Primeras Comuniones y catequistas
Primeras Comuniones y catequistas
En estos domingos de mayo está sucediendo algo muy importante en cada pueblo. Algo que va más allá del folklore que a veces se organiza. Es un acontecimiento de primer orden: Multitud de niños se están acercando por primera vez a recibir el Cuerpo de Cristo. Han estado varios años preparándose en la catequesis. Todo un ejército de voluntarios, generalmente voluntarias, han ofrecido tiempo, amor, conocimientos, etc. para despertar en los niños el amor a Jesús. Este voluntariado merece mejor consideración. Los niños terminan queriendo a sus catequistas como a su segunda madre. Hoy mismo, una niña que acababa de recibir la Primera Comunión después de la Misa estaba llorando. Cuando el padre le pregunta lo que le pasaba, le dice la niña: - Es que siento mucho el no poder en adelante estar con mi catequista.
Esto me ha llevado a ofrecer esta reflexión sobre este “ejercito” de buenísimas mujeres que llevan de la mano a los niños al encuentro del Señor.
Es una misión noble
El catequista continúa la obra de Jesús y de los apóstoles: se coloca en línea con los obispos, los sacerdotes y los misioneros; ayuda a la familia que no siempre puede o sabe educar sola a los hijos; ayuda a la patria para formar buenos ciudadanos. Ayuda, sobre todo, a la religión. Ciertamente que el centro de la religión está en la Santa Misa, los sacramentos, las funciones sagradas. ¡Qué huellas tan hondas dejan en el alma una primera comunión, el rito del matrimonio, una confesión bien hecha!.
¿Pero qué es lo que se recoge en una Primera Comunión, en el rito del matrimonio bien celebrado?. Lo que el catequista ha sembrado antes. ¿Quién va a Misa, a los actos del culto y saca de ellos fruto práctico?. El que ha sido preparado por un catequista serio y bien preparado.
¿Quién se confiesa con acusación sincera de dolor y propósito firme de enmienda?. El que ha tenido un excelente catequista que lo ha instruido acerca de la confesión con ideas, convicciones y buenos hábitos.
San Pío X dijo: "El apostolado del catequista, es el más grande de los apostolados hoy día".
Es una misión difícil
Las dificultades vienen ya de parte de los alumnos, ya de parte del mismo catequista. Los niños son con frecuencia muy inconstantes, inquietos, distraídos por mil cosas. Los familiares ayudan poco a la obra del catequista, y a veces la obstaculizan o la destruyen.
Las dificultades de parte del catequista son: que se siente a veces no preparado, que tiene poco tiempo, que debe someterse a la fatiga de la preparación, que tiene que fatigarse para mantener la disciplina debida, etc. y además el catequista se halla desilusionado por el desaliento, tanto más difícil cuanto ha sido mayor el entusiasmo al empezar. No se ve el fruto inmediato, se encuentran dificultades, se prueban desilusiones, amarguras y a veces se desea dejarlo todo.
Es una misión que lleva fruto
Las dificultades se superan. Quien tiene entusiasmo insiste, repite y sobre todo procura prepararse debidamente para hacer atrayente la lección, llega a llamar la atención de los niños.
El fruto no puede faltar, y segura es la recompensa del Señor que ha dicho: "Todo cuanto hayáis hecho a uno de estos pequeños, lo habéis hecho a Mí", y estas otras "Los que hayan enseñado la justicia a muchos, brillarán como astros en la eternidad"
Pero además hay también fruto y resultado en la tierra. El agricultor recoge la cosecha, pero sólo después de haber arrojado la semilla. El catequista es un sembrador y a veces el efecto de su enseñanza se verá solamente más tarde, en una desgracia, en peligro de muerte, otras veces el fruto es visible en los jóvenes que prepara, que llegan a ser mejores y que son agradecidos al que los instruyó.
Las dotes del catequista
Depende Sobre todo del catequista que su misión tenga éxito o no. San Felipe Neri y San Juan Bosco, catequizaban a los muchachos en cualquier rincón de la sacristía, hasta en la calle, sin lujo de ambiente, sin medios y sin embargo los encantaban como si fueran magos y los transformaban. Tenían lo que es más importante: las bellas dotes, que se pueden dividir así:
Dotes religiosas, que hacen al cristiano.
Dotes morales, que hacen al hombre
Dotes profesionales o de oficio, que hacen al maestro
Dotes externas, que no hacen nada nuevo y no son indispensables pero que dan pleno resultado y relieve a las dotes precedentes y permiten al catequista brillar delante de sus chicos, con luz completa del cristiano, del hombre o del maestro