Reflexionado sobre el Evangelio Lc 9,51-62.
Excusas para no seguir a Cristo
El Evangelio de hoy se presta a muchas interpretaciones. En los Primeros Padres, es frecuente la que señala que Cristo no prohíbe enterrar al padre, sino que había otras cuestiones más relevantes por delante. San Ambrosio de Milán lo señala claramente:
No es que se prohíba enterrar al padre, sino que se da la preferencia a la vida de fe sobre las exigencias de la naturaleza. Aquello se deja a los que aún no siguen a Cristo; esto se manda a los discípulos. Mas ¿Cómo pueden los muertos enterrar a los muertos, si no entiendes aquí dos muertes: una de la naturaleza y otra de la culpa? Hay también una tercera muerte, con la que morimos al pecado y vivimos para Dios. (San Ambrosio. Catena Aurea, Lc 9, 57-62)
Personalmente, creo que lo que Cristo encontró fueron excusas. Formas de procrastinar, dilatar, dejar para otro momento, el momento del compromiso cristiano. Pero no miremos a los demás señalando su falta de compromiso. Mirémonos a nosotros mismos y valoremos nuestra indiferencia ante la propuesta del Señor. Siempre habrá algo que objetar para seguir los pasos del Señor. Siempre encontraremos algo de gran importancia que no ayude a dejar para otro día la decisión.
En este mundo que nos ha tocado vivir, existen miles de excusas que podemos poner, la familia, el trabajo, la gestiones, las series que emiten por cualquiera de las plataformas en auge. Todo es una estupenda excusa para no dar un paso adelante. San Ambrosio habla de tres muertes, siendo la más importante la que conlleva “morir al pecado” como forma de “vivir para Dios”. ¿Pecado? Hablar de pecado en el siglo XXI está fuera de toda sintonía social. Nos olvidamos del sentido profundo del pecado, que no es otra cosa que ir contra la Voluntad de Dios. En una sociedad que todo lo acepta como válido, el pecado se reduce a un anacronismo.
En la lectura de hoy, se ve claramente la voluntad de integrar a determinadas personas en el grupo de discípulos. Estas personas se excusan y Cristo les reprende. Estas personas contravienen la Voluntad de Dios y para no quedar mal, se excusan de forma más o menos apropiada. Nosotros mismos tenemos una inmensa cantidad de excusas que nos ayudan a dejar el compromiso a un lado. Pero preguntémonos ¿Por qué Cristo reprende a estas personas de forma aparentemente dura y amarga? ¿No espera Dios un poco más de nosotros? Sobre todo porque al hacer su Voluntad estamos haciéndonos un inmenso bien a nosotros mismos. Es como quien rechaza un regalo porque no tiene tiempo de abrir el paquete.
El Evangelio de hoy domingo también tiene dentro una reprimenda muy adecuada para los tiempos que corren: “Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió.”. Como humanos que somos, pasamos de un extremo a otro. Pasamos de la indolencia y la excusa, a ser caballeros andantes dispuestos a matar. Cristo reprendió a Santiago y a Juan. ¿Por qué? Porque proponían estar por encima del don más grande que Dios nos ha dado: la libertad. Podemos reprender la indolencia con vehemencia, pero no lanzar fuego que maltrate y machaque a nuestros hermanos. No actuamos mejor cuando nos ofrecemos a maltratar. Esto también va contra la Voluntad de Dios.