Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Mentoría y mentores: enseñar a vivir a los jóvenes

Mentoría y mentores: enseñar a vivir a los jóvenes

por Familia, Educación y Cultura

Contar con adultos modelos empezando por la familia

¿Qué le conviene hoy a un chico o a una chica que llegan a la adolescencia? Pues contar, de entrada, con unos buenos padres y también con otros adultos significativos y ejemplares en la familia extensa como los abuelos o los tíos. Pero no queda todo ahí: es bueno que los adolescentes anden, en general, rodeados de adultos en su vida para aprender a vivir bien y aprender a establecer relaciones de apoyo para afrontar retos a largo plazo. Y a la vez saber, en esa línea, descubrir los resortes de cómo elegir una buena amistad. Los más jóvenes deben aprender a rodearse de buena gente que sean capaces de orientarles a la hora de tomar las mejores decisiones. Los adolescentes sin los adultos, solo rodeados de adolescentes, terminan careciendo de referentes que les enseñen a captar, medir y evaluar la realidad que todo desarrollo madurativo exige. Un adulto experimentado dota de madurez a un adolescente que quiere convertirse en un ciudadano independiente y a la vez competente.

Primero en la escuela, luego fuera de la escuela

Junto a la familia, primero son guía los buenos maestros y luego están los tutores escolares que pueden coincidir con los maestros en la propia escuela.  Maestros que se preparan bien las clases y que enseñan con entusiasmo y vocación a sus estudiantes y que generan en los chicos y en las chicas ideas e iniciativas.  Un ejemplo ideal es el profesor de educación física que, aunque no es un tutor, actúa informalmente como un tutor porque ofrece su ejemplo en 360º en sus clases. Se le ve, se le escucha, su actuación es constante y puede ser edificante en mil detalles.  Enseguida se percibe su humanidad, su esfuerzo y preocupación por las necesidades de los adolescentes que le rodean. Pero salgamos de la escuela y acerquémonos al paralelo mundo extraescolar:  fijémonos en el caso de un estudiante de unos 13 años que participa del básquet federado y que además participa en una liga escolar: ya no es el profesor de educación física sino un entrenador quien actúa como acicate en la superación, en el esfuerzo, en la mejora técnica pero también personal.  Si este entrenador o entrenadora conecta con sus chicos o chicas puede ser mucho más importante el ejemplo de vida de esta persona que el mismo básquet. El básquet pasará a un segundo lugar y el ejemplo de vida les ayudará a mejorar la convivencia inter-personal e incluso intra-personal. Les ayudará a crecer en empatía, y, en definitiva, en relaciones sociales y coraje ante la vida. Hay una película que se llama Coach Carter (en español: Entrenador Carter, 2005) donde estos asuntos se ven reflejados muy claramente. En cualquier caso, la mayoría de los mentores no se autoproclaman como tales: son sencillamente aquellos adultos ejemplares con los que se cruzan muchos adolescentes y jóvenes en muy variadas situaciones: monitor, coach, entrenador, guía, profesor, experto.  La mayoría de mentores son, consecuentemente, informalmente mentores. Y a la vez pueden hacerlo magníficamente bien.

El modelo de los adultos: la mentoría

Los más jóvenes, todos, sobre todo antes de los 18, 19 o 20 años, necesitan un adulto –o varios en distintos contextos- diligente, compasivo y ejemplar. Y existen muchas posibilidades. Si estamos en el colegio hablamos de un tutor que orienta al estudiante personal y académicamente. Si salimos de la escuela (en la formación profesional o en el ámbito extraescolar e informal, por ejemplo) ya hablamos de una figura diferente: un mentor. En inglés, y en los países anglosajones, se habla frecuentemente del mentoring.

La mentoría es una relación de desarrollo profesional/individual en la que una persona con experiencia, conocida como mentor, brinda orientación, apoyo y asesoramiento a una persona con menos experiencia, conocida como aprendiz. El mentor puede ser alguien dentro de la misma organización (deportiva, por ejemplo) o industrial, o puede pertenecer a organización externa especializada en estos temas a través de programas.

  • Las características de un mentor incluyen, en primer lugar, haber vivido de cara a los demás asesorando a jóvenes en distintos planos, en una palabra: contar con distintos tipos de experiencia. Hay quien plantea que al mentor hay que exigirle una formación contrastada y concreta. Pero muchas veces no es imprescindible. Un mentor, entonces, generalmente tiene una gran experiencia en un campo en particular, que puede compartir con su aprendiz: un deporte, una habilidad como la música, iniciativas de voluntariado, pero también en el plano de la formación profesional y también universitaria (esta última no la tocaremos)
  • Conocimiento: en esta dirección un mentor tiene un conocimiento profundo en unas destrezas o campo de especialización y puede brindar orientación concreta (profesional o recreativa) sobre cómo navegarla con éxito.
  • Apoyo: un mentor sobretodo es una persona que brinda apoyo personal, empuje y aliento para su aprendiz, ayudándolo a desarrollar la confianza y la autoestima que necesita ese discípulo sin edulcorar la realidad y planteando las dificultades que pueden surgir.
  • Consejo: en esta línea un mentor ofrece comentarios constructivos y orientación sobre cómo mejorar las habilidades y superar los desafíos. No cabe un mentor hosco, distante que trabaja con desapego. Ni tampoco otro condescendiente y excesivamente indulgente. Debe trabajar las fortalezas y las debilidades de su aprendiz con solvencia.
  • Redes: un mentor puede presentar a su aprendiz a otros profesionales (o expertos) en su campo, ayudando a construir una valiosa red de contactos. Debe abrir expectativas profesionales y a la vez debe generar en su aprendiz competencias intangibles como las de sentirse capaz y autónomo a la hora de arrostrar los problemas.
  • En este contexto el mentor ha de generar una progresiva mayor confianza en su aprendiza a partir de la entrevista uno a uno. Esta entrevista entre el mentor y el aprendiz puede ayudar a la persona más joven a desarrollar un clima de confidencia y seguridad, permitiéndole asumir nuevos desafíos y oportunidades. Por consiguiente, la mentoría no solo forma técnicamente sino también humanamente.

Ayuda humana y profesional

En la mentoría, más allá de la tutoría escolar, nos movemos en los entornos de la formación profesional media o superior y también en los estudios de grado universitarios. Y como antes se mencionaba debe ser mentoría técnica y humana. Es bueno que el mentor no solo se fije en competencias y habilidades sino también en temas de maduración, dudas, ansiedades que, en manos de un profesional experto que actúa con benignidad, pueden generar soluciones de por vida.

Por lo que vamos desarrollando, podríamos distinguir entre un mentor en campos de ocio constructivo, y el mentor más ligado al desarrollo profesional.

Entonces es fundamental que su liderazgo sea constructivo. En el ocio veraniego de los hijos los padres deben fijarse más en la calidad humana del mentor que en la espectacularidad de las instalaciones –vivienda, polideportivo, lago- de esa semana de tiempo libre. Asuntos que por supuesto son también también importantes. Está claro que deben estar materialmente bien atendidos, pero las personas son fundamentales. En estudios profesionales –en España existe la formación profesional dual- el mentor es vital, imprescindible: una verdadera guía profesional y a la vez moral.

Formas de mentoría

Ejemplos son el monitor que se comporta como un mentor y que cuida de sus aprendices en el contexto del aprendizaje del inglés (en una estancia en el extranjero), o sencillamente en unas jornadas deportivas en un parque nacional con un lago que permite pilotar un kayak. Un ejemplo puede ser una escuela de música de verano. O unas colonias que reconstruyen una escuela o una iglesia.  En ese contexto surgen muchas conversaciones y si el monitor-mentor se gana la atención y confianza del aprendiz se pueden dar pasos grandes. Pueden ayudar a los discípulos a establecer y alcanzar objetivos, y mejorar hábitos de trabajo y emprendeduría. Incluso descubrir asuntos que a los padres les pueden ayudar. Qué positivo será que monitor y padres puedan hablar al final de las colonias de estos asuntos.

Paso siguiente: el mentor debe ser muy, muy discreto y reservado y poseer un buen conocimiento de su discípulo y sus necesidades. Y no airear en ninguna dirección asuntos que pueden ser muy íntimos. Entonces el aprendiz verá en él, como en su padre, como en su maestro, como en su tutor escolar, una referencia, un proyecto que le va a hacer madurar. Y los padres deben poder hablar con este monitor-tutor en el balance de un mes de actividades extraescolares o tras unas colonias de verano. En el mundo de la formación profesional media o superior la diferencia la ofrecen aquellas escuelas, institutos superiores que ofrecen esta educación personalizada. Desde luego en la enseñanza universitaria reaparecen la figura del mentor, pero este asunto no lo vamos a tocar. Además, la conversación con los padres tiene lógica cuando el aprendiz tiene menos de 18. A partir de ahí los padres deben ofrecer consejo a sus hijos, pero a la vez deben dejar de intervenir. Por eso el mentor es tan importante.

Los jóvenes necesitan un adulto cerca

Pensemos en que lo más natural es que un chico o chica se mueva entre iguales. Lo que puede ser negativo es que se mueva solamente entre iguales. Podría darse el caso de que todos los coetáneos fueran muy maduros, pero no es lo más frecuente. Y si estos adolescentes viven en un mundo paralelo al de los adultos a todas horas en un ocio repetitivo, poco creativo sin ningún objetivo las cosas no andan bien. Pueden ser pasto de las modas y de conductas de riesgo. Es posible que este ocio sea entonces cuando menos irrelevante y si los modelos de la pandilla son negativos podemos empezar a plantearnos temas de exceso de alcohol, drogas o violencia de bandas.  Y recientemente temas de salud mental juvenil. En el mundo anglosajón existen programas de mentoría para este tipo de jóvenes una vez despegan los problemas. No tiene por qué pasar nada cuando unos adolescentes se reunen para pasarlo bien. Pero hay que sembrar y ser previsor y pautar bastante del tiempo libre de los más jóvenes.  De hecho, no es fácil que hoy un adolescente, unos adolescentes, se eduquen, desde la nada, a sí mismos. Podría suceder en contextos muy concretos –rurales, entre primos guiados por sus respectivos padres, en un grupo muy aficionado a la bici de montaña- pero no es lo más frecuente.

Ocio, aprendizaje y maduración

Está muy estudiado que un ocio constructivo ayuda a madurar, a progresar en habilidades sociales mientras se aprenden lenguas, artes, deportes, profesiones. Pensemos que muchos músicos salen de una buen escuela infantil o juvenil de música. Sin embargo, se atiende menos a una realidad: los monitores de estos ámbitos extraescolares, si son adultos maduros, pueden hacer progresar a sus discípulos.  Pueden ayudar a sus aprendices a responsabilizarse desde la afición al futbol, al teatro, a la naturaleza, a la solidaridad. Aprenden muchos contenidos nuevos, pero sobre todo aprenden a vivir, a ser resilientes, a superar la decepción, la frustración. Y en esa vida de colonias o de club juvenil es fácil que descubran la amistad, y la capacidad de escucha y la posibilidad de entregarse a los que les necesitan.

Si no hay adultos y adultas como mentores, o no se implican lo suficiente, las cosas puede que no vayan bien. En un mes de julio vacío, solo cuatro amigos con un treinta días  por delante puede ser positivo porque se organizan y forman un grupo musical, pero pueden aburrirse mucho y despistarse mucho. Los padres y los tutores deben estar atentos: hablar y entenderse. Insistimos: a los 18 años, mayores de edad, han de estar preparados para la vida aunque signa necesitando mentores.

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