Año Nuevo de Bendición
Os lo deseo de todo corazón. Con bendición iniciamos el Año Nuevo. La bendición del libro de laos Números:
Que el Señor te bendiga y te guarde;
Que ilumine el Señor su rostro sobre ti y te sea propicio;
Que el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz.
Son versículos del 24 al 26. El 27 dice una cosa preciosa: “Si invocan a sí mi nombre sobre los Israelitas, yo los bendeciré” (Nm 6, 24-27). Así quiero invocarlo sobre todos vosotros. Pienso que una bendición para vosotros, vuestras familias, grupos apostólicos, etc., sería el contacto diario con la Palabra de Dios durante este año que comienza. Se nos ha facilitado mucho el camino con los Evangelios de cada año que contienen pequeños comentarios orientadores. La editorial EDIBESA comenzó hace 23 años. Otras editoriales han seguido su ejemplo parabién del pueblo cristiano. El papa Francisco ha recomendado su lectura, incluso ha repartido ejemplares en la Plaza de San Pedro. Lo podemos llevar cómodamente en el bolso.
Si queremos sacar provecho de la Palabra de Dios, no podemos acercarnos a ella como a cualquier otro libro. Debe ser acogida. Las disposiciones personales son importantes. No nos trasmite conocimientos humanos. Nos debemos acercar en ambiente de oración. Cuando Jesucristo predicaba ni los apóstoles comprendían el mensaje. Solo con la fuerza del Espíritu Santo entendieron la verdad total. Podemos saber la Biblia de memoria y no comprender su sentido. Lectura pausada, tratando de comprender las palabras del texto, los personajes que intervienen, sus reacciones, palabras que dicen, etc. y la proyección en nuestra vida personal y eclesial. Podemos ayudarnos de los lugares paralelos de nuestras Biblias y de comentaristas de confianza.
Toda la Biblia está escrita para nuestra edificación. No todos los libros nos quedan igualmente cercanos. Conozco personas que han iniciado la lectura desde las primeras páginas de Génesis y rápidamente se han
sentido defraudadas. Es conveniente comenzar por lo más conocido: Evangelios, Hechos de los Apóstoles, Cartas de San Pedro, Santiago, Judas, Juan y luego San Pablo. Luego los libros más sencillos del Antiguo Testamento.
Nos acercamos a la Palabra de Dios para comprender el mensaje de salvación que Dios nos envía. No para aprender historia, política o cualquier ciencia humana. También seremos más ilustrados. Aparecen personajes sitios geográficos etc. que nos ayudarán a aumentar nuestra cultura profana. Lo importante es el mensaje de salvación que sigue vivo a pesar del tiempo en que fue pronunciado. <> resuena siempre actual y tiene un eco que traspasa los siglos.
En la Biblia es Dios quien nos habla con palabras humanas. No podemos escucharlas con mente cerrada y corazón duro. A través de ellas, el Padre nos muestra la persona de Jesucristo. Es el Hijo de Dios quien se muestra profetizado en el Antiguo Testamento y actuando en el Nuevo. Lo que marca la diferencia de nuestra fe con relación a las demás religiones, no es el mensaje moral, sino la persona de Jesús. Recibirlo o rechazarlo marca la diferencia. Así sucede en el Evangelio y así ha sucedido a lo largo de los siglos. Para nosotros también este es el dilema. Después vendrá la moral, la relación con los demás, etc.
En Cristo, Dios se hace Emmanuel. El Dios con nosotros que siempre ha estado junto al hombre y que nos dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Se ha hecho un Dios presencia por la Eucaristía y por la presencia trinitaria en los bautizados. Está cercano; nos escucha, nos fortalece en la dificultad.
La Virgen Madre es el modelo a acercarnos a la Palabra: Guardándola y meditándola en el corazón.
Que el Señor te bendiga y te guarde;
Que ilumine el Señor su rostro sobre ti y te sea propicio;
Que el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz.
Son versículos del 24 al 26. El 27 dice una cosa preciosa: “Si invocan a sí mi nombre sobre los Israelitas, yo los bendeciré” (Nm 6, 24-27). Así quiero invocarlo sobre todos vosotros. Pienso que una bendición para vosotros, vuestras familias, grupos apostólicos, etc., sería el contacto diario con la Palabra de Dios durante este año que comienza. Se nos ha facilitado mucho el camino con los Evangelios de cada año que contienen pequeños comentarios orientadores. La editorial EDIBESA comenzó hace 23 años. Otras editoriales han seguido su ejemplo parabién del pueblo cristiano. El papa Francisco ha recomendado su lectura, incluso ha repartido ejemplares en la Plaza de San Pedro. Lo podemos llevar cómodamente en el bolso.
Si queremos sacar provecho de la Palabra de Dios, no podemos acercarnos a ella como a cualquier otro libro. Debe ser acogida. Las disposiciones personales son importantes. No nos trasmite conocimientos humanos. Nos debemos acercar en ambiente de oración. Cuando Jesucristo predicaba ni los apóstoles comprendían el mensaje. Solo con la fuerza del Espíritu Santo entendieron la verdad total. Podemos saber la Biblia de memoria y no comprender su sentido. Lectura pausada, tratando de comprender las palabras del texto, los personajes que intervienen, sus reacciones, palabras que dicen, etc. y la proyección en nuestra vida personal y eclesial. Podemos ayudarnos de los lugares paralelos de nuestras Biblias y de comentaristas de confianza.
Toda la Biblia está escrita para nuestra edificación. No todos los libros nos quedan igualmente cercanos. Conozco personas que han iniciado la lectura desde las primeras páginas de Génesis y rápidamente se han
sentido defraudadas. Es conveniente comenzar por lo más conocido: Evangelios, Hechos de los Apóstoles, Cartas de San Pedro, Santiago, Judas, Juan y luego San Pablo. Luego los libros más sencillos del Antiguo Testamento.
Nos acercamos a la Palabra de Dios para comprender el mensaje de salvación que Dios nos envía. No para aprender historia, política o cualquier ciencia humana. También seremos más ilustrados. Aparecen personajes sitios geográficos etc. que nos ayudarán a aumentar nuestra cultura profana. Lo importante es el mensaje de salvación que sigue vivo a pesar del tiempo en que fue pronunciado. <
En la Biblia es Dios quien nos habla con palabras humanas. No podemos escucharlas con mente cerrada y corazón duro. A través de ellas, el Padre nos muestra la persona de Jesucristo. Es el Hijo de Dios quien se muestra profetizado en el Antiguo Testamento y actuando en el Nuevo. Lo que marca la diferencia de nuestra fe con relación a las demás religiones, no es el mensaje moral, sino la persona de Jesús. Recibirlo o rechazarlo marca la diferencia. Así sucede en el Evangelio y así ha sucedido a lo largo de los siglos. Para nosotros también este es el dilema. Después vendrá la moral, la relación con los demás, etc.
En Cristo, Dios se hace Emmanuel. El Dios con nosotros que siempre ha estado junto al hombre y que nos dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Se ha hecho un Dios presencia por la Eucaristía y por la presencia trinitaria en los bautizados. Está cercano; nos escucha, nos fortalece en la dificultad.
La Virgen Madre es el modelo a acercarnos a la Palabra: Guardándola y meditándola en el corazón.
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