Lunes, 23 de diciembre de 2024

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El último sacerdote asesinado en Toledo, 20 de septiembre

por Victor in vínculis

Pedro Santiago Gamero había nacido en Toledo el 14 de abril de 1893. Sus padres se llamaban Alejandro y Marta. Fue el segundo de siete hermanos. Tras su paso por el Seminario de Toledo, fue alumno del Pontificio Colegio Español de Roma. “El Castellano” del 21 de junio de 1915, dice: “anoche regresaron a Toledo don Pedro Santiago Gamero y don Francisco Naveso Marrupe, alumnos del Colegio Español de Roma, que, por causa de la guerra, se han visto precisados a adelantar algunos días las vacaciones de verano. Sean bienvenidos los aplicados alumnos y reciban nuestra cordial enhorabuena por el éxito alcanzado en sus exámenes”.

 

En Roma, de manos del cardenal Rafael Merry del Val, recibió la ordenación sacerdotal el 11 de marzo de 1917. Celebró su primera Misa, sobre el sepulcro de San Pedro en la Basílica Vaticana, cuatro días después.

 

Su primer destino pastoral le llevó como coadjutor a El Bonillo (Albacete); en 1919, es destinado de ecónomo a Los Navalucillos. Don Pedro, por aquel entonces, escribió una novena a la Virgen de las Saleras, que todavía sigue usándose.

 

En 1925, pasa a ser ecónomo de San Martín de Montalbán. El año 1926 será también ecónomo, pero en El Romeral. En 1927 llegó a la ciudad de Toledo: primero como coadjutor de la parroquia de Santiago Apóstol y, finalmente, desde 1932, ecónomo de Santa Leocadia.

 

En 1926, el cardenal Reig había fundado el Seminario Menor de Santo Tomás de Villanueva. Desde 1928 el siervo de Dios ejercía como catedrático del tercer curso del Seminario Menor (1928).

 

El Castellano” del 15 de mayo de 1931 recoge la noticia de que “se ha encargado de la Dirección del colegio de Infantes (del coro de los seises) el sacerdote don Pedro Santiago Gamero, que recibe muchas felicitaciones”. Además era el director del Museo parroquial de San Vicente.


 

Cuando estalla la persecución religiosa, el día 22 de julio celebró la última misa en la parroquia en medio de un gran bombardeo de los rojos, aplicándola por la salvación de España, llevando el Santísimo a su casa. Al entrar las milicias en Toledo fue acogido en la casa del médico señor Fando, llevando consigo al Señor Sacramentado. Aquí celebró varios días el Santo Sacrificio y a fin de mes, por estimarlo oportuno, sumió el Santísimo; también bautizó en ella al hijo de don José María Perales. De dicha casa pasó a la de su hermano Aureliano, a la cual fueron varias veces los milicianos preguntando por él; para evitar el compromiso que para su familia suponía, se refugió en casa de los padres del siervo de Dios Benito Abel de la Cruz, varaplata de la S.I.C.P. de Toledo, que había sido asesinado el 27 de julio. Allí recibió toda clase de atenciones.

 

Pero fue descubierto y detenido pasando a los sótanos del Gobierno Civil, donde tuvo por compañero de calabozo a don Gabriel Ledesma Navarro, al que confesó, el cual da testimonio de los halagos y promesas que en varias conversaciones le hicieron los milicianos, los cuales rechazó con dignidad y fe, con su ilusión puesta en el martirio, cuya palma recibió el 20 de septiembre.

 

Ese día sabemos que su hermano le llevaba un paquete a la cárcel, pero cuando llegó le dijeron que ya no estaba. Acababan de fusilarlo. Los testimonios hablan de él como un hombre muy inteligente, gran orador y muy caritativo.

Bajo estas líneas la torre mudéjar de la parroquia de Santa Leocadia de Toledo, donde el siervo de Dios ejercía de ecónomo.



EL SOL DE ORÁN

Después de narrar el martirio del ecónomo de la parroquia toledana de Santa Leocadia, no podemos dejar de reseñar lo que sucedió con la custodia conocida como “El Sol de Orán”.

Cuenta la tradición que esta parroquia se levanta sobre la casa que habitara Santa Leocadia, quien fuera asesinada durante las persecuciones de Diocleciano en el año 304. Según esto, la cripta que se conserva junto al pilar derecho del presbiterio sería la habitación subterránea de la casa donde la santa se encerraba habitualmente para orar.

Es Henri Michaux (1899-1984), poeta y pintor de origen belga, nacionalizado francés, quien en su obra “Voyage en Grande Garabagne” (París, 1936) narra el sacrílego destrozo de la famosa custodia. “La joya de Santa Leocadia, preciada por histórica, era el “Sol de Orán”. Se llamaba así a la magnífica custodia que había expuesto Cisneros en Orán cuando conquistó esta plaza. Adoptaba la forma de un sol rutilante, cuajado de pedrería, y, aparte de sus valores artísticos y materiales, el solo prestigio de sus recuerdos realzaba esta joya, que resplandecía destellante de oros y chispas, en las grandes solemnidades eucarísticas de Santa Leocadia. Se guardaba en una habitación especial, que pierde todo lujo y brillo en la rapiña.

¿Qué sucedió con ella? A la entrada de las tropas nacionales, oculta a todas las indagaciones y pesquisas, se dio por definitivamente perdida. Más tarde, un rumor demasiado optimista, la contaba entre lo recuperado. Efectivamente, había aparecido el “Sol de Orán”, mas en seguida los primeros optimismos se convirtieron en dolor e indignación: la magnífica custodia había quedado reducida a una ínfima parte de lo que era. La joya preciada, muestra brillante del arte barroco, labrada en oro purísimo, era nada más que un trozo de la antigua aureola que la componía. Y este trozo se recuperaba machacado y retorcido. Lo demás, casi el valor íntegro de la custodia, toda la pedrería y su montaje, han desaparecido con el acopio de otras joyas. Indicios posteriores hacen suponer que han sido comerciados el oro y las piedras de la custodia en la dilapidación general del tesoro español, que ha emigrado con los rojos”. En un estudio sobre la Custodia que hace Rafael Ramírez de Arellano afirma: “la pedrería que la avalora es ajena a la alhaja y acumulada por la devoción de los toledanos que aún persevera… Las piedras contadas por un platero y joyero de la ciudad suman 333”. De aquello, no quedó nada. La foto, tomada tras el macabro hallazgo, lo certifica.

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