Los obispos belgas NO proponen bendecir a parejas del mismo sexo.
Ha saltado a varios medios de comunicación la noticia de que los obispos belgas, encabezados por un cardenal, han sacado un documento en el que se permite bendecir a parejas del mismo sexo. Esto no es verdad. ¿Cómo iban a contradecir los obispos públicamente al papa Francisco? Efectivamente, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado recientemente un documento en el que se prohíbe expresamente la bendición de este tipo de relaciones: «Cuando se invoca una bendición sobre algunas relaciones humanas se necesita que aquello que se bendice esté objetiva y positivamente ordenado a recibir y expresar la gracia, en función de los designios de Dios inscritos en la Creación y revelados plenamente por Cristo Señor. Por este motivo, no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio, como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo».
No. La realidad es mucho peor. Lo que han propuesto lo obispos es directamente una normalización de las relaciones homosexuales como si fueran una realidad más de la Iglesia. Igual que se hace una oración con un grupo de jóvenes para pedir una mayor conversión, o con un grupo de peregrinos para pedirle a Dios protección, proponen hacer una oración con una pareja homosexual “practicante” para que Dios les dé ayuda y fidelidad. La propuesta va más allá de una simple bendición. Propone una normalización total de las relaciones homosexuales activas en el seno de la Iglesia. Equiparan a las personas homosexuales que viven la castidad con las que no. Tan sencillamente. Así dice el documento de los obispos: «Algunos permanecen célibes. se merecen nuestro reconocimiento y apoyo. Otros prefieren vivir en pareja, en relaciones duraderas y fieles. Sienten una conexión con un compañero. Ellos también merecen nuestro reconocimiento y apoyo. Porque esta relación, aunque no sea un matrimonio religioso, también puede ser fuente de paz y felicidad compartida».
¡Toma ya! Todos los documentos del Magisterio sin excepción, empezando por el Catecismo, dicen con total claridad que las personas homosexuales – que deben ser acogidas con respeto y delicadeza – están llamadas a vivir la castidad. Aquí se dice tranquilamente que los católicos debemos apoyar a aquellas parejas homosexuales que quieren vivir una homosexualidad activa y normalizada. Es una negación directa del Magisterio de la Iglesia y de la verdad de la vocación a la complementariedad hombre – mujer que está inscrita en lo más profundo de la naturaleza humana.
Decir que este tipo de relaciones "puede ser fuente de paz y felicidad compartida", es estar muy, pero que muy lejos de la calle y de la realidad. Los que acompañamos a personas con atracción por el mismo sexo escuchamos muchas veces sus desamores, sus frustraciones ante relaciones que no duran, sus testimonios de la cantidad de infidelidades que se dan en parejas homosexuales. La media de duración de una pareja homosexual estable es de un año y medio[1]. Y muchos de ellos sufren al verse abandonados o suplantados. De hecho, para muchos homosexuales "la paz y la felicidad compartidas" están tan lejos de lo que viven, que renuncian a ello por parejas esporádicas, o simplemente relaciones homosexuales casuales.
Estos obispos, negando la enseñanza de la Iglesia y de la realidad, proponen un momento de compromiso entre los dos homosexuales; no un compromiso de permanecer castos y célibes y ayudarse mediante una amistad desinteresada, como dice el Catecismo; sino un compromiso para "vivir comprometidos entre sí". Bueno, al menos no les invitan a la infidelidad... Es lo único que le falta al documento. El corolario del texto es de traca: «La comunidad reza para que la gracia de Dios obre en ellos, para que cuiden el uno del otro». Si pedimos que la gracia actúe en ellos, ha de ser para llevarles a la plena comunión con la voluntad de Dios, que es que vivan en castidad; no que se cuiden el uno al otro – que por supuesto no tiene nada de malo. La gracia se concede a quien está en plena comunión con la voluntad de la Iglesia, y se pide la gracia de la conversión para los que no lo están.
Yo deseo que todos los homosexuales sean felices. Y, si no son creyentes, deseo al menos que se amen con pureza y que no se hagan daño. Pero sobre todo desearía que descubrieran la fe en Cristo, y la felicidad que procede de ella; de modo que, coherentes con su fe, descubran que su felicidad no pasa por una relación sexual activa, sino por la castidad y el acompañamiento de la comunidad eclesial, no en una decisión contraria a la voluntad de Dios, sino en una decisión coherente con la fe que profesan.
Quizá lo que más me molesta de todo es que, para justificarse, los obispos citan la exhortación Amoris Laetitia, para justificar el acompañamiento de los casos de parejas que, aún no realizando plenamente el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia, piden un acompañamiento a la comunidad eclesial, citando los números 297 y 303. Estos números NO SE REFIEREN A LAS PAREJAS HOMOSEXUALES, SINO A LA HETEROSEXUALES. ¡Qué falta de vergüenza usar las palabras del papa para hacerle decir algo que no dice! Pero es que, para más INRI, el citado número 297 se apresura a decir: «Obviamente, si alguien ostenta un pecado objetivo como si fuese parte del ideal cristiano, o quiere imponer algo diferente a lo que enseña la Iglesia, hay algo que lo separa de la comunidad (cf. Mt 18,17). Necesita volver a escuchar el anuncio del Evangelio y la invitación a la conversión». Más claro, agua. En el contexto del Magisterio de la Iglesia, y en concreto de la Exhortación que citan, su propuesta es descabellada, es directamente un desafío a la moral cristiana, al Magisterio de la Iglesia e incluso al papa Francisco.
¡Ojalá pidieran “simplemente” una bendición! Lo que pretenden es una completa normalización del pecado, un desistimiento de la llamada a la conversión, una burla y desprecio a los homosexuales que se esfuerzan con muchas dificultades en vivir la castidad, una idealización irreal de las relaciones homosexuales “estables”, una reescritura de la Biblia y de la enseñanza constante e ininterrumpida del Magisterio de la Iglesia. No, señores. A ustedes les corresponde exponer y defender el Magisterio de la Iglesia, no desacreditarlo y cambiarlo. Y si no les gusta, no pueden seguir representando a una institución en la que no creen y con la que no están de acuerdo. Deben dejarlo. Y, sin aprovecharse del poder que les da el ser obispos de la Iglesia Católica, lejos de los púlpitos y de las Conferencias Episcopales Católicas, decir lo que a ustedes les dé la gana pensar que quiere Dios, bajo su conciencia y sabiendo que deberán dar cuentas al Señor en el día del Juicio. Están cometiendo un abuso de poder, de autoridad y de conciencia. Esto es sencillamente inadmisible. De verdad, por el bien de todos, rectifiquen y conviértanse; y si no quieren, márchense.
[1] https://www.proceso.com.mx/nacional/2010/2/3/vida-en-comun-de-parejas-gay-dura-ano-medio-lo-mucho-segun-estudios-internacionales-10125.html