Domingo, 24 de noviembre de 2024

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¿Qué sentido le has dado a tu vida?

por Vida en abundancia

 Presentación

Uno de los más interesantes retos que se nos presenta en la vida es el de encontrarle sentido. Por sí misma, la vida tiene sentido, pero nos corresponde a cada uno de nosotros encontrarle el sentido individual que nos permita aprovechar al máximo nuestro camino por este mundo.

Se trata de encontrar respuestas eficaces a nuestras preguntas acerca del significado de nuestra propia vida. Lo que es útil para uno puede no tener significado para otro y, lo que es significativo para este último, puede carecer de valor para el primero.

Tal vez el plantearnos nuestras propias preguntas para darle significado a nuestra vida nos podría parecer como algo fuera de nuestro alcance, pero pensemos que esta es una tarea individual que a nadie más atañe; estamos buscando sentido a nuestra propia existencia. Para ello debemos recordar la famosa frase de los sabios de la antigua Grecia, que aún se encuentra grabada en la fachada del templo de Delfos, y que dice “conócete a ti mismo”, con lo cual, lejos de pretender buscar respuestas adecuadas para toda la humanidad, cada persona debe incentivarse para encontrar su propio objetivo.

Un consejo

Un día le preguntaron a Mahatma Gandhi:

¿Cuáles son los factores que destruyen al ser humano?

Él respondió así;

La política sin principios, el placer sin compromiso, la riqueza sin trabajo, la sabiduría sin carácter, los negocios sin moral, la ciencia sin humanidad y la oración sin caridad.

La vida me ha enseñado que la gente es amable si yo soy amable; que las personas están tristes si yo estoy triste; que todos me quieren si yo les quiero; que todos son malos si yo les odio; que hay caras sonrientes si yo les sonrío; que hay caras amargadas si yo estoy amargado; que el mundo está feliz si yo estoy feliz; que la gente se enoja si yo estoy enojado; que las personas son agradecidas si yo soy agradecido.

La vida es como un espejo: si sonrío, el espejo me devuelve la sonrisa. La actitud que tome frente a la vida, es la misma que la vida tomará ante mí,

El que quiera ser amado, que ame.

El vacío del sentido

Encontrarle sentido a la vida es de vital importancia, pues de otra manera podríamos ser presa fácil de los falsos sentidos y, con ello, experimentar un gran vacío interior. Muchas personas no saben aún por qué o para qué existen, y esta duda debemos resolverla por nosotros mismos ya que nadie nos dirá cuál es el propósito real de nuestra existencia humana y, menos aún, cómo realizar al máximo nuestro potencial. Para ello debemos primero conocernos a nosotros mismos.

Con el fin de reforzar ese grado de auto conocimiento, se ha realizado una encuesta de tres preguntas entre personas que han decidió participar voluntariamente en ella con sus respuestas. Y el resultado ha sido el siguiente:

1 ¿Qué sentido reconoce haberle dado a su vida?

a) 75% Confiar en la voluntad de Dios, a pesar de mi situación actual

b) 25% Aún no le he encontrado ningún significado a mi vida.

2 ¿Ha habido alguna circunstancia que haya hecho que su vida careciera de sentido?

a) 32% Sí, pero ya he logrado superarla.

b) 50% A pesar de los problemas, nunca he perdido el significado de mi vida.

c) 12% He trato de acercarme a Dios por medio de la religión, pero los problemas persisten y con ello aún no le he encontrado significado a mi vida.

3 Está siguiendo a Dios para….

a) 50% Seguir con la guía divina que le ha dado sentido a mi vida.

b) 50% Tratar de comprender los designios de Dios en mi vida, ya que aún no he logrado darle un sentido definitivo.

En esta encuesta había preguntas cuyas respuestas nada tenían que ver con Dios ni con sus designios.

Cuestiones como si su objetivo era profesional o económico o bien relacionado con su salud, e incluso si estaba siguiendo a Dios por conveniencia personal. Sin embargo todos los encuestados coincidieron en querer buscar los designios y la voluntad de Dios para encontrar significado en su vida.

Si unimos todas las respuestas podemos observar que el 62% de los encuestados confían en la voluntad de Dios para hallar el objetivo de su vida, mientras que otro 29% reconocen que nunca han perdido el significado de su vida o que, a pesar de determinadas circunstancias ya superadas, siguen conservando el significado. Pero hay un 9% de encuestados que reconocen que aún no han encontrado el significado real de su vida. Si aplicamos este porcentaje a la totalidad de las 6 mil 854 millones de personas que habitamos actualmente la Tierra, obtendremos que hay 617 millones de seres humanos viviendo su vida sin ningún significado. Y a estos últimos va dirigido el presente estudio.

La falta de sentido en la vida

Encontrarle sentido a nuestra propia vida es una tarea primordial y fascinante al mismo tiempo.

Significa creer realmente que buscamos un propósito elevado, el cual sólo nosotros mismos podemos vislumbrar y lograr. Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la propia existencia nos plantea en cada instante de nuestra vida. La esencia de existir consiste en la capacidad del ser humano para responder responsablemente a esas demandas de la vida.

Independientemente del punto de partida, la creación de un plan de vida es esencial. Cada uno de nosotros necesita encontrarle sentido a su vida; saber por qué estamos aquí. Una vez establecido este plan, nuestras actividades y proyectos deben emerger de él y también ser coherentes con él. De esta manera nuestras acciones adquirirán sentido y seremos conscientes de nuestra capacidad de crear nuestra realidad a voluntad.

El sentido de nuestra vida se alcanza con cada acto que realizamos. Significa priorizar el resultado de lo que se lleva a cabo. Si cada acto que elaboramos está constituido con amor, esmero, propósito y honestidad, nunca seguiremos aquella manida teoría de que “no importan los medios para alcanzar el fin”, sino que los recursos van a afectar los resultados de la misma forma como ellos sean.

Es totalmente cierto que la madurez se adquiere con el paso del tiempo y con las experiencias vividas, pero hay muchas personas que a pesar de su avanzada edad no han alcanzado esa madurez por carecer su vida de significado. Esa madurez quedará vacía si no aplicamos en nuestra vida la comprensión y la aceptación de la realidad que nos compete y el ejercicio diario de ella.

Habrá personas que dirán que su vida no tiene sentido debido a los problemas por los que están atravesando, pero deben tener presente que la vida es, por sí misma, una tarea esforzada. Vivir es ya por sí mismo un éxito continuo de la vida, frente a la amenaza de peligros, enfermedades y falta de recursos. Por esto mismo no debemos extrañarnos que las cosas diarias de nuestro vivir sean difíciles y nos cueste trabajo llevarlas.

La pregunta por el sentido de la vida no suele plantearse cuando todo va bien, sino cuando las cosas no salen conforme a lo que queríamos. La experiencia del fracaso es algo que no podemos evitar y es la que nos plantea la pregunta por el sentido de nuestros esfuerzos, de nuestros trabajos y, en definitiva, de nuestra vida.

El logro del sentido de la vida

Tener objetivos claros es el primer requisito para trazarse proyectos de vida que consistan en alcanzar los fines, valores e ideales que queremos hacer nuestros. Quien carece de fines para la propia vida carece también de proyectos para llegar a ellos, y entonces la vida se convierte en una especie de obligación forzada que una persona se ve obligada a realizar sin ganas y sin ilusión.

En estos casos es cuando se pone un paréntesis en la vida cotidiana y la persona se dedica a querer olvidarla mirando hacia otro lado mientras sigue viviendo. La salida más evidente es la de huir de uno mismo y de la vida que está viviendo, buscando ámbitos alternativos y movimientos de diversión, tratando de pasarlo bien como pura exterioridad, fuera de lo que realmente uno es. El resultado es que esta persona se está engañando a sí misma.

El sentido de la vida se encuentra cuando ésta tiene un contenido y un argumento que recompense su esfuerzo personal; cuando el objetivo de la vida consiste en buscar los valores, ideales y objetivos en que debe centrarse nuestro objetivo.

Encontrar el sentido de la vida surge muchas veces de oportunidades encontradas y aprovechadas. No darnos cuenta de ellas e incluso infravalorarlas, es no haber sido conscientes de su alcance e importancia para nuestra vida.

En ocasiones el sentido de la vida lo encontramos compartiendo objetivos comunes con quienes estén relacionados con nosotros. La compañía de los demás vivida como amistad, ayuda, amor o participación en tareas comunes, ayuda a sentirnos útiles, comprendidos, apoyados y beneficiados por la tarea común que a todos nos reúne y, en cierto modo, nos protege.

Quienes tienen un vivo sentido de la presencia de los demás en su vida, menos posibilidades tienen de sucumbir a su propio fracaso.

En el servicio a una causa noble se realiza la persona a sí misma. Cuanto más se entrega a su tarea, tanto más es en sí mismo. Así pues, propiamente hablando, la persona sólo puede realizarse a sí misma en la medida en que se olvida de sí misma y se da a los demás.

El sentido moral y religioso

Incomprensiblemente, los términos moral o ético y el religioso suelen ir separados, cuando deberían estar estrechamente vinculados el uno al otro. La religión enseña, entre otras cosas, las actitudes que debemos tomar ante la vida. Y es precisamente aquí donde se relaciona con la moral ya que ambas pretenden orientar a la persona en la búsqueda del sentido de su vida. El filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) dijo que debemos aprender que la felicidad de un ser racional sólo está garantizada si cree en Dios.

La filosofía moral trata de la vida correcta y con sentido; no sólo teniendo en cuenta lo que debemos hacer, sino también lo que, en base a lo que hacemos, esperamos obtener. Es decir, el ser humano realiza distintos actos a través de los cuales espera llegar a algo que sea beneficioso para él, y así poder alcanzar el sentido de su vida, aunque muchas veces no lo consiga. Esto nos lleva a pensar que la vida carece de sentido por sí misma y es ahí donde entra la creencia de un ser superior, Dios, que nos ayuda a encontrar dicho sentido. De este modo, visto desde el punto de la moral, podemos decir que la religión sería la portavoz de las inquietudes humanas para el logro de un objetivo en su vida.

Debido a lo anterior volvemos a relacionar la moral o ética con la religión, ya que únicamente con la moral no siempre logramos superar el egoísmo interesado por el simple hecho de aplicar la frase “me porto bien porque algo quiero a cambio”, y entonces proyectamos en la religión nuestras inquietudes humanas para darle sentido a nuestra vida. Como confirmación de todo ello recordemos el 62% de encuestados que confían en la voluntad de Dios en sus vidas. La religión ofrece un sentido positivo a la vida, lo cual de alguna manera se opone a quienes dicen que la vida carece de sentido.

Hay que buscar una realidad que trascienda al ser humano y al mundo y que pueda fundamentar la vida, y en la del cristiano esa realidad se llama Jesús. El nos iluminará para que a través de nuestra relación con los demás ayudemos a quienes no encuentran el sentido de su vida, mostrándoles el camino, que no es otro que seguir creciendo y ayudando a los que de verdad han sufrido o están sufriendo en su vida.

Conclusión

Al cumplir un sentido u objetivo, el ser humano se realiza a sí mismo. Si cumplimos el sentido del sufrimiento, realizamos lo más humano de la persona: maduramos y crecemos más allá de nosotros mismos. Cuando nos encontramos sin remedio ni esperanza, o enfrentados a situaciones que no podemos cambiar por nosotros mismos, incluso entonces estamos llamados a un cambio personal. Lo que importa no es tanto que la vida de una persona esté llena de dolor o de placer, sino que esté llena de sentido.

La vida sin un propósito hace que nuestra existencia sea vacía y sin razón, y por ello debemos creer que nuestra vida proviene de un propósito eterno basado en Dios. Sólo la convicción de la existencia de Dios, nuestro entendimiento con El y nuestro constante diálogo con Dios por medio de la oración, apoyados por nuestra fe en Cristo Jesús, puede enriquecer el valor que le damos a la vida. Una vida asentada en un fundamento vacío es una vida muerta, pero una vida basada en el propósito eterno de Dios en Cristo, es una vida inmortal y con sentido total.

Hasta que no estemos dispuestos a morir, no habremos empezado a vivir.

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