Manso y humilde
Las palabras del Señor…, son bien conocidas cuando nos dijo: “28 Venid a mi todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviare. 29 Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, 30 pues mi yugo es blando y mi carga ligera”. (Mt 11,28-29). La mansedumbre es un fruto de la actuación del Espíritu Santo en el alma humana. Son propios de la actuación del Espíritu Santo, en el alma humana tanto los dones como los frutos. Según escribe Vicente Borragan Mata: “La acción del Espíritu Santo se bifurca en dos direcciones, una hacia el interior, en los dones, otra hacia el exterior, en frutos. Los dones son una moción divina, personal, inmediata, del Espíritu de Dios en los más íntimo de las facultades del hombre”.
El parágrafo 1830 de nuestro Catecismo, nos dice que: “La vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo”. Y el parágrafo siguiente el 1831, nos dice que: “Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11,1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas. «Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana» (Sal 143,10). «Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo» (Rm 8, 4.17)”.
Con respecto a los 12 frutos del Espíritu Santo, nuestro Catecismo, en el parágrafo 1832, nos dice que: “Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Ga 5,22-23, vulg.)” Aunque se señalan 12 que es un número con muchas connotaciones simbológicas en el Biblia, la realidad es que los frutos del Espíritu Santo son incontables. San Pablo a modo de ejemplo señalaba doce frutos, resultado de los dones que el Espíritu Santo ha infundido en nuestras almas. El mismo número de frutos que se recogen en la Vulgata. Son los dones los que generan en el alma humana los frutos correspondientes, sin dones no se generan frutos
Para Royo Marín, “Todas las bienaventuranzas son frutos del Espíritu Santo, pero no todos los frutos son bienaventuranzas, ya que estas últimas tienen un mayor grado de perfección”. Para este teólogo dominico: “En las inspiraciones divinas el Espíritu Santo propone el acto de virtud al entendimiento y excita la voluntad para que lo cumpla; el justo, finalmente lo aprueba y lo cumple, aunque siempre bajo el influjo de la divina gracia…, en la medida que el alma va siendo fiel a este impulso, va adquiriendo facilidad y delectación en el ejercicio de las virtudes y estos actos se llaman entonces frutos del Espíritu Santo”.
Visto brevemente lo que son dones y frutos de la actuación del Espíritu Santo en el alma humana, entramos a tratar sobre la mansedumbre y la humildad. Tanto de mansedumbre como de humildad el Señor nos dejó una serie de ejemplos, de cómo hemos de imitarle. Fue en su Pasión y muerte donde se ponen más de relieve estos ejemplos, de mansedumbre y humildad. El profeta Isaías, años antes había profetizado la mansedumbre y humildad del Señor ante su Pasión y muerte cuando escribió: “7 Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abria su boca. 8 Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo”.
San Alfonso María de Ligorio en sus escritos se ocupa de la mansedumbre y escribe que ella es: “La virtud de no airarse en las contrariedades que sobrevengan”…“También hemos de ser mansos con nosotros mismos. El demonio nos hace ver muy laudable el airarse contra sí mismo cuando se comete un defecto; más no es así, sino ardid del enemigo que pretende inquietarnos”. Para este santo: “La virtud de la mansedumbre consiste en dos cosas: 1ª.- en reprimir los movimientos de cólera contra quienes la provocan, y 2ª.- en soportar los desprecios”…..“Cuando el prójimo está irritado, no hay medio mejor para aplacarlo que responderle mansamente. Una respuesta blanda aplaca el furor (Pr 15,1). Como el agua apaga el fuego, así, dice San Juan Crisóstomo, la respuesta suave amansa el furor de nuestro hermano, por irritado que esté”…. “Cierto que es muy duro a nuestra soberbia verse calumniado e injuriado y no resentirse ni responder; pero aquí está el mérito, en la violencia que se haga uno”.
La mansedumbre y la humildad se encuentran íntimamente unidas. Como sabemos la humildad es la reina de las virtudes, la más amada y estimada por el Señor. Si se es humilde de verdad, la mansedumbre nacerá en nuestro corazón como agua que brota de un manantial. Salvador Canals nos dice que todos tenemos una tendencia innata a creer que es más efectivo para conseguir nuestros objetivos, hablar fuerte con una postura arrogante y así se nos cumplirá más efectivamente, las ordenes o disposiciones que demos a los demás. Y esto es un error. Un viejo refrán nos dice que: Más moscas se casan con miel, que con hiel.
La mansedumbre es un gran remedio para desechar el segundo de los pecados capitales, la ira, en todas sus variedades de cólera, furia, coraje, berrinche, arrebato…etc. El dominico Gardeil Ambroise escribe diciendo: “No hemos de obedecer a los instintos, ni a esos pensamientos que cruzan por nuestra mente mostrándonos el aspecto más ingrato del prójimo: debemos ser capaces de reprimir un primer movimiento de antipatía. Animosidad violencia, indignación, cólera impaciencia, etc…, unos movimientos que se producen en las almas que tienen pasiones”. Y continua escribiendo: “Una vez el Espíritu Santo lleva a cabo en nosotros esta pacificación, nos impulsa a ser mansos hacia el exterior (por nuestro rostro, nuestro trato, nuestra actitud y nuestras palabras) como lo somos interiormente”.
Podemos tener toda la razón del mundo, pero si tenemos cólera, nuestra razón siempre estará debilitada, pero si en vez de la cólera nos domina la mansedumbre nuestra razón se verá aún más fortalecida. Si somos capaces de dominarnos a nosotros mismos, este dominio será el arma más fuerte, para defender nuestra razón. Hay un viejo refrán sefardí que dice: Boca dulce, abre puertas de hierro.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. ENTREGARSE A DIOS.- www.readontime.com/isbn=8460975940
- Libro. LA HUELLA DE DIOS. Isbn.- www.readontime.com/isbn=9788461164523
- Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461179107
- Libro. MILAGROS EN LA EUCARISTÍA.- www.readontime.com/isbn=9788461179091
- Libro. RELACIONARSE CON DIOS.- www.readontime.com/isbn=v
- Libro. MOSAICO ESPIRITUAL.- www.readontime.com/isbn=9788461220595
- 369j.- Mociones e inspiraciones del Espíritu Santo 09-06-11
- 605d.- Impacto espiritual 23-09-12
- 917d.- Pentecostés 08-06-14
- 509j.- Amargura humana 15-01-12
- 145v.- Frustración humana 19-03-10
La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.
Si se desea acceder a más glosas relacionadas con este tema u otros temas espirituales, existe un archivo Excel con una clasificada alfabética de temas, tratados en cada una de las glosas publicadas. Solicitar el archivo a: juandelcarmelo@gmail.com