Sábado, 21 de diciembre de 2024

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Navidades 2024

Emmanuel. Dios con nosotros.

Emmanuel. Dios con nosotros.
Emmanuel. Dios con nosotros.

por La divina proporción

Cristo es llamado "Emmanuel' . Es nombre no es inventado, proviene del Antiguo Testamento. Se el llama Emmanuel porque cumple una profecía que aparece en la Biblia. Si buscamos en el libro de Isaías (7, 14) se no indica: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: una Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel”. 

Es muy fácil perder de vista lo fundamental, lo que da sentido a nuestra fe, lo que sostiene la esperanza que nos permite seguir las pisadas del Señor. Es muy fácil generar ruidos sociales, religiosos o espirituales. Ruidos que den lugar a enfrentamientos, dolor y separación. Quien nos aleja y separa, el enemigo, se satisface cada vez que apartamos la vista del pesebre para echarnos a la cara lo que hacemos o dejamos de hacer. ¿Tienen sentido que estas Navidades olvidemos lo que los ángeles cantaron? 

Gloria a Dios en lo más alto de los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad(Lc 2, 14)

El ángel señala que el deseo de Dios es que en la tierra exista paz entre nosotros, no dolor y enfrentamientos. Beda el Venerable nos dice sobre esto:

Para qué hombres piden los ángeles la paz, lo manifiestan diciendo: "A los hombres de buena voluntad", esto es, para aquellos que reciben bien el nacimiento del Señor. Así pues, no hay paz para los impíos (Is 57), pero sí la hay abundante para los que aman el nombre de Dios (Sal 118). (Beda el Venerable)

Beda llama impíos a quienes rechazan la paz de Dios encarnada en Cristo. Todos somos un impíos cuando dejamos de adorar al Logos de Dios hecho carne. Todos desechamos la "buena voluntad" por las ansias de cambiar la firme Voluntad de Dios de regalarnos la Paz hecha Cordero de Dios. Cantemos desde lo más profundo de nuestro ser el anuncio del ángel.

Por lo tanto, digámoslo también nosotros, y digámoslo con el mayor regocijo que nos sea posible; nosotros que no anunciamos su nacimiento a pastores de ovejas, sino que lo celebramos en compañía de sus ovejas; digamos también nosotros -repito- con un corazón lleno de fe y con voz devota: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Meditemos con fe, esperanza y caridad estas palabras divinas, este cántico de alabanza a Dios, este gozo angélico, considerado con toda la atención de que seamos capaces. Tal como creemos, esperamos y deseamos, también nosotros seremos «gloria a Dios en las alturas» cuando, una vez resucitado el cuerpo espiritual, seamos llevados al encuentro con Cristo en las nubes, a condición de que ahora, mientras nos hallamos en la tierra, busquemos la paz con buena voluntad. Vida en las alturas ciertamente, porque allí está la región de los vivos; días buenos también allí donde el Señor es siempre el mismo y sus años no pasan. Pero quien ame la vida y desee ver los días buenos, cohíba su lengua del mal y no hablen mentira sus labios; apártese del mal y obre el bien, y conviértase así en hombre de buena voluntad. Busque la paz y persígala, pues paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. (San Agustín, Sermón 193, 1)

En 1969 el entonces sacerdote y teólogo, Joseph Ratzinger, nos dejó una bellísima visión de lo que esperaba que fuese el futuro de la Iglesia. Un futuro que él mismo, como Papa, intentó que fuese una realidad viva y perdurable. En este visión, nos deja claro que:

En estos cambios que se pueden suponer, la Iglesia encontrará de nuevo y con toda la determinación lo que es esencial para ella, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin. (Joseph Ratzinger)

Por desgracia olvidamos con demasiada frecuencia lo esencial. Andamos corriendo buscando lo esencial y sustituyéndolo por cientos de alternativas socialmente bien vistas y valoradas. Alternativas que se contradicen unas a otras. Si perdemos lo esencial ¿Cómo podemos dar testimonio relevante de Cristo en este mundo del siglo XXI? El desafío que tenemos en nuestras manos es precisamente caminar tras las pisadas del Señor, negándolos a nosotros mismos y llevando la cruz que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros. ¿Esto conlleva ser ignorados por la sociedad? Releamos las Bienaventuranzas de vez en cuando. ¿Dónde empieza este camino? Delante del pesebre del Niño Dios. 

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