Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Vivió entre santos

por Semblanzas sacerdotales

José Torres Padilla (San Sebastián de la Gomera, 25 de agosto de 1811 – Sevilla, 23 de abril de 1878) fue un sacerdote y teólogo español.
 
José Francisco Luis de los Dolores nació en la isla canaria de La Gomera el 25 de agosto de 1811; recibió su bautismo en la parroquia de nuestra Sra. de la Asunción de la villa de San Sebastián el día 31 de ese mes. Sus padres fueron Francisco de Torres Bauta y María Padilla Cabeza quienes se encargaron de la formación religiosa de sus cuatro hijos. José, desde pequeño, tuvo clara su vocación religiosa y quiso aprender el "oficio de los que no se condenan": el de un "verdadero sacerdote", tal y como les dijo a sus padres.
 
Cuando contaba cinco años de edad cayó a un pozo muy profundo que había en la escuela, al querer imitar a los chicos mayores que saltaban por encima. Estuvo a punto de morir y se atribuye a una intervención sobrenatural el hecho de que pudiera salvar su vida.
 
Tras una penosa enfermedad de su padre que impresionó mucho a su mujer, los dos mueren el mismo día. Tras esta doble orfandad, una parienta acoge a los cuatro niños y los trató como si fueran sus propios hijos.
 
Siguiendo su vocación, a los 16 años se trasladó a Tenerife para estudiar en la Universidad de San Fernando de la Laguna; en esta ciudad aprobó el primer año de Filosofía y estudió lógica y matemáticas, latín y humanidades. Al clausurarse esta Universidad, en 1833 se embarcó en dirección a Sevilla para continuar con sus estudios; al arribar a Cádiz los estragos del cólera le obligaron seguir hasta Valencia donde se matriculó en el segundo año de Filosofía -que aprobó en mayo de 1834-. En ese año, al enterarse de que ya había pasado el rigor de la epidemia en Andalucía, embarcó hacia Sevilla para finalizar sus estudios de teología. Allí coincidió con otro canario, nacido en San Cristóbal de La Laguna, quien lo tomó bajo su protección: don Cristóbal Bencomo, Arzobispo de Heraclea y preceptor del rey Fernando VII, que falleció en Sevilla en 1835. En 1836 se ordenó sacerdote y cantó su primera misa.
 
En Sevilla adquirió fama de santidad y se le llamaba popularmente El santero de Sevilla, pues fue director espiritual y confesor de varias monjas de especiales virtudes, como la dominica Sor Bárbara de Santo Domingo, recordada por sus frecuentes visiones místicas y en proceso de beatificación, la mercedaria Sor María Florencia Trinidad (Madre Sacramento) a la que le aparecían estigmas corporales y relataba visiones de la pasión de Jesucristo y Sor Ángela de la Cruz, canonizada por Juan Pablo II en 2003 con el nombre de Santa Ángela de la Cruz. Con esta última colaboró en la fundación de la congregación del Santo Instituto de las Hermanas de la Cruz del que fue director espiritual.
 
Fue catedrático de Teología en el Seminario Conciliar de Sevilla, canónigo de la Catedral de Sevilla y asistió como teólogo al Concilio Vaticano I, por sugerencia del Papa Pio IX.
 
No se olvidó de su Parroquia de la Asunción de San Sebastián de la Gomera, a la que donó en 1860 dos copias de Murillo que representan a la "Santísima Virgen y San Agustín" y a la "Virgen con el Niño". También ayudó a restaurar el Altar de Nuestra Señora de la Alcobilla en la Catedral hispalense. Gran devoto de Jesús Sacramentado fue congregante-diputado de la sevillana Real Congregación Luz y Vela al Santísimo Sacramento.
 
Es en Sevilla el lugar donde descansa su cuerpo desde el 23 de abril de 1878. El 24 de abril de ese año fue conducido al panteón de San Sebastián, propio del Excmo. Cabildo Eclesiástico y el 25 fue enterrado. A los cinco años de su entierro, la Madre General de las Hermanas de la Cruz -hoy Santa Ángela de la Cruz- pidió y consiguió el traslado de los restos del Padre Torres para depositarlos en la Casa Matriz en el nº 12 de la calle Cervantes. El traslado se hizo el 30 de abril de 1883 y sus detalles constan en el acta de exhumación que Sor Ángela de la Cruz Guerrero hizo levantar al Notario de Sevilla D. Antonio Abril y que figura en el número 146 de su protocolo. Allí consta la multitud de personas que acompañaron a la Comisión del Excmo. Cabildo -presidida por su Deán- y a la Superiora General de las Hermanas de la Cruz y la recepción con velas encendidas que le hicieron las religiosas de la Congregación. El 2 de mayo se instaló la lápida que todavía ostenta y el 21 de aquel mismo mes se celebraron solemnes exequias que presidió el entonces Obispo titular de Milo y Auxiliar de Sevilla Marcelo Spínola, pronunciando elocuente oración fúnebre su amigo Don Cayetano Fernández -Dignidad de Chantre de la S. I. Catedral de Sevilla y académico de la Real Academia de la Lengua.
 
En octubre de 1928 se le dio su nombre a una calle de Sevilla.5 En octubre del 2008 se descubrió una estatua de bronce en su honor en San Sebastián de la Gomera.
 
En mayo de 2012 la Asamblea Ordinaria de los Obispos del Sur de España da su aprobación para la apertura de su Causa de Canonización.7 En la Parroquia del Sagrario de la Catedral de Sevilla Monseñor Juan José Asenjo Peregrina, arzobispo de Sevilla, abrió el proceso de beatificación y canonización del Siervo de Dios José Torres Padilla el 5 de mayo de 2014; esta sesión de apertura contó con la presencia de las Hermanas de la Cruz y la asistencia de fieles procedentes de Andalucía y de Canarias y en ella se nombró la comisión delegada que interviene en la instrucción de la causa.
 
Han pasado ya dos años desde que el Arzobispo de Sevilla abriera el proceso diocesano de beatificación y canonización del siervo de Dios Padre José Torres Padilla, “debido a su fama de santidad, y siendo muchos los fieles que le encomiendan necesidades y favores”. A partir de esta fecha se comenzó a recoger toda la documentación histórica y se tomaron declaraciones testificales de sus devotos.
 
Esta etapa llegó ayer lunes a su fin en el convento de las Hermanas de la Cruz de Sevilla, en un acto presidido por mons. Juan José Asenjo que contó con la participación del postulador diocesano de la causa y vicario general de la Archidiócesis, Teodoro León; y los miembros de la comisión instructora. A partir de este momento comienza la fase romana, y una vez probadas las virtudes en dicho grado, el Padre Torres Padilla obtendrá el decreto de venerable. Hará falta probar un milagro por su intercesión para que sea beato, y un segundo milagro para la canonización.

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