Sábado, 23 de noviembre de 2024

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De Marco Polo y los Reyes Magos

por En cuerpo y alma

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            Si ayer conocíamos el trayecto que llevaba las reliquias de los Reyes Magos hasta la ciudad de Colonia donde constituyen el gran tesoro de la ciudad (pinche aquí si todavía no lo conoce), vamos hoy a conocer otra curiosa tradición relacionada con sus reales majestades que les relaciona, esta vez, con un personaje histórico tan curioso e inesperado como Marco Polo

            En su “Libro de las Maravillas” también conocido como “Libro de los Millones” en el que relaciona cuanto vio y vivió en la corte del Gran Can junto con su padre y su tío Mateo escrito en la prisión de Génova hacia el año 1299, Marco Polo asegura haber visto las reliquias de sus reales majestades, cosa que hace con estas palabras: 

            “En Persia se halla la ciudad de Sava, de donde partieron los tres Reyes Magos cuando vinieron a adorar a Jesucristo. En esta ciudad están enterrados en tres grandes y magníficos sepulcros. Encima de los cenotafios hay un templete cuadrado, muy bien labrado. Estos sepulcros se hallan el uno junto al otro. Los cuerpos de los Reyes están intactos, con sus barbas y sus cabellos.” (op. cit. libro 31).
 

Marco Polo y su familia ante el Gran Can. Ilustración de
"Il Milione". 
Maestro Johannes (s. XV). Bodleian Library.
Adoración de los Magos. Ilustración de "Il Milione". 
Maestro Johannes (s. XV). Bodleian Library.

 

            La ciudad de Sava a la que se refiere es la actual Saveh, en Irán, que Marco Polo debió de encontrarse muy abandonada pues fue objeto de severa destrucción precisamente por lo mongoles a cuyo servicio trabaja el viajero veneciano. Un dato que, por otro lado, reafirma una vez más la vinculación existente entre los magos de oriente y una misteriosa ciudad de Saba y a través de ella, hasta con la reina del misterioso reino del mismo nombre a la que ya tuvimos ocasión de referirnos en esta columna, aunque la Sava que menciona aquí el viajero veneciano en modo alguno pueda ser la misma de la que la amante sin nombre de Salomón era reina. 

            Y esto es lo que Marco Polo deja escrito sobre los misteriosos magos: 

            “El uno se llamaba Baltasar, el otro Gaspar y el tercero Melchor. Micer Marcos interrogó a varias personas con respecto a estos tres Reyes Magos, y nadie supo dar razón de ellos, exceptuando que eran Reyes y fueron sepultados ahí en la Antigüedad. Pero os voy a referir lo que averiguó más tarde sobre el particular: Un poco más lejos, y a tres días de viaje, se halla un alcázar llamado Cala Atapereistan [Kala-i Atachparastan, “Castillo de los adoradores del fuego, lugar probablemente cercano a Kazán], lo que en español significa: “Castillo de los adoradores del fuego”. Y esto es la verdad, pues estos hombres adoran el fuego. Os diré por qué lo adoran: Las gentes de ese castillo cuentan que en la Antigüedad tres Reyes de esta región fueron a adorar a un profeta que acababa de nacer y llevarle tres presentes: el oro, el incienso y la mirra, para saber si ese profeta era Dios, rey terrestre o médico, pues dijeron que si tomaba el oro, era rey terrenal; si el incienso, era un Dios; si la mirra, entonces era un médico. Cuando llegaron al sitio en donde había nacido el niño, el más joven de los Reyes se destacó de la caravana y fue solo a ver al niño y vio que era semejante a él, pues tenía su edad y estaba hecho como él, y esto lo llenó de asombro. Luego f ue el segundo de los Reyes, que era de la misma edad, y contestó lo mismo. Y creció al punto su sorpresa. Por fin, fue el tercero, que era el más anciano, y le sucedió lo que a los otros dos. Y quedáronse pensativos... Cuando se reunieron se contaron uno a otro lo que habían visto y se maravillaron de ello. Entonces decidieron ir los tres a un tiempo, encontrando al niño del tamaño y edad que le correspondía (pues no tenía más que trece días). Ante él se postraron ofreciéndole oro, incienso y mirra. El niño cogió las tres cosas y, en cambio, les entregó un cofrecillo cerrado. Los Reyes Magos volvieron después de esto a sus respectivos países. 

            Cuando hubieron cabalgado algunas jornadas, se dijeron que querían ver lo que el niño les habla dado. Abriendo el cofrecillo, se encontraron que contenía una piedra. Sorprendidos, preguntáronse qué significaría aquello, pues habiendo el niño cogido las tres ofrendas, comprendieron los Reyes que el niño era Dios, Rey terrestre y Médico, y debía de tener aquello un sentido oculto, y, en efecto, el niño dio a los tres Reyes la piedra, significándoles que fueran firmes y constantes en su fe. Los tres Reyes tomaron la piedra y la echaron a un pozo, ignorando aún su significado, y cuando la piedra cayó al pozo, un fuego ardiente bajó del cielo y penetró en el pozo. Cuando tal vieron los Reyes, quedaron estupefactos y se arrepintieron de haber tirado la piedra, pues era un talismán. Cogieron del fuego que salía del pozo para llevarlo a sus respectivos países y ponerlo en un magnífico y rico templo. Y desde entonces está ardiendo y le adoran como si fuera un dios. Y los sacrificios y holocaustos que hacen son con ese fuego sagrado. Jamás toman de otro fuego que no sea de este maravilloso, caminando leguas y leguas para conseguirlo, cuando se les acaba, por la razón que ya os dije. Y son numerosos los que adoran el fuego en esta región. Todo esto le contaron a mi señor Marco Polo, y también de que los tres Reyes Magos el uno era de Sava, el otro de Ava y el tercero de Cashan”. (op. cit. libros 31-32). 

            Ni que decir tiene que piedra, pozo y fuego perpetuo no hacen referencia a otra cosa que al petróleo del que Irán es hoy el segundo productor del mundo. Y otro apunte no menos curioso: la recogida del fuego sagrado para encenderlo en otro lugar del mundo, a la manera en la que aún hoy se hace para inaugurar los Juegos Olímpicos.

 

            ©L.A.

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