El Confesonario del Papa francisco
El papa estuvo en Asís el 4 de agosto con ocasión del octavo centenario del perdón de Asís.
Inició su meditación con unas palabras de San Francisco dirigidas al pueblo y a los Obispos en aquel mismo lugar: <>. Nada mejor podía desear el santo de Asís que verlos a todos gozando d ela salvación y alabando a Dios por toda la eternidad.
El camino real que lleva al cielo es el perdón. Jesús nos enseña a perdonar, que no es fácil, en la parábola del rey que ajusta cuentas sus empleados. “¿Por qué debemos perdonar a una persona que nos ha hecho mal? Porque nosotros somos los primeros que hemos sido perdonados, e infinitamente más. No hay ninguno entre nosotros, que no haya sido perdonado. Piense cada uno… pensemos en silencio las cosas malas que hemos hecho y cómo el Señor nos ha perdonado. La parábola nos dice justamente esto: como Dios nos perdona, así también nosotros debemos perdonar a quien nos hace mal. Es la caricia del perdón. El corazón que perdona. El corazón que perdona acaricia. Tan lejos de aquel gesto:<>. El perdón es otra cosa. Exactamente como en la oración que Jesús nos enseñó, el Padre Nuestro, cuando decimos:<>. Las deudas son nuestros pecados ante Dios, y nuestros deudores son aquellos que nosotros debemos perdonar”.
Nuestra deuda, como la del siervo de la parábola, es imposible de pagar: “También nosotros, cuando en el Confesonario nos ponemos de rodillas ante el sacerdote, repetimos simplemente el mismo gesto del siervo. Decimos:<>. ¿Has pensado alguna vez en la paciencia de Dios? Tiene tanta paciencia. En efecto, sabemos bien que estamos llenos de defectos y recemos siempre en los mismos pecados. Sin embargo, Dios no se cansa de ofrecer siempre su perdón cada vez que se lo pedimos. Es un perdón pleno, total, con el que nos da la certeza de que, aunque podemos recaer en los mismos pecados, él tiene piedad de nosotros y no deja de amarnos…Nuestro Padre se apiada siempre cuando estamos arrepentidos, y nos manda a casa con el corazón tranquilo y sereno”.
La dificultad viene cuando nosotros nos ponemos frente a nuestros hermanos. Cuando estamos en deuda pedimos misericordia, cuando estamos en crédito, pedimos justicia. No es el estilo de un discípulo de Jesús que de be siempre perdonar. Nosotros hemos tenido misericordia, no en la medida de lo justo, sino mirando a la superabundancia de la Cruz de Cristo. El camino de la misericordia puede renovar a la Iglesia y al mundo: “Ofrecer el testimonio de la misericordia en el mundo de hoy es una tarea que ninguno de nosotros puede rehuir. El mundo necesita el perdón; demasiadas personas viven encerradas en el rencor e incuban el odio, porque incapaces de perdonar, arruinan su propia vida y la de los demás, en lugar de encontrar la alegría de la serenidad y de la paz. Pedimos a san Francisco que interceda por nosotros, para que jamás renunciemos a ser signos humildes de perdón e instrumentos de misericordia”.
Lo original de la visita, es que termina con una invitación sorprendente. Pide a los Obispos y frailes presentes que se sienten en los confesonarios. Sabe muy bien el papa Francisco que un odio y un rencor no se curan con buenos consejos, también serán necesarios, sino con la fuerza de la gracia de Dios a través del Sacramento de la Reconciliación. Grabemos en el corazón esta invitación. Los sacerdotes para estar siempre disponibles, los fieles para acudir con frecuencia a la misericordia curativa de su amor permanente y misericordioso en este Sacramento. “Invito a los frailes, a los Obispos a ir a los confesonarios –también iré yo- para estar a disposición del perdón. Nos hará bien recibirlo hoy, aquí, juntos. Que el Señor nos dé la gracia de decir aquella palabra que el Padre nonos deja terminar, la que ha dicho, la que ha dicho el hijo pródigo: <>, y el Padre le ha tapado la boca, lo ha abrazado. Nosotros comenzamos a hablar, y el nos tapará la boca y nos revestirá… <> Pues, regresa. El Padre siempre mira el camino, mira, en espera de que regrese el hijo pródigo; y todos nosotros lo somos. Que el Señor nos dé esta garcia”.
Inició su meditación con unas palabras de San Francisco dirigidas al pueblo y a los Obispos en aquel mismo lugar: <
El camino real que lleva al cielo es el perdón. Jesús nos enseña a perdonar, que no es fácil, en la parábola del rey que ajusta cuentas sus empleados. “¿Por qué debemos perdonar a una persona que nos ha hecho mal? Porque nosotros somos los primeros que hemos sido perdonados, e infinitamente más. No hay ninguno entre nosotros, que no haya sido perdonado. Piense cada uno… pensemos en silencio las cosas malas que hemos hecho y cómo el Señor nos ha perdonado. La parábola nos dice justamente esto: como Dios nos perdona, así también nosotros debemos perdonar a quien nos hace mal. Es la caricia del perdón. El corazón que perdona. El corazón que perdona acaricia. Tan lejos de aquel gesto:<
Nuestra deuda, como la del siervo de la parábola, es imposible de pagar: “También nosotros, cuando en el Confesonario nos ponemos de rodillas ante el sacerdote, repetimos simplemente el mismo gesto del siervo. Decimos:<
La dificultad viene cuando nosotros nos ponemos frente a nuestros hermanos. Cuando estamos en deuda pedimos misericordia, cuando estamos en crédito, pedimos justicia. No es el estilo de un discípulo de Jesús que de be siempre perdonar. Nosotros hemos tenido misericordia, no en la medida de lo justo, sino mirando a la superabundancia de la Cruz de Cristo. El camino de la misericordia puede renovar a la Iglesia y al mundo: “Ofrecer el testimonio de la misericordia en el mundo de hoy es una tarea que ninguno de nosotros puede rehuir. El mundo necesita el perdón; demasiadas personas viven encerradas en el rencor e incuban el odio, porque incapaces de perdonar, arruinan su propia vida y la de los demás, en lugar de encontrar la alegría de la serenidad y de la paz. Pedimos a san Francisco que interceda por nosotros, para que jamás renunciemos a ser signos humildes de perdón e instrumentos de misericordia”.
Lo original de la visita, es que termina con una invitación sorprendente. Pide a los Obispos y frailes presentes que se sienten en los confesonarios. Sabe muy bien el papa Francisco que un odio y un rencor no se curan con buenos consejos, también serán necesarios, sino con la fuerza de la gracia de Dios a través del Sacramento de la Reconciliación. Grabemos en el corazón esta invitación. Los sacerdotes para estar siempre disponibles, los fieles para acudir con frecuencia a la misericordia curativa de su amor permanente y misericordioso en este Sacramento. “Invito a los frailes, a los Obispos a ir a los confesonarios –también iré yo- para estar a disposición del perdón. Nos hará bien recibirlo hoy, aquí, juntos. Que el Señor nos dé la gracia de decir aquella palabra que el Padre nonos deja terminar, la que ha dicho, la que ha dicho el hijo pródigo: <
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