800 años O.P., ¿cómo lo han conseguido?
800 años O.P., ¿cómo lo han conseguido?
por Duc in altum!
Hacer una síntesis de lo que ha sucedido en los últimos 8oo años, llevaría mucho tiempo e indudablemente equivaldría a una investigación científica propia de un doctorado en historia. Pues bien, la Orden de Predicadores, fundada por Sto. Domingo de Guzmán, ha recorrido 8 siglos y, sin lugar a dudas, no es algo que se escuche todos los días. Cuesta incluso imaginar la suma de acontecimientos, de cambios en el paradigma de la humanidad, de la civilización que han sido acompañados generosamente por los colores blanco y negro que son una característica del hábito de los frailes. ¿Cómo lo han conseguido? La respuesta merece dos tipos de abordaje. El primero, evoca a Dios. Solamente una obra de sus manos puede mantenerse al día pese al paso inexorable del tiempo. Su palabra, aquella que Sto. Domingo predicaba, es la clave para comprender de qué manera han sabido levantarse de las crisis externas o internas que han dado lugar a las necesarias restauraciones para ser fieles al carisma recibido en la coyuntura de los cinco continentes. El segundo, nos lleva a pensar en la genialidad de la sencillez que trae consigo la vida conventual, los capítulos para tomar acuerdos y mantener el rumbo, siendo significativos, al dar palabras para las generaciones de cada época. Es verdad que toda historia tiene sus puntos difíciles, polémicos, pero lo grande de la orden es su firme búsqueda de la verdad que la ha llevado a reencontrarse muchas veces con las fuentes y, desde ahí, crecer. Por algo, su lema es “veritas”. Estamos hablando de un estilo de vida que, en momentos marcados por una fuente confusión teológica y antropológica, da sentido, dirección y cauce a tantos hombres y mujeres que buscan encontrar en Dios la clave, el punto de partida y de llegada en los más variados escenarios de la sociedad. Los frailes son un eco firme de la Palabra de Dios.
Ahora bien, como lo ha pedido Fr. Bruno Cadoré, Maestro de la Orden, no hay que asumir un tono triunfalista, sino de un profundo análisis del camino recorrido a la luz de la fe, viendo en la Palabra, la base de la predicación, porque para nadie es un secreto que necesitamos, quizá hoy más que nunca, de personas que nos hagan despertar, escuchar algo que contagie ilusión y, sobre todo, compromiso. El Evangelio siempre será actual, pero Dios ha querido implicarnos en la enseñanza del mismo, llevándolo a cabo por medio del ejemplo, de la coherencia, esa que rompe esquemas y plantea cuestionamientos que hacen volver la mirada a Dios.
Podemos decir que, en términos generales, hay al menos tres aciertos que han contribuido a que la orden cumpla 8 siglos de historia:
Volver a las fuentes: Siempre que muere el fundador, se pasa por un periodo de crisis y/o readaptación al medio eclesial y social. Entonces, inicia una nueva etapa, en la que existe el riesgo de perder la identidad, de “oxidarse”; sin embargo, cuando se llevan a cabo relecturas serias sobre el carisma recibido, es posible mantener la claridad necesaria para conservar aquella “chispa” de la primera hora. Los dominicos, a través del estudio, han profundizado en el legado de Sto. Domingo, expuesto de forma admirable por personajes de la talla de Sto. Tomás de Aquino o Sta. Catalina de Siena y, por supuesto, de muchos autores contemporáneos.
Compromiso sin ideología: Lejos de seguir una agenda ideológica que hace daño, pues mina la calidad y el número de las vocaciones, han sabido dialogar con el mundo de hoy y conservar la esencia. Por esta razón, en países como Estados Unidos de América, ha ido aumentando paulatinamente el número de jóvenes que abrazan la vida dominicana. Es decir, se nota cómo la oración y el estudio inciden en la realidad, abriéndose a los diferentes contextos sociales, pues ricos y pobres tienen un lugar en la Iglesia. Han descubierto que es posible preocuparse por los menos favorecidos y, al mismo tiempo, cuidar elementos como la liturgia y el hábito, los cuales, lejos de ser cosas exteriores o superficiales, son una expresión que comunica el espíritu interior y que hoy dicen mucho a las nuevas generaciones.
Predicación en contexto: No es lo mismo predicar en el campo que en la ciudad. Esto de ninguna manera significa que una realidad sea más importante que la otra. Simple y sencillamente, son distintas y, por ende, requieren un abordaje especial para cada una, pues varia la gama de intereses, de necesidades. Hoy día, se hace necesario predicar en medio de la realidad cosmopolita, pues las grandes ciudades también requieren de atención pastoral. Los dominicos, desde su presencia en misiones y zonas céntricas del mundo, han contribuido a un mayor entendimiento entre ambos contextos, vinculándonos con la palabra, esa capacidad de persuadir que es un fruto de la oración, del silencio y, sin duda, del hecho de comprender lo que vive el ser humano en cada lugar.
Ciertamente, hace falta mucho por hacer; sin embargo, 800 años son algo digno de recordar, de agradecer y, al mismo tiempo, una oportunidad de aprender de los que llevan más tiempo viviendo la fe. Es necesario; sobre todo, entre los jóvenes, seguir dando a conocer el valor de la predicación, para que ellos, según su edad y momento, sean continuadores de esa opción que vale la pena vivir al máximo.
Ahora bien, como lo ha pedido Fr. Bruno Cadoré, Maestro de la Orden, no hay que asumir un tono triunfalista, sino de un profundo análisis del camino recorrido a la luz de la fe, viendo en la Palabra, la base de la predicación, porque para nadie es un secreto que necesitamos, quizá hoy más que nunca, de personas que nos hagan despertar, escuchar algo que contagie ilusión y, sobre todo, compromiso. El Evangelio siempre será actual, pero Dios ha querido implicarnos en la enseñanza del mismo, llevándolo a cabo por medio del ejemplo, de la coherencia, esa que rompe esquemas y plantea cuestionamientos que hacen volver la mirada a Dios.
Podemos decir que, en términos generales, hay al menos tres aciertos que han contribuido a que la orden cumpla 8 siglos de historia:
Volver a las fuentes: Siempre que muere el fundador, se pasa por un periodo de crisis y/o readaptación al medio eclesial y social. Entonces, inicia una nueva etapa, en la que existe el riesgo de perder la identidad, de “oxidarse”; sin embargo, cuando se llevan a cabo relecturas serias sobre el carisma recibido, es posible mantener la claridad necesaria para conservar aquella “chispa” de la primera hora. Los dominicos, a través del estudio, han profundizado en el legado de Sto. Domingo, expuesto de forma admirable por personajes de la talla de Sto. Tomás de Aquino o Sta. Catalina de Siena y, por supuesto, de muchos autores contemporáneos.
Compromiso sin ideología: Lejos de seguir una agenda ideológica que hace daño, pues mina la calidad y el número de las vocaciones, han sabido dialogar con el mundo de hoy y conservar la esencia. Por esta razón, en países como Estados Unidos de América, ha ido aumentando paulatinamente el número de jóvenes que abrazan la vida dominicana. Es decir, se nota cómo la oración y el estudio inciden en la realidad, abriéndose a los diferentes contextos sociales, pues ricos y pobres tienen un lugar en la Iglesia. Han descubierto que es posible preocuparse por los menos favorecidos y, al mismo tiempo, cuidar elementos como la liturgia y el hábito, los cuales, lejos de ser cosas exteriores o superficiales, son una expresión que comunica el espíritu interior y que hoy dicen mucho a las nuevas generaciones.
Predicación en contexto: No es lo mismo predicar en el campo que en la ciudad. Esto de ninguna manera significa que una realidad sea más importante que la otra. Simple y sencillamente, son distintas y, por ende, requieren un abordaje especial para cada una, pues varia la gama de intereses, de necesidades. Hoy día, se hace necesario predicar en medio de la realidad cosmopolita, pues las grandes ciudades también requieren de atención pastoral. Los dominicos, desde su presencia en misiones y zonas céntricas del mundo, han contribuido a un mayor entendimiento entre ambos contextos, vinculándonos con la palabra, esa capacidad de persuadir que es un fruto de la oración, del silencio y, sin duda, del hecho de comprender lo que vive el ser humano en cada lugar.
Ciertamente, hace falta mucho por hacer; sin embargo, 800 años son algo digno de recordar, de agradecer y, al mismo tiempo, una oportunidad de aprender de los que llevan más tiempo viviendo la fe. Es necesario; sobre todo, entre los jóvenes, seguir dando a conocer el valor de la predicación, para que ellos, según su edad y momento, sean continuadores de esa opción que vale la pena vivir al máximo.
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