Los sacramentos al alcance de los niños (I)
por Un obispo opina
TEMA: TRES SACRAMENTOS ESTRUCTURAN NUESTRA FE
1) INTRODUCCIÓN (En especial para los Catequistas)
Después de haber hablado del contenido de nuestra fe, pasamos a comentar cómo hay tres sacramentos que estructuran nuestra fe y nos incorporan a Jesús, salvador de todos los hombres. Los sacramentos, Bautismo, Confirmación y Eucaristía, forjan nuestra personalidad cristiana. Son los tres sacramentos que todos debemos recibir.
Podemos decir que estos tres sacramentos vienen a ser lo que en una casa son los cimientos, las paredes y el techo. Cuanto más sólidos son, más sólida es la casa. De la misma manera, la solidez de la vida cristiana depende de la solidez de estos tres sacramentos.
El Bautismo nos hace hijos de Dios y ciudadanos del Reino de los Cielos. La Confirmación nos da la mayoría de edad en la Iglesia porque el Espíritu que recibimos nos capacita para actuar debidamente como cristianos. Y la Eucaristía nos identifica con Jesús uniéndonos a su misterio pascual. Lo particular de este sacramento es que la diferencia entre la Eucaristía y la muerte y resurrección de Jesús es que en la eucaristía Jesús no sufre y en el calvario sí sufrió, pero el sacerdote en la cruz y en la eucaristía es Jesús y la víctima es también Jesús; por tanto, si de la cruz recibimos todas las gracias, podemos decir que de la Eucaristía recibimos todas las gracias; también, toda las gracias de los otros sacramentos.
Por eso la Eucaristía es el sacramento central, porque en ella renueva Jesús su muerte y resurrección; por lo que no sólo el Bautismo y la Confirmación, sino todos los demás sacramentos, están orientados a la Eucaristía de la que reciben su eficacia.
PARÁBOLAS Y EJEMPLOS
PARÁBOLA DEL REY QUE ADOPTA UN HIJO (Bautismo)
Un rey tenía un solo hijo. Después adoptó como hijos a varios niños más pequeños que habían quedado sin padres y estaban abandonados. Ya adoptados, el padre los consideraba como hijos y el hijo mayor los consideraba como hermanos.
Unos bandidos a los que el rey había metido en la cárcel durante algunos años, quisieron vengarse. Y un día, creyendo que todos los hermanos estaban juntos, los secuestraron a todos, pensando que entre ellos estaba también el hijo mayor del rey, pero éste no estaba allí en ese momento.
No hace falta decir la tristeza y angustia que tuvieron el rey y su hijo, el hermano mayor. Querían tanto a los pequeños, que decidieron que el hijo se ofreciese como rescate por sus hermanos, pues era a él a quien querían secuestrar y matar.
El hijo se entregó por sus hermanos; los bandidos soltaron a los niños adoptados, y al hijo, después de atormentarlo cuanto pudieron, lo mataron.
Dios, cuyo hijo único es Jesús, nos ha adoptado como hijos, y es tanto lo que Dios nos quiere, que envió al Hijo mayor para rescatarnos del poder del pecado y del demonio. Jesús, el Hijo único del Padre, vino a este mundo y se entregó a la muerte por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación.
Así nos quiere nuestro Padre Dios: nos ha hecho hijos suyos en el Bautismo y, después del pecado, nos ha enviado a su Hijo único para que, muriendo por nosotros en la cruz, nos salvase del pecado y de la muerte. Esto es lo que celebramos con alegría los cristianos en la Eucaristía.
(Confirmación)
EJEMPLO DE LOS APÓSTOLES, YA SIN MIEDO
(Los Apóstoles, confirmados en la fe se alegran al sufrir por Jesús)
Los Apóstoles empezaron a predicar el nombre de Jesús; como se convertía mucha gente, los jefes religiosos de los judíos trataban de impedir esta predicación. Prohíben a los apóstoles seguir predicando. Pero como ya habían sido fortalecidos por el Espíritu Santo el día de Pentecostés, no hacen caso de la prohibición y siguen predicando.
Los jefes de los judíos, en vista que no podían con ellos, los meten en la cárcel. Pero viendo que el pueblo estaba más bien en favor de los apóstoles, los llamaron y, después de haberlos azotado, les volvieron a prohibir que predicasen, y los dejaron libres.
Ellos salieron contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre de Jesús. Eran los mismos hombres miedosos de poco antes, pero muy fuertes ya, desde el día de Pentecostés, en que recibieron el Espíritu Santo.
(Eucaristía)
PARÁBOLA DE LA FOTO Y LA PRESENCIA
Érase una vez un párroco que explicaba a los Niños la presencia real de Jesús en la Eucaristía de esta manera: Si entrase en la iglesia un asesino con una metralleta y os dijese que quemaseis esa imagen tan bonita del Señor o que pisoteaseis una forma consagrada de esas que se dan en la comunión ¿qué haríais? Ellos respondieron: nada. El párroco insistió: ¿Y si ese asesino dijese: pues si no lo hacéis, os mato a todos con esta metralleta. Y ellos dijeron: pues mátanos. Muy bien, les dijo el párroco; eso demuestra que sois muy amigos de Jesús.
Pero si empezase la iglesia a arder y tuvieseis tiempo para poder salvar algo de lo que hay en la Iglesia, ¿qué salvaríais de las llamas, esa imagen tan bonita de Cristo, o las formas consagradas que hay en el sagrario? Casi todos contestaron que la imagen de Cristo.
Y el párroco, con un ejemplo les explicó que estaban equivocados. Sacando su carnet de identidad y enseñándoles la foto que había en el carnet, les preguntó: ¿quién es éste? Contestaron todos: tú. Señalando el párroco hacia sí mismo, volvió a preguntar: ¿quién es éste? Y volvieron a contestar: tú. Y siguió el párroco preguntando: Pero qué es más importante, la foto de mi carnet o yo. Y señalando al párroco, dijeron: tú.
Pues bien, acabó el párroco: Jesús en la hostia consagrada está como yo estoy aquí delante de vosotros, mientras que Jesús en el crucifijo está como yo estoy en la foto. Y acabaron la sesión haciendo una oración junto al sagrario.
Y es que a veces, no tenemos en cuenta que Jesús está, de verdad, de verdad, en la Eucaristía.
José Gea
1) INTRODUCCIÓN (En especial para los Catequistas)
Después de haber hablado del contenido de nuestra fe, pasamos a comentar cómo hay tres sacramentos que estructuran nuestra fe y nos incorporan a Jesús, salvador de todos los hombres. Los sacramentos, Bautismo, Confirmación y Eucaristía, forjan nuestra personalidad cristiana. Son los tres sacramentos que todos debemos recibir.
Podemos decir que estos tres sacramentos vienen a ser lo que en una casa son los cimientos, las paredes y el techo. Cuanto más sólidos son, más sólida es la casa. De la misma manera, la solidez de la vida cristiana depende de la solidez de estos tres sacramentos.
El Bautismo nos hace hijos de Dios y ciudadanos del Reino de los Cielos. La Confirmación nos da la mayoría de edad en la Iglesia porque el Espíritu que recibimos nos capacita para actuar debidamente como cristianos. Y la Eucaristía nos identifica con Jesús uniéndonos a su misterio pascual. Lo particular de este sacramento es que la diferencia entre la Eucaristía y la muerte y resurrección de Jesús es que en la eucaristía Jesús no sufre y en el calvario sí sufrió, pero el sacerdote en la cruz y en la eucaristía es Jesús y la víctima es también Jesús; por tanto, si de la cruz recibimos todas las gracias, podemos decir que de la Eucaristía recibimos todas las gracias; también, toda las gracias de los otros sacramentos.
Por eso la Eucaristía es el sacramento central, porque en ella renueva Jesús su muerte y resurrección; por lo que no sólo el Bautismo y la Confirmación, sino todos los demás sacramentos, están orientados a la Eucaristía de la que reciben su eficacia.
PARÁBOLAS Y EJEMPLOS
PARÁBOLA DEL REY QUE ADOPTA UN HIJO (Bautismo)
Un rey tenía un solo hijo. Después adoptó como hijos a varios niños más pequeños que habían quedado sin padres y estaban abandonados. Ya adoptados, el padre los consideraba como hijos y el hijo mayor los consideraba como hermanos.
Unos bandidos a los que el rey había metido en la cárcel durante algunos años, quisieron vengarse. Y un día, creyendo que todos los hermanos estaban juntos, los secuestraron a todos, pensando que entre ellos estaba también el hijo mayor del rey, pero éste no estaba allí en ese momento.
No hace falta decir la tristeza y angustia que tuvieron el rey y su hijo, el hermano mayor. Querían tanto a los pequeños, que decidieron que el hijo se ofreciese como rescate por sus hermanos, pues era a él a quien querían secuestrar y matar.
El hijo se entregó por sus hermanos; los bandidos soltaron a los niños adoptados, y al hijo, después de atormentarlo cuanto pudieron, lo mataron.
Dios, cuyo hijo único es Jesús, nos ha adoptado como hijos, y es tanto lo que Dios nos quiere, que envió al Hijo mayor para rescatarnos del poder del pecado y del demonio. Jesús, el Hijo único del Padre, vino a este mundo y se entregó a la muerte por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación.
Así nos quiere nuestro Padre Dios: nos ha hecho hijos suyos en el Bautismo y, después del pecado, nos ha enviado a su Hijo único para que, muriendo por nosotros en la cruz, nos salvase del pecado y de la muerte. Esto es lo que celebramos con alegría los cristianos en la Eucaristía.
(Confirmación)
EJEMPLO DE LOS APÓSTOLES, YA SIN MIEDO
(Los Apóstoles, confirmados en la fe se alegran al sufrir por Jesús)
Los Apóstoles empezaron a predicar el nombre de Jesús; como se convertía mucha gente, los jefes religiosos de los judíos trataban de impedir esta predicación. Prohíben a los apóstoles seguir predicando. Pero como ya habían sido fortalecidos por el Espíritu Santo el día de Pentecostés, no hacen caso de la prohibición y siguen predicando.
Los jefes de los judíos, en vista que no podían con ellos, los meten en la cárcel. Pero viendo que el pueblo estaba más bien en favor de los apóstoles, los llamaron y, después de haberlos azotado, les volvieron a prohibir que predicasen, y los dejaron libres.
Ellos salieron contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre de Jesús. Eran los mismos hombres miedosos de poco antes, pero muy fuertes ya, desde el día de Pentecostés, en que recibieron el Espíritu Santo.
(Eucaristía)
PARÁBOLA DE LA FOTO Y LA PRESENCIA
Érase una vez un párroco que explicaba a los Niños la presencia real de Jesús en la Eucaristía de esta manera: Si entrase en la iglesia un asesino con una metralleta y os dijese que quemaseis esa imagen tan bonita del Señor o que pisoteaseis una forma consagrada de esas que se dan en la comunión ¿qué haríais? Ellos respondieron: nada. El párroco insistió: ¿Y si ese asesino dijese: pues si no lo hacéis, os mato a todos con esta metralleta. Y ellos dijeron: pues mátanos. Muy bien, les dijo el párroco; eso demuestra que sois muy amigos de Jesús.
Pero si empezase la iglesia a arder y tuvieseis tiempo para poder salvar algo de lo que hay en la Iglesia, ¿qué salvaríais de las llamas, esa imagen tan bonita de Cristo, o las formas consagradas que hay en el sagrario? Casi todos contestaron que la imagen de Cristo.
Y el párroco, con un ejemplo les explicó que estaban equivocados. Sacando su carnet de identidad y enseñándoles la foto que había en el carnet, les preguntó: ¿quién es éste? Contestaron todos: tú. Señalando el párroco hacia sí mismo, volvió a preguntar: ¿quién es éste? Y volvieron a contestar: tú. Y siguió el párroco preguntando: Pero qué es más importante, la foto de mi carnet o yo. Y señalando al párroco, dijeron: tú.
Pues bien, acabó el párroco: Jesús en la hostia consagrada está como yo estoy aquí delante de vosotros, mientras que Jesús en el crucifijo está como yo estoy en la foto. Y acabaron la sesión haciendo una oración junto al sagrario.
Y es que a veces, no tenemos en cuenta que Jesús está, de verdad, de verdad, en la Eucaristía.
José Gea
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