Leisner, su primera y última Misa
El día de San Esteban, 26 de diciembre de 1944, el sacerdote de Jesucristo y prisionero número 22.356 de Hitler, Carlos María Leisner, celebró en una barraca de Dachau su primera y última misa. Última en el mundo, que no en los cielos.
Todos vosotros -escribe a sus compañeros de grupo schoenstattianos- estabais espiritualmente allí. Después de más de cinco años de oración y espera, horas y días del más dichoso cumplimiento de mis esperanzas. Todavía no puedo comprender que Dios nos haya escuchado de manera tan extraordinariamente bondadosa y especial, por la intercesión de Nuestra amada Señora. Desde hace catorce días solo puedo rezar conmovido: "Dios, cuán bueno y grande eres. El símbolo del grupo me agrada[1], me recuerda todas las horas de prisionero y el gran amor y fidelidad de la Madre Tres Veces Admirable en este largo período; así pude experimentar profundamente en las pasadas semanas algo de la primicia del ser triunfador, de ser vencedor en las cadenas. Después de la Consagración en la primera Misa, fue para mí como si estuviera ante nuestro Rey, como su caballero y triunfador. Y antes me encomendé enteramente a la amada Madre de Dios. Fue para mí como si Ella, como protectora, dirigiera y bendijera cada paso y cada movimiento de la mano. Creo no haber sido nunca jamás tan feliz.
Propiamente el drama había terminado. Desde aquel lejano arresto en noviembre de 1939, había permanecido prisionero durante casi seis largos años. Su cuerpo se había desplomado físicamente. Después del 26 de diciembre, cuando ya se veían en él, evidentes, los signos de muerte, acudió a los bloques 28 y 30, donde residía el clero polaco, a impartirles la bendición de su primera Misa.
El 29 de diciembre el padre Kentenich escribe el Gloria Patri o doxología para terminar el rezo de cada una de las horas del Oficio[2]. El neosacerdote no dejaba de musitar en sus labios la alabanza gozosa a la Trinidad:
El universo entero con gozo glorifique al Padre, le tribute honra y alabanza por Cristo con María en el Espíritu Santo, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
Carlos María quedó aniquilado, permaneció quince días tumbado en su rincón. Venían a verle como se venera el sepulcro de los mártires. Era la estampa del intrépido Francisco Javier, abatido a las puertas de China, cuando ya estaba a punto de finalizar su andadura misionera.
Conversa con su Padre-Dios ofreciéndole sus sufrimientos, sintiendo cómo todas las fuerzas de su espíritu lentamente se desangraban, entregando su vida. El fin era inminente.
El campo de concentración de Dachau recibió de 1933 a 1945 alrededor de 250.000 detenidos, pertenecientes a 24 naciones. De todos ellos, 70.000 murieron a consecuencia de los malos tratos sufridos, 140.000 fueron enviados a otros campos de exterminio y 31.432 fueron liberados el 29 de abril de 1945 por la 45 División norteamericana.
En Dachau estuvieron 2.720 eclesiásticos de más de veinte nacionalidades[3]. 1.777 eran sacerdotes polacos, la mitad de los cuales murieron en el campo. De los sacerdotes de otras nacionalidades fallecieron casi un 18%.
Bastante antes de la liberación, los detenidos de todo origen habían organizado la resistencia contra sus verdugos con la creación de comités nacionales. Habían sido confeccionadas banderas de los diferentes países, y se guardaron ocultas, con considerable peligro. Esta resistencia formó después el comité internacional que administró el campo después de la llegada de los americanos.
Los prisioneros tuvieron que permanecer en cuarentena, no pudiendo abandonar el campo, pues aún perduraban las secuelas del tifus. Además, los americanos tuvieron que seguir defendiendo con posterioridad el campo "liberado", pues los alemanes iniciaron una contraofensiva para recuperarlo.
[1] Carlos María se refiere al lema Victor in vínculis.
[2] El Oficio de Schoenstatt lo compuso el padre Kentenich entre el 11 y el 14 de agosto de 1944. Eran oraciones que acompañaban el curso del día dentro del espíritu de la liturgia. Se lo entregó a la comunidad sacerdotal de Dachau el 15 de agosto, en la festividad de la Asunción de la Virgen María. Como se indica, lo completó el 29 de diciembre con la doxología final.
[3] La Iglesia ha beatificado ya a dos mártires de Dachau: en 1985, al padre carmelita Tito Brandsma, asesinado el 26 de julio de 1942 con una inyección de ácido fénico. Y en 1987, al obispo auxiliar de Wloclawek, monseñor Michal Kozal, asesinado también mediante una inyección de veneno el 26 de enero de 1943.
[Nota bene: el libro Los Mártires de Hitler fue editado en 1996. Por decreto de san Juan Pablo II y de los papas Benedicto XVI y Francisco, 56 eclesiásticos fallecidos en Dachau han sido beatificados tras el proceso que estableció la práctica de virtudes naturales y cristianas de manera ejemplar y heroica. En el campo de Dachau se halla el mayor cementerio de sacerdotes católicos del mundo].