Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Cartas de un cura (11): Elogio de un martir

Cartas de un cura (11): Elogio de un martir

por Un alma para el mundo

 Cartas de un cura: Elogios de un cura mártir

                Espigando en el legajo de las cartas que venimos comentando, me encuentro una que hace referencia a un  sacerdote murciano (España) que murió mártir en el año 1936, recién iniciada la guerra civil en el año 1936. Se llamaba Fulgencio Martínez García.  En tiempos de nuestro amigo sacerdote era tenido D. Fulgencio como un santo. Apenas disfrutó de su sacerdocio unos meses. Eran tiempos muy difíciles, en donde el populacho, y sus ideólogos, profesaban un odio a muerte contra la Iglesia Católica, y  todo lo que hiciera referencia a ella. D. Fulgencio, de quien he leído su biografía y rezado sobre su sepultura, era un joven sacerdote que se desvivió por su sencillo pueblo de campo trabajando intensamente por servir a todos. La gente buena lo quería, pero mandaban otros, y había que eliminar todo vestigio  religioso con todas sus consecuencias.
 

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                En la carta de nuestro sacerdote leemos: No tuve la suerte de conocer a D. Fulgencio, ni a ninguno de los otros mártires debido a mi edad. Pero he leído su vida y me ha llenado de tristeza y gozo. Tristeza porque no comprendo que haya gente sin corazón, con un odio que le recome las entrañas, ¡pobres personas! Y por otro lado de gozo al ver como sacerdotes de Jesucristo, como D. Fulgencio, que se formaron en mi mismo Seminario,  fueron valientes para afrontar lo más doloroso que es el martirio, que te quiten la vida por hacer el bien. Nuca comprenderé que haya personas de ese talante tan inhumano. Leí despacio la semblanza  de la vida de D.  Fulgencio. Siempre me he encomendado a él, y noto su ayuda espiritual.

                Fácilmente nos olvidamos de esas vidas heroicas que han mantenido, y mantienen , viva la Iglesia. Desde el comienzo de la historia eclesiástica el campo del mundo se fue sembrando de mártires. Empezando por Jesucristo y siguiendo por los Apóstoles. Cada etapa histórica ha tenido su buena colección de vidas truncadas, destrozadas, por la barbarie. Hasta nuestros días llega ese odio a Cristo y a lo cristiano. Es inaudito que fanáticos en nombre de Dios persigan y maten a hijos del mismo Dios. Estamos en el siglo XXI, con todos los adelantos, cultura, parlamentos, democracias, etc., pero hay ideologías que están ancladas en una concepción medievalista  de  la historia, de querer imponer las ideas a golpe de espada y de metralleta. ¿Cómo es posible esta actitud? Como no puede ser cosa de Dios debe ser, sin duda,  del demonio.

                En la biografía que sobre el mártir D. Fulgencio Martínez García escribió Sánchez Maurandi, leemos algunas de las cartas que el sacerdote enviaba a  familia y amigos, y en las que va relatando la perplejidad ante la poca religiosidad de su parroquia, y  los acontecimientos que empezaban a vivirse.    El 5 de Julio escribe a un amigo: Te agradezco de veras tu recuerdo en mi aniversario de la primera Misa. No puedes figurarte cuantas veces al día veo el diario para ver lo que me dictaba la emoción en tales días hace un año, y mucho contribuye a alentarme, pero me hace llorar el ver que las buenas ilusiones de convertir almas quedan desvanecidas en este pueblo.

                No me llames impaciente que creo que hay motivos para ello. ¿Qué dirías de mí campaña a favor de la santificación del día de fiesta si, después de amenazarles con marcharme del pueblo si no reaccionan, a los pocos domingos vuelven a las andadas y, en vista de ello me dedico a predicar en las calles o mejor en los domicilios y a duras penas logro atraer alguno que va por compromiso un domingo y ya no vuelve?¿Te parece que esto no desanima?

                Este era el que podemos llamar el martirio pastoral. Ya estaba sufriendo en su alma la indiferencia, la falta de amor de aquel rebaño que el Señor le había confiado. Y este es también el sufrimiento de los sacerdotes celosos de  todos los tiempos.  Muchas almas no se sienten llamadas por Dios, o no quieren escuchar la voz de Buen Pastor. ¿Motivos? Los hay de sobra. Miedo al compromiso, falta de amor de Dios, indiferencia, falta de formación, respetos humanos, prejuicios, vergüenza a que te señalen con el dedo… No está de moda la fe, el compromiso cristiano, se prefiere la libertad sin control, la barbarie, la indiferencia, la religiosidad de mercado, el puro relativismo, la comodidad en definitiva.

                El biógrafo del mártir D. Fulgencio Martínez García, haciendo un resumen de la actividad en el pueblo que le encomendó el Obispo dice: Se afanó por llevar el alumbrado eléctrico a todos los caseríos de su feligresía y ya tenía casi ultimada la conexión. Pues a este hombre, que en los once meses que estuvo al frente de su Rectoría, a pesar de las dificultades con que contaba, no hizo otra cosa que procurar el bien material, moral y espiritual de todos, con pretexto de que se alegró del Alzamiento nacional, sin prueba alguna de que él se hubiese sublevado, se insultó, se vejó, se encarceló, se sentenció a muerte y se ejecutó la sentencia.

                A nuestro sacerdote amigo, autor de las cartas que estamos comentando, le impresionó el ejemplo de esta vida truncada por odio a la fe. El intentaría ofrecer labor pastoral  por los mismos ideales.

                A mí personalmente, sabiendo que mi parroquia se levanta en los terrenos en donde se llevaban a cabo estas brutales ejecuciones, me conmueve, y me encomiendo a los que dieron su vida por amor de Dios. 

Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com

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