Doctrina Social de la Iglesia: ¿La conoce? (1)
Doctrina Social de la Iglesia: ¿La conoce? (1)
LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA: LA GRAN DESCONOCIDA (1)
La DSI nace del encuentro del Evangelio con la vida de los pobres: Origen de la DSI La enseñanza social de la Iglesia nació del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias, comprendidas en el mandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo, y en la justicia, con los problemas que surgen en la vida de la sociedad (LC72)
La DSI es algo propio de nuestra fe, que se aprende en la misma Historia de la Salvación: en la interacción de la Palabra de Dios con la realidad humana y la respuesta de los hombres y mujeres cristianos. Leer la Palabra de Dios nos urge a estar con los pobres: El compromiso social de los cristianos no es una novedad de último siglo.
Lo heredamos de la larga experiencia del Pueblo de Dios a lo largo de la historia: Un pueblo de trabajadores emigrantes humillados que recupera su dignidad: El pueblo de la Biblia sufre la opresión en Egipto. La historia de este pueblo está ligada a la fe en el Dios que siente su aflicción y camina con ellos hacia una patria de libertad y de vida en la cual no vuelvan a ser esclavos “Yo Yahvé , soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre” (Ex 20,2).
Por eso el pueblo siempre recordará: “Dios escuchó nuestra voz, vio nuestra miseria. Nuestras penalidades y nuestra opresión, y nos sacó de Egipto….Nos trajo aquí y nos dio esta tierra, tierra que mana leche y miel” (Dt 7-9) Un pueblo que vive la experiencia de una sociedad solidaria de iguales: Todos tenían sus vidas unidas a un destino común, buscar y construir una sociedad libre de humillaciones y de opresores, de miseria y de sufrimiento.
Una nueva manera de ser pueblo Un pueblo que comparte y no acumula bienes superfluos: El maná recogido en exceso “Se llenó de gusanos y se pudrió” (Ex 16, 16-20). “Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que habita contigo, no serás con él usurero, no le exigirás interés” (Ex 22,24)
Un pueblo que reparte las funciones y se organiza para participar: “Elige de entre el pueblo hombres capaces, hombres fieles e incorruptibles, y ponlos al frente del pueblo como jefes…moisés escuchó a su suegro e hizo lo que le dijo, eligió hombres capaces y los puso al frente del pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez” (Ex 18,19-24)
Un pueblo que vive la religión al servicio de la vida, de la dignidad del trabajador, de la familia, de los derechos fundamentales: “No habrá en tu tierra mujer que aborte” (Ex 23,26); “No explotarás al jornalero humilde y pobre, le darás cada día su salario…No torcerás el derecho del extranjero” (Dt 25,1418); “No ofenderás a los pobres: los emigrantes, los huérfanos, las viudas” (Ex 22,20-23); “Los pobres tienen derecho a coger los alimentos que necesiten para matar el hambre” (Dt 23,25)
Un pueblo que cuenta con líderes que no se cansan de proclamar las preferencias de Dios por los pobres y la práctica de la justicia: Los profetas repiten sin cesar: “Practicad el derecho y la justicia, liberad al oprimido de manos del opresor, y al forastero, al huérfano y a la viuda no atropelléis” (Jr 22,3); “Aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda” (Is 1,17). Los profetas son líderes que mantienen en el pueblo la conciencia de la dignidad del trabajo, la persona humana creada por Dios y llamada a vivir con todos una vocación de esperanza, amor y prosperidad. Por eso “forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas, No levantará la espada nación contra nación” (Is 2,4); y los trabajadores “edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán su fruto” (Is 65,21).
Iremos desgranando poco a poco los principios fundamentales de la DSI, con el fin de comprender que la Iglesia no se limita a rezar de puertas adentro de los templos, sino que trata de vivir su compromiso con los más necesitados en la calle. Y todo ello sin hacer política, sino viviendo las exigencias del Evangelio a favor de los hombres.
La DSI nace del encuentro del Evangelio con la vida de los pobres: Origen de la DSI La enseñanza social de la Iglesia nació del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias, comprendidas en el mandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo, y en la justicia, con los problemas que surgen en la vida de la sociedad (LC72)
La DSI es algo propio de nuestra fe, que se aprende en la misma Historia de la Salvación: en la interacción de la Palabra de Dios con la realidad humana y la respuesta de los hombres y mujeres cristianos. Leer la Palabra de Dios nos urge a estar con los pobres: El compromiso social de los cristianos no es una novedad de último siglo.
Lo heredamos de la larga experiencia del Pueblo de Dios a lo largo de la historia: Un pueblo de trabajadores emigrantes humillados que recupera su dignidad: El pueblo de la Biblia sufre la opresión en Egipto. La historia de este pueblo está ligada a la fe en el Dios que siente su aflicción y camina con ellos hacia una patria de libertad y de vida en la cual no vuelvan a ser esclavos “Yo Yahvé , soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre” (Ex 20,2).
Por eso el pueblo siempre recordará: “Dios escuchó nuestra voz, vio nuestra miseria. Nuestras penalidades y nuestra opresión, y nos sacó de Egipto….Nos trajo aquí y nos dio esta tierra, tierra que mana leche y miel” (Dt 7-9) Un pueblo que vive la experiencia de una sociedad solidaria de iguales: Todos tenían sus vidas unidas a un destino común, buscar y construir una sociedad libre de humillaciones y de opresores, de miseria y de sufrimiento.
Una nueva manera de ser pueblo Un pueblo que comparte y no acumula bienes superfluos: El maná recogido en exceso “Se llenó de gusanos y se pudrió” (Ex 16, 16-20). “Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que habita contigo, no serás con él usurero, no le exigirás interés” (Ex 22,24)
Un pueblo que reparte las funciones y se organiza para participar: “Elige de entre el pueblo hombres capaces, hombres fieles e incorruptibles, y ponlos al frente del pueblo como jefes…moisés escuchó a su suegro e hizo lo que le dijo, eligió hombres capaces y los puso al frente del pueblo como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez” (Ex 18,19-24)
Un pueblo que vive la religión al servicio de la vida, de la dignidad del trabajador, de la familia, de los derechos fundamentales: “No habrá en tu tierra mujer que aborte” (Ex 23,26); “No explotarás al jornalero humilde y pobre, le darás cada día su salario…No torcerás el derecho del extranjero” (Dt 25,1418); “No ofenderás a los pobres: los emigrantes, los huérfanos, las viudas” (Ex 22,20-23); “Los pobres tienen derecho a coger los alimentos que necesiten para matar el hambre” (Dt 23,25)
Un pueblo que cuenta con líderes que no se cansan de proclamar las preferencias de Dios por los pobres y la práctica de la justicia: Los profetas repiten sin cesar: “Practicad el derecho y la justicia, liberad al oprimido de manos del opresor, y al forastero, al huérfano y a la viuda no atropelléis” (Jr 22,3); “Aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda” (Is 1,17). Los profetas son líderes que mantienen en el pueblo la conciencia de la dignidad del trabajo, la persona humana creada por Dios y llamada a vivir con todos una vocación de esperanza, amor y prosperidad. Por eso “forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas, No levantará la espada nación contra nación” (Is 2,4); y los trabajadores “edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán su fruto” (Is 65,21).
Iremos desgranando poco a poco los principios fundamentales de la DSI, con el fin de comprender que la Iglesia no se limita a rezar de puertas adentro de los templos, sino que trata de vivir su compromiso con los más necesitados en la calle. Y todo ello sin hacer política, sino viviendo las exigencias del Evangelio a favor de los hombres.
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