Del Partido Popular y su posición ante el aborto
por Luis Antequera
Mi vecino de blog al que a veces me encuentro en el piso de arriba y a veces en el de abajo, Manuel Morillo, hablando sobre la manifestación del próximo 17 de octubre contra la llamada Ley orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo [1], pone sobre la mesa una cuestión en absoluto baladí, cual es la de la posición en lo relativo al tema del más importante partido de la oposición [2]. Pues bien, aunque no sea lo normal entre vecinos, estoy de acuerdo con él en que el Partido Popular debería adoptar una posición más clara de la que mantiene en lo relativo a las prácticas abortivas, como también estoy de acuerdo con mi vecino en que, gobernando el Partido Popular, se alcanzaron cifras de abortos –80.000 el último año que gobernó el Sr. Aznar [3]- que deberían llevarnos a una reflexión más profunda de lo que lo han hecho.
Ahora bien, el verdadero problema a mi entender, no estriba tanto en la posición que mantiene el Partido Popular como en la que mantiene el Electorado Popular, así con mayúsculas, para que se entienda bien. En este sentido, es significativa la encuesta realizada por ABC el día 4 de febrero [4], cuyos resultados arrojaban que del 49% de españoles que no comulga con la ley que quiere aprobar ahora el Gobierno, un 35% no lo hace porque está de acuerdo con la vigente, es decir, con la que ha permitido alcanzar los seis dígitos en el número de abortos anuales en España; y que sólo un 14% de los españoles la reprueba por estar a favor de la restricción severa de las prácticas abortivas (suponiendo que todos ellos fueran populares, apenas 1 de cada 3 votantes del PP). Ello es tanto así que, según otra encuesta del mismo diario, un escueto pero no por ello despreciable 9% del Electorado Popular, ni siquiera se muestra contrario a que las menores de edad mayores de 16 años puedan abortar sin informar a sus padres [5].
Por mi parte, no consigo entenderlo, la verdad. No consigo entender que la más noble de las causas imaginables, la de la protección del más indefenso e inocente de todos los ciudadanos, el feto no nacido, recabe tan escaso apoyo en una sociedad que, como la española, tiene de sí misma –cosa distinta es que realmente lo sea- la impresión de ser progresista, solidaria y justa. Algo que me cuesta más aún comprender en los tiempos que corren, y me explico: dentro de lo horrendo que siempre se presenta un crimen en el que la indefensión de la víctima es tan evidente, en los años cincuenta, sesenta o setenta, la noticia de determinados embarazos, notablemente los extramatrimoniales, en un hogar español, era tan estigmatizante para quien la sufría y para su familia, que dicho estigma ofrecía per se un motivo para comprender a quienes optaban por la solución abortista.
Pero es que para nuestra inmensa fortuna, la situación ha dado hoy día un giro copernicano, y el embarazo de una muchacha no casada, ni escandaliza a nadie ya, ni estigmatiza a ninguna familia. Y aun cuando, efectivamente, no en todos los casos un embarazo haya de venir acompañado del mayor de los regocijos, lo cierto es que la sociedad actual ofrece múltiples alternativas que permiten que la mujer embarazada, sin necesidad de desembarazarse del feto, no tenga que condicionar su vida a una maternidad prematura o simplemente no deseada. Piénsese sólo en las 5.000 parejas españolas dispuestas a pasar cada año por el penosísimo y costosísimo proceso de una adopción internacional [6]: ¡cuántas más serían si pudiesen encontrar los niños que ansían de una forma más sencilla y sin tener que ir a buscarlos a las antípodas! Por si ello fuera poco, un estado que como el español destina, por poner sólo un ejemplo, 85 millones de euros a ayudas para el cine, bien podría provisionar, sin que ello escandalizara a nadie, partidas semejantes o hasta superiores a auxiliar a mujeres en situación de maternidad comprometida.
Quiere todo ello decir que los que abiertamente estamos por la reducción al mínimo de las prácticas abortivas, tenemos que hacer mucha pedagogía, porque por el contrario de lo que ocurre con otros temas de los recurrentes en la política española en los que el divorcio entre opinión pública y clase política es evidente –cosa que sucede, a mi entender, con los nacionalismos- en el caso del aborto, tal divorcio no parece existir, y los partidos se amoldan a la posición de sus votantes, lo que aunque no justifica, sí ayuda al menos a entender la postura del Partido Popular en lo concierniente al tema.
En mi opinión, mi querido vecino Morillo, la batalla del aborto hay que librarla en el Parlamento, sí, donde desde luego podemos y debemos intentar neutralizar iniciativas como la que ahora presenta una ministra que nunca debió serlo y que parece mejor dotada para la danza que para la cosa pública. Pero también, y sobre todo, en la sociedad, a la que, cada vez más, urge sacar de un letargo que viene siendo ya tan largo como autodestructivo.
[1] L. O. de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo en: http://www.harimaguada.org/index2.php?option=com_docman&task=doc_view&gid=144&Itemid=33
[2] Artículo de Manuel Morillo en:
[3] Una estadística sobre la evolución anual de los abortos en España en: http://www.larioja.com/20071126/sociedad/clinicas-abortos-registros-barcelona-200711261702.html
[4] Comentario a la encuesta ABC de 4 de febrero de 2009 en:
[5] Comentario a la encuesta de ABC de 1 de junio de 2009 en:
[6] Estadísticas de las adopciones internacionales realizadas por españoles en:
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