen engullir por la vorágine de la vida. Necesitamos hoy personas que puedan escuchar, y asimilar lo que escuchan. Y hablar con los demás con sosiego y corazón. Que la palabra vuelva a tener esa virtud de emocionar, de llevar armonía y paz a los que están a mí alrededor.
Hay que preguntar por el alma del hombre, y tratar de modelarla al gusto de Dios. Solo así haremos posible que haya hombres libres.
Dice en uno de sus escritos Marcel de Corte que son por los valores naturales más simples y más elementales por donde habrá que empezar a reconstruir al hombre. La moralidad, en efecto, no es moralidad sino cuando es vivida, cuando nos exige encarnar nuestra naturaleza humana, y esta encarnación sólo puede ser progresiva, de abajo arriba…Los valores elementales son los valores primitivos y fundamentales que soportan a todos los demás. “El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho”. Y el valor más importante –sigue diciendo Corte-, es la afirmación de sí mismo.
Juan García Inza
Estamos metidos de lleno en una vorágine pagana que no se acuerda que el hombre tiene alma. Solo nos llama la atención la materia que se nos cuela por todos los sentidos del cuerpo. Parece que vivimos para vender y para comprar, en definitiva para consumir, y con tanta fiebre de consumo nos estamos consumiendo a nosotros mismos. El ser humano, nosotros, corremos el riego de pasar a un segundo plano. No nos interesa la dignidad del hombre, nos hemos convertido en máquina al servicio de una economía de mercado.
El Papa Emérito Benedicto XVI, se ha convertido en un verdadero profeta de los tiempos modernos, decía lo siguiente en una homilía pronunciada con motivo de una primera Misa: En realidad, el hombre no solo vive de frigoríficos y de balances. Cuanto más lo intenta, más desesperado se vuelve, más vacía resulta su vida. Hoy necesitamos también, y hoy más que nunca, hombres que no vendan artículos de lujo, que no hagan propaganda política, sino que pregunten por el alma del hombre; que le ayuden a no perder su alma en el trasiego de la vida diaria. Necesitamos sacerdotes; cuantos más ajenos a los negocios del mundo y a la política, tanto mejor.
Y continúa en esta misma homilía destacando al sacerdote como pastor, como servidor. Pero ¿cómo puede serlo?- Se pregunta. Tratando de llevar a los hombres a Cristo, a la Verdad y al Amor. El hombre de hoy no solo vive de pan y de dinero. Y para ello hay que llevar al hombre de hoy la Palabra de siempre. Y dejar que la Palabra hable. Palabra y sacramentos, esas son las armas de que dispone la Iglesia para llevar las almas a Dios.
Pero, algunos se preguntan ¿qué es eso de la palabra, si lo que cuentan son los hechos? Para muchos las palabras no son nada, han perdido valor. Pero esas son las palabras humanas, nunca la Palabra de Dios. Una sola palabra humana mal pronunciada puede llevar a la ruina a una persona, pero la Palabra de Dios es Espíritu y Vida.
Hay que dejar hablar a Dios. El silencio es imprescindible en un proceso de salvación del hombre, de defensa de su alma. El ruido nos aturde, y no nos deja escuchar la Voz que viene de lo alto. El hombre de hoy necesita escuchar la Palabra. El fiel que acude a Misa cada domingo necesita escuchar la Palabra de Dios. Y hay que enseñar y aprender a pensar. Si no pensamos no asimilamos, no podemos tomar decisiones y, por lo tanto, no somos libres.
Que los niños y los jóvenes aprendan a vivir, y no se dejen engullir por la vorágine de la vida. Necesitamos hoy personas que puedan escuchar, y asimilar lo que escuchan. Y hablar con los demás con sosiego y corazón. Que la palabra vuelva a tener esa virtud de emocionar, de llevar armonía y paz a los que están a mí alrededor.
Hay que preguntar por el alma del hombre, y tratar de modelarla al gusto de Dios. Solo así haremos posible que haya hombres libres.
Dice en uno de sus escritos Marcel de Corte que son por los valores naturales más simples y más elementales por donde habrá que empezar a reconstruir al hombre. La moralidad, en efecto, no es moralidad sino cuando es vivida, cuando nos exige encarnar nuestra naturaleza humana, y esta encarnación sólo puede ser progresiva, de abajo arriba…Los valores elementales son los valores primitivos y fundamentales que soportan a todos los demás. “El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho”. Y el valor más importante –sigue diciendo Corte-, es la afirmación de sí mismo.
Juan García Inza
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