"La Inquisición": la bandera de guerra de los ignorantes
Primero que nada, quisiera brindarles a ustedes una receta de demagogia: Pinte usted una cárcel oscura y tenebrosa, en las paredes instrumentos de tortura, tres curas sentados tras una mesa, de ser posible bien gordos (causa mayor efecto), disfrutando como torturan a un hombre en el potro, o como se le quema la planta de los pies (si es mujer obtiene usted mayor resultado aún). Debajo, un letrero “los horrores de la Inquisición”. ¡No se preocupe! Nadie va a averiguar si usted miente o no. Llevaría mucho trabajo y estudio.
Ésta es la realidad que me encuentro con varios católicos que escandalizados y confundidos, son asaltados por las acusaciones de gente ignorante que tienen de historiadores lo que yo tengo de ateo. Este artículo está destinado sobre todo para católicos, pues a los que gustan de difamar a la Iglesia con silogismos absurdos, lo más común es que no soporten leer algo que tenga más de dos párrafos. Sus estudios por lo general están basados en Wikipedia, algún foro del estilo “el Vaticano esconde armamento militar en sus sótanos” y uno que otro video en YouTube que va detallando con una voz de robótica los “secretos que esconde la Iglesia”.
La Santa Inquisición
Vayamos por orden. En primer lugar, la Inquisición no nace contra el pueblo sino para responder a una petición de éste. En una sociedad preocupada sobre todo por la salvación eterna, el hereje es percibido por la gente (comenzando por la gente corriente y analfabeta) como un peligro, de la misma manera en que nuestra sociedad actual obsesionada por la salud física consideraría peligroso a quien propagase enfermedades contagiosas mortales.
Para el hombre medieval, el hereje es el Gran Contaminador, el enemigo de la salvación del alma, la persona que trae el castigo divino a la comunidad. Por lo tanto, y tal como confirman todas las fuentes, el dominico que llega para aislarlo, no se ve rodeado de “odio”, sino que es recibido con alivio y acompañado por la solidaridad popular. A continuación quisiera citar textualmente a Vittorio Messori, que me parece lo explica mucho mejor que yo.
“Entre las deformaciones más vistosas de cierta historiografía está la imagen de un “pueblo” que gime bajo la opresión de la Inquisición y espera con ansia la ocasión de liberarse de ella. Pero ocurre justamente lo contrario; si a veces la gente se muestra intolerante con el tribunal, no es porque sea opresivo con personas como los herejes que, si hemos de atender a la vox populi, no merecen las garantías y la clemencia de la que los dominicos hacen gala. Lo que en realidad querría la gente es acabar con el asunto deprisa, deshacerse sin demasiados preámbulos de aquellas personas (…)”[1]
Señores, la Inquisición no intervenía para excitar al populacho sino, al contrario, para defender de sus furias irracionales a los presuntos herejes o a las presuntas brujas. En caso de agitaciones, el inquisidor se presentaba en el lugar seguido por los miembros de su tribunal, y con frecuencia, con una cuadrilla de sus guardias armados. Lo primero que hacían estos últimos era mandar a sus casas a la chusma sedienta de sangre.
En la gran mayoría de los casos, y tal como lo prueban las investigaciones históricas, el proceso terminaba en una penitencia religiosa o en una advertencia. Quienes se arriesgaban a quedar mal, eran quienes después de haberse dado el proceso, volvían a gritar “¡Abajo a la bruja!” o “¡Abajo el hereje!”.
¿Cómo se forja una leyenda?
Que le acusen a usted de estafador o de ladrón. Tres palabras bastan. Pero el refutarlo requerirá un montón de argumentos, testimonios, pruebas y tiempo. La acusación se lee en un momento, pero ¿quién tiene humor para leer la defensa, sobre todo si hay un odio de por medio?
De esta manera como católico me ha tocado escuchar más de una vez la frase – lanzada como catapulta para ver dónde cae – “la Iglesia torturó y quemó a tanta gente a la Inquisición”. Lo que me recuerda afirmaciones similares a las del mito de las riquezas de la Iglesia[2]. Frases vagas, imprecisas, carentes de datos o pruebas, y sin embargo, suficientes para poner inseguro a cualquier católico que no está bien formado y que – muy a mi pesar – se siente acomplejado o avergonzado por la historia de su Iglesia, de la que muy poco conoce. Hay que repetir hasta el cansancio, que un par de videos de YouTube y la lectura rápida de un blog anónimo, no confieren a nadie el título de “Doctor en Historia Eclesiástica de la Época Medieval”, pero por otro lado, formar supuestos argumentos en base a estas lecturas mediocres de la historia, si le confiere a uno el título de “Ignorante y crédulo propagador de difamaciones”.
A mis amigos protestantes
Muchos protestantes – y uno que otro católico acomplejado – se llevan las manos a la cabeza por las “crueldades de la Inquisición”, cuando el panorama del Protestantismo no es que haya sido un oasis de santa paz. A continuación un par de datos históricos interesantes a saber:
- Martín Lutero, fundador del protestantismo, tenía ideas bastante particulares y ciertamente nada pacíficas con respecto a ciertos temas. Por ejemplo:
“Si tuviera a todos los frailes franciscanos en una sola casa, le prendería fuego. ¡Al fuego todos ellos!”[3]
“Matad cuantos campesinos podáis: Hiera, pegue y degüelle a quien pueda. Feliz si mueres en ello, porque muere en obediencia a la Palabra Divina”[4]
- En Sajonia protestante, la blasfemia tenía pena de muerte. Calvino mandó quemar a Servet (católico que descubrió la circulación de la sangre, y a quien eliminaron por "contradecir" a
- En 1560 el Parlamento escocés decretó pena de muerte contra todos los católicos.
Sinceramente, debo confesar que en algún momento – durante mi etapa de “coqueteo” con la iglesia evangélica – también forme parte de aquellas personas resentidas contra la Iglesia que buscaban cualquier oportunidad para atacarle, pero pudo mucho más el amor de Dios, que me llevó a buscar la Verdad. Fue cuando empecé a estudiar Historia, y llegué no sólo a la conclusión de que la Iglesia de Cristo era la Iglesia Católica, sino de que muchos de los “argumentos” que utilizaban en las prédicas protestantes para arremeter contra la Iglesia Católica, no sólo eran falsos e infundados, sino cargados de odio y aversión hacia los católicos.
No pretendo ninguna conversión al catolicismo después de este artículo, pero sí al menos una reivindicación en la consciencia e intención de muchos protestantes, que guiados por una fe ciega hacia sus pastores, andan por la vida lanzando frases vagas y sin argumentos contra la Iglesia de Cristo. A estos, les animo a estudiar con sinceridad la Historia de la Iglesia. No está de más recordarles que la verdad siempre nos hará libres[5] (es uno de los versículos favoritos de los protestantes para invitar al católico a sus cultos) y que por ende, la mentira y el error esclavizan.
No podemos andar por la vida “asumiendo” verdades históricas. Es necesario – y por respeto a Nuestro Señor que nos quiere libres – que nos tomemos el tiempo de agarrar un buen libro de historia y leerlo, no fuera de contexto para utilizarlo a nuestra conveniencia, sino por completo y con objetividad.
A mis hermanos católicos
Finalmente, recordarles a mis hermanos católicos, que pertenecen a la Iglesia de Cristo fundó, y que, si gente malintencionada la ofende, tienen la obligación de defenderla. No está de más recordarles que la Iglesia es la Esposa de Cristo. No por nada san Pablo utiliza de ejemplo el amor de Cristo a la Iglesia como modelo a imitar para el amor de los esposos[6]. No sé ustedes, pero a mí me parece algo muy grave insultar a la Esposa de Cristo.
Dejen la pereza y la cobardía, formémonos constantemente, para poder dar razón de nuestra fe en dónde se nos exija, en la casa, en el colegio, la universidad, el trabajo, etc. Seamos cristianos coherentes y amemos a la Iglesia como Cristo la ama.
[1] Leyendas Negras de la Iglesia, Vittorio Messori. La muerte de un Inquisidor, pág. 55
[2] Si no ha leído el artículo “Las Riquezas del Vaticano, for dummies”, lo recomiendo:
[3] Hartmann Grisar, VI, 247; Table Talk [edited by Mathesius], 180; summer 1540).
[4] Martín Lutero en su “Contra las Hordas Asesinas y Ladronas del Campesinado”, 1525
[5] Juan 8, 32
[6] Efesios 5, 25