El Obispo de los Sagrarios Abandonados
Don Manuel González García nació en Sevilla, calle del Vidrio, el 25 de febrero de 1877. Murió en Madrid el 4 de enero de 1940. Canonizado el 16 de octubre del 2016, en Roma, por el papa Francisco. Su padre tenía una carpintería con la sustentaba a su familia. Su madre, profundamente cristiana, la sostenía con amor. Comulgaba cada día en la Misa del alba. Tenían una pobreza serena, dirá años después don Manuel. Durante tres años estudió en el Colegio san Miguel, donde estudiaban los seises sevillanos. Allí vivió y experimentó sus dos grandes amores: Al Santísimo Sacramento y a la Virgen Inmaculada. A los 12 años entró en el Seminario de Sevilla.
PALOMARES DEL RÍO- Tengo la dicha de tratar, con frecuencia, a las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, fundadas por Don Manuel González. Siempre les doy la misma orientación: Id a Palomares del Río. Palomares del Río fue la experiencia que le marcó toda su vida. Desde octubre de de 1901 hasta febrero de 1902, ejerció de predicador ambulante. Predicó en la ciudad y en algunos pueblos sevillanos. El contacto con los pueblos le descubrió la triste situación en que se encontraban. El Arzobispo de Sevilla le encomendó predicar una misión en Palomares del Río. Pasó el Guadalquivir y montado en un borrico caminó junto al Sacristán durante una hora. Don Manuel le hizo varias preguntas sobre la vida religiosa del pueblo. Las respuestas fueron deprimentes. La gente no iba a la Iglesia, salvo en los actos de cumplimiento: bodas bautizos, funerales… Al entrar en el pueblo nadie salió a recibirlo. Bajo del burro; nadie en la calle. comentó irónico el sacristán. Desolado entró en la Iglesia; se arrodilló ante el Sagrario. “¡Qué Sagrario! ¡Qué esfuerzos tuvieron que hacer allí mi fe y mi valor para no volver a tomar el burro que aún estaba amarrado a los aldabones de la puerta de la Iglesia, y salir corriendo para mi casa”. No se derrumbó; solo ante el Sagrario durante largo rato, encontró la misión de su vida. Catorce años después, relató lo sucedido en Palomares del Río: “Allí encontré mi plan de misión y alientos para llevarla a cabo; pero sobre todo encontré… Aquella tarde, en aquel rato de Sagrario, yo entreví para mi sacerdocio una ocupación en la que antes no había soñado. Ser cura de un pueblo que no quisiera a Jesucristo, para quererlo yo por todo el pueblo, emplear mi sacerdocio en cuidar a Jesucristo en las necesidades que su vida de Sagrario le ha creado, alimentarlo con mi amor, calentarlo con mi presencia, entretenerlo con mi conversación, defenderlo contra el abandono y la ingratitud, proporcionar desahogos a su Corazón con mis santos sacrificios”.
El primer destino de don Manuel fue el Asilo de las Hermanitas de los Pobres de Sevilla. Poco tiempo después, dirá que fueron los años más felices de su vida. Celebraba la Misa a diario, los visitaba todas las tardes. Poco tiempo después, la mayoría de los residentes comulgaban a diario, celebraban los primeros viernes, participaban en el Apostolado de la Oración. Organizó turnos de adoración y de compañía a los Sagrarios Abandonados.
La gran preocupación del cardenal Spínola, Arzobispo de Sevilla, era Huelva. Los santos tienen un olfato especial para descubrirse, allí mandó a don Manuel y allí estuvo diez largos años. No querían alquilar casa al cura. Cuando se presentó el primer día, a las cinco y media de la mañana, encontró la iglesia cerrada. El sacristán se presentó a las ocho. En adelante, abría a las cinco y media, celebraba a las sesis. Tres mujeres asistían. Confesiones ni por casualidad. Pus el confesonario frete al Sagrario y esperó muchos días. Cuando se encontró de nuevo con su Arzobispo le plateó la situación. Le contó que los chiquillos le tiraban piedras.
Al concluir sus palabras, en la capilla se entabló un diálogo intenso con Jesucristo Eucaristía; luego la Sacristía se llenó de mujeres que querían integrase en la Marías adoradores de los Sagrarios Abandonados. Nace la Asociación con un profundo sentido de adoración y como un movimiento de seglares. Pronto la Obra de Don Manuel se amplió también a los hombres también a los hombres. Las dos secciones se propagaron rápidamente.
Pronto cayó en la cuenta Don Manuel que necesitaba un cuerpo de personas dedicadas a la Obra de las Marías de los Sagrarios Abandonados que la dieran continuidad y apoyo permanente. Así nacieron las Misioneras Eucarísticas de Nazaret el 3 de marzo de 1921. Son las encargadas de mantener la Obra y extenderla.
Don Manuel consiguió para las Marías de los Sagrarios Abandonados un privilegio especial. Lo propuso en una plática a las Marías de Madrid: “Que Jesús vaya a visitar a sus Marías cuando a estas les toque estar enclavadas en la cruz de la enfermedad sobre el altar del dolor, y que las visite del modo más bonito y fino que tiene Él de visitar, es decir, en forma de Misa”. El entusiasmo fue extraordinario Tiene que ir usted a Roma para pedírselo al Papa. La ocasión fue la visita del cardenal Almaraz para recibir el Capelo Cardenalicio. El Papa se detuvo con él. Don Manuel no pronunció palabra. Se emocionó: “Olvidé el poco italiano que sabía y creo que hasta el castellano”. Entregó la súplica al cardenal español Vives y Tutó el 3 de diciembre a las nueve de la mañana; por la tarde tenía la concesión en sus manos. El cardenal quiso que don Manuel le asignara también un Sagrario Abandonado.
Cuando don Manuel llegó a Palencia como Obispo, toda Castilla se conmovió con la presencia de la Eucaristía. Desde allí se propagó no solo por la provincia, sino por todas las regiones adyacentes. Hace unos días hablé con una persona que recibió esta bendición y hablaba entusiasmada. A Palencia llevó el Noviciado de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret. En Palencia cuidó el cariño por la Eucaristía en el Seminario y entre sus sacerdotes como era siempre su preocupación.
En la Capilla del Santísimo de Palencia espera la Resurrección de la carne como vigía junto al Amigo entrañable.
PALOMARES DEL RÍO- Tengo la dicha de tratar, con frecuencia, a las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, fundadas por Don Manuel González. Siempre les doy la misma orientación: Id a Palomares del Río. Palomares del Río fue la experiencia que le marcó toda su vida. Desde octubre de de 1901 hasta febrero de 1902, ejerció de predicador ambulante. Predicó en la ciudad y en algunos pueblos sevillanos. El contacto con los pueblos le descubrió la triste situación en que se encontraban. El Arzobispo de Sevilla le encomendó predicar una misión en Palomares del Río. Pasó el Guadalquivir y montado en un borrico caminó junto al Sacristán durante una hora. Don Manuel le hizo varias preguntas sobre la vida religiosa del pueblo. Las respuestas fueron deprimentes. La gente no iba a la Iglesia, salvo en los actos de cumplimiento: bodas bautizos, funerales… Al entrar en el pueblo nadie salió a recibirlo. Bajo del burro; nadie en la calle.
El primer destino de don Manuel fue el Asilo de las Hermanitas de los Pobres de Sevilla. Poco tiempo después, dirá que fueron los años más felices de su vida. Celebraba la Misa a diario, los visitaba todas las tardes. Poco tiempo después, la mayoría de los residentes comulgaban a diario, celebraban los primeros viernes, participaban en el Apostolado de la Oración. Organizó turnos de adoración y de compañía a los Sagrarios Abandonados.
La gran preocupación del cardenal Spínola, Arzobispo de Sevilla, era Huelva. Los santos tienen un olfato especial para descubrirse, allí mandó a don Manuel y allí estuvo diez largos años. No querían alquilar casa al cura. Cuando se presentó el primer día, a las cinco y media de la mañana, encontró la iglesia cerrada. El sacristán se presentó a las ocho. En adelante, abría a las cinco y media, celebraba a las sesis. Tres mujeres asistían. Confesiones ni por casualidad. Pus el confesonario frete al Sagrario y esperó muchos días. Cuando se encontró de nuevo con su Arzobispo le plateó la situación. Le contó que los chiquillos le tiraban piedras.
- Y ¿Qué hace usted cuando le tiran piedras?
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- ¿qué traéis con ese aire de parlamentarios?
- Que queríamos que nos diera permiso para pasar toda la noche junto al Sagrario.
- Chiquillos, ¡toda la noche!
- Sí, ya tenemos permiso de nuestras madres y nos traemos aquí en el bolsillo pan y queso para comérmelo antes de las doce. Y viene con nosotros Fulano y Futano, hasta nueve. Allí se quedaron toda la noche y con ellos varios maestros de las escuelas.
Al concluir sus palabras, en la capilla se entabló un diálogo intenso con Jesucristo Eucaristía; luego la Sacristía se llenó de mujeres que querían integrase en la Marías adoradores de los Sagrarios Abandonados. Nace la Asociación con un profundo sentido de adoración y como un movimiento de seglares. Pronto la Obra de Don Manuel se amplió también a los hombres también a los hombres. Las dos secciones se propagaron rápidamente.
Pronto cayó en la cuenta Don Manuel que necesitaba un cuerpo de personas dedicadas a la Obra de las Marías de los Sagrarios Abandonados que la dieran continuidad y apoyo permanente. Así nacieron las Misioneras Eucarísticas de Nazaret el 3 de marzo de 1921. Son las encargadas de mantener la Obra y extenderla.
Don Manuel consiguió para las Marías de los Sagrarios Abandonados un privilegio especial. Lo propuso en una plática a las Marías de Madrid: “Que Jesús vaya a visitar a sus Marías cuando a estas les toque estar enclavadas en la cruz de la enfermedad sobre el altar del dolor, y que las visite del modo más bonito y fino que tiene Él de visitar, es decir, en forma de Misa”. El entusiasmo fue extraordinario Tiene que ir usted a Roma para pedírselo al Papa. La ocasión fue la visita del cardenal Almaraz para recibir el Capelo Cardenalicio. El Papa se detuvo con él. Don Manuel no pronunció palabra. Se emocionó: “Olvidé el poco italiano que sabía y creo que hasta el castellano”. Entregó la súplica al cardenal español Vives y Tutó el 3 de diciembre a las nueve de la mañana; por la tarde tenía la concesión en sus manos. El cardenal quiso que don Manuel le asignara también un Sagrario Abandonado.
Cuando don Manuel llegó a Palencia como Obispo, toda Castilla se conmovió con la presencia de la Eucaristía. Desde allí se propagó no solo por la provincia, sino por todas las regiones adyacentes. Hace unos días hablé con una persona que recibió esta bendición y hablaba entusiasmada. A Palencia llevó el Noviciado de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret. En Palencia cuidó el cariño por la Eucaristía en el Seminario y entre sus sacerdotes como era siempre su preocupación.
En la Capilla del Santísimo de Palencia espera la Resurrección de la carne como vigía junto al Amigo entrañable.
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