Sábado, 21 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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GAME OVER

GAME OVER

por Onofre Sousa

Aunque ya pinto canas desde hace tiempo y ha llovido demasiado desde entonces, recuerdo muy bien aquellos años en que uno de los pasatiempos preferidos de mi grupo de amigos era quedar para retarnos a unas partidas en el juego Ghosts'n Goblins, lanzado en el año 1985 y muy conocido entre los jóvenes de la generación que siguió a los baby boomers.

No se me olvida la sensación que me producía llegar al momento inevitable en que se mostraba en la pantalla aquel famoso Game Over en letras grandes, que me recordaba que la partida había terminado. No satisfecho con el resultado en la mayoría de los casos, solo tenía que volver a introducir una moneda para intentarlo de nuevo. Esta era la manera de poder desarrollar la destreza necesaria para ir descubriendo nuevas pantallas y avanzar hasta llegar a conquistar el juego.                            

Tengo la profunda convicción de que este tiempo presente que nos toca vivir hoy, como cristianos del tercer milenio, es uno de esos momentos de cambio de paradigma en la Iglesia. Como afirmó un sacerdote que conozco, hoy nos encontramos en las postrimerías de un modelo eclesial agotado que ya no responde a las exigencias del mundo actual. 

En nuestro contexto actual y ante la realidad de que un modelo de Iglesia está desapareciendo delante de nuestros ojos, algunos reaccionan aguantando y pensando que nada podemos hacer más que aferrarnos a seguir luchando por el modelo de Iglesia que surgió con el Concilio de Trento en un régimen de cristiandad. 

Otros reaccionan tirando la toalla, convencidos de que todo esfuerzo humano es inútil y con un pesimismo propio de quienes piensan que nos encontramos ante el final de la Iglesia tal y como la hemos conocido hasta ahora. En esta situación, quizás sea comprensible e incluso coherente la reacción de aquellos que piensan que es el momento de cambiar lo que sea necesario para hacer una Iglesia que se mueva con el mundo.

Yo creo que las posturas precedentes no se corresponden con lo que el Espíritu Santo le está diciendo hoy a la Iglesia. No está desapareciendo la Iglesia, sino que es un modelo de Iglesia el que desaparece para dar paso a un nuevo rostro de Iglesia que debe brillar con luz propia en un sistema diferente al de los últimos cinco siglos y fuera de un esquema que ha funcionado durante mucho tiempo.

Empezamos a vislumbrar otra manera de vivir la fe, más actual y más conforme al Evangelio. Con más entusiasmo, con más radicalidad y autenticidad, en plena ortodoxia. La solución nunca podría ser una Iglesia que se mueva con el mundo, sino más bien una Iglesia que mueva al mundo para seguir siendo la Iglesia de Jesucristo. Es cierto que la verdad sin amor siempre es un dardo que hiere, pero no es menos cierto que el amor sin verdad siempre resulta ser un fraude afectivo. 

Hoy es urgente salir del esquema de cristiandad porque ya no es posible ni razonable dar por hecho que todos son cristianos y que los que se dicen creyentes no necesiten esa primera conversión que surge del encuentro personal con Cristo. Necesitamos coherencia en la Iglesia porque se trata de que las personas conozcan al Señor y hagan una opción personal por Cristo. El mensaje de Jesús es un mensaje radical y es igual para todos. No podemos seguir confundiendo y mezclando lo que es cristiano y lo que no es porque el cristianismo es una opción personal consciente y coherente.

La evidencia histórica nos muestra que la Reforma gregoriana iniciada en el siglo XI tenía la buena y sana intención de hacer volver a la Iglesia a los tiempos primitivos, separando a la comunidad cristiana de los nobles para evitar que el poder feudal continuara privatizando la Iglesia. Sin embargo, también tuvo la consecuencia negativa de la separación entre los laicos y el clero, considerando que solo el clero era la Iglesia y marcando una gran división entre los que enseñan frente a los que solo escuchan.

Este esquema de separación que afirmaba que la Iglesia es el clero y los laicos son simplemente el resto y lo que queda fuera del clero, se acentúa en el Concilio de Trento. Así llegamos al punto en el que nos encontramos hoy, ya que este esquema de cristiandad y clericalismo funcionó durante mucho tiempo.

El clericalismo consiste en pensar que existen dos tipos de cristianos: los cristianos top y los cristianos de segunda división a los que no se les puede exigir el mismo compromiso. Creo que ha llegado el momento de aprender de la Iglesia primitiva en la que no hay un clero diferenciado sino ministerios que sirven a la Iglesia. Esto implica que no todos los dones los tienen los sacerdotes ya que hay diversidad de ministerios (cf. 1 Cor 12,4-30). 

La Iglesia del tercer milenio está llamada a tener una conciencia muy fuerte de ser una gran familia universal, compuesta por pequeñas comunidades alrededor de la figura de su obispo, distintas entre sí y muy comprometidas. Como afirmó el papa Francisco, una comunidad de discípulos misioneros que es capaz de revolucionar el mundo como ya lo hizo en el primer siglo (cf. Hch 17,6).

Este es el momento de volver a recordar nuestra identidad y propósito. Por eso necesitamos la experiencia de pasar de una Iglesia de mantenimiento a una Iglesia evangelizadora, con todo lo que implica. No podemos conformarnos con un lavado de cara ni con ciertos retoques estéticos en la Iglesia, ya que un modelo de Iglesia está muriendo para dar a luz a un nuevo rostro de Iglesia (cf. Ap 21,5).

El capítulo 49 de Isaías, en lo que se conoce como la Segunda Canción del Siervo, fue escrito durante el exilio y habla de la restauración del pueblo de Israel, pero continúa expandiendo la vocación del pueblo de Dios:

«Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra». (Is 49,6) 

Si estamos dispuestos a subirnos a esta ola que el Espíritu Santo está suscitando hoy entre nosotros, comenzaremos a ver los frutos soñados de muchas vidas cambiadas, parroquias transformadas y una Iglesia renovada.

 

Fuente: kairosblog.evangelizacion.es

 

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