Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Baeza y Machado

por Lolo, periodista santo

Jaén: sus pueblos, sus costumbres, sus campos… (5ª entrega)

El Beato Manuel Lozano Garrido toma su pluma muchas veces en su vida para hablar de la Provincia de Jaén. La siente en lo profundo; desea para ella un resurgir humano, económico, espiritual… Valora sus costumbres y su arte. Pero descubre también sus posibilidades ocultas de mayor desarrollo. Es periodista que pisa el suelo, a pesar de no bajarse nunca de su sillón de ruedas. Palpa con sus manos inmóviles la realidad muchas veces dura de sus comprovincianos; ve  en su ceguera las alegrías y los dolores de los giennenses… Deja constancia de ello en muchos de sus artículos. Hoy te presento la quinta entrega de una serie de ellos.

BAEZA y MACHADO

Un libro en el que se "ve" al gran poeta

"Es un homenaje al paso de D. Antonio por la provincia de Jaén"
Con Antonio Navarrte, coautor de esta emocionada biografía

Manuel Lozano Garrido
“Diario Jaén”

Recientemente ha visto la luz en quioscos y librerías un libro que lleva este atrayente y comprovinciano título: “Baeza y Machado”. Sus autores son dos grandes apasionados por la literatura: el poeta de Quesada, Antonio Navarrete, y el hasta hace poco notario de esa misma ciudad, Francisco de la Puerta, hoy trasladado a Soria, para seguir literamente la ruta del personaje biografiado.

Sumariamente, Antonio Navarrete, al que, por tener a mano, entrevisto hoy, viene a ser:

Cuarenta y dos años, creador y director del Museo Zabaleta, abogado, poeta con cuatro títulos –“Tierra a solas”, “A corazón abierto”, “A simple vista” y “El Pueblo”-, clasificado en tercer lugar en el último “Ciudad de Barcelona”, ex alcalde de Quesada, un gestor que, en expresión popular, “ha hecho más escuelas que tabernas”, y un profesor de su sección filial de Instituto que da clases con idéntica ilusión que recitales.

Decía González Ruano que el quid de una entrevista suele estar en un detalle que, por su apariencia trivial o insospechada, queda a veces inadvertido.

Hablando de Machado desde un mirador del santuario de Tiscar, en la sierra de Quesada, donde tanto se ha proyectado la inquietud de renovación de Antonio Navarrete, de cara a esos lugares machadianos que son el maravilloso valle de Belerda (“En el hondón del barranco – se ve al jinete caído – que alza los brazos al cielo…”), el grupo de casas que constituyen esta aldea (“…Belerda tiene un pastor…”), la fastuosa Peña Negra en su pétrea soledad de pájaro disecado (“…En la sierra de Quesada – hay un águila gigante, - verdosa, negra y dorada…”), frente por frente del Cerro de los Canjorros, a esa hora –siete y media de la tarde- en que las cabras hispánicas se dan cita sobre las cumbres y el crepúsculo se arrebata en una teoría de colores simples, como la paleta del gran quesadeño; así, digo, entre paisajes flotantes y motivos de poesía, propia o del maestro, no es difícil presumir de haber dado con la clave sentimental del poeta Antonio Navarrete.

—¿Qué importancia tiene –le digo- la época de Baeza en el conjunto de la vida y la obra de Machado?

Cuando responde, la palabra se le crece sobre el murmullo del río y el canto pausado de grillos y cigarras.

Machado llegó a Baeza en noviembre de 1912. En agosto del mismo año murió, en Soria, Leonor, su mujer, y este vacío le imprime una gran hondura y nostalgia a los primeros poemas de la época baezana. Machado encuentra en Baeza la monotonía de las viejas ciudades provincianas; el ambiente cerrado de la burguesía, el alejamiento o despreocupación por la cultura del momento, la rutina en las formas y convicciones sociales. Surge en él entonces su gran etapa, la del dolor por la “España que ora y bosteza!”

Baeza, también en mi recuerdo de ingreso de Bachillerato, con la hiedra ensanchándose por las paredes carcomidas y el musgo verdeando por entre los bolos redondeados de las calles. El sentimiento allí, a su vez, cristalizando la figura melancólica de un hombre…

—¿Cómo encajó en el ambiente característico de esta ciudad?

Fue un enamorado de Baeza, de sus calles, paisajes y olivares; pero en el ambiente no encajó nunca, a pesar de sus muchos amigos. A través de su correspondencia con Unamuno, se puede ver con toda claridad esta actitud del poeta.

Y, sobre el dolor, la perenne vibración de un alma…

—¿Qué poemas pudo escribir entonces?

No solamente “pudo”, sino que los escribió: “Poema de un día”, “Los olivos”, y el que empieza “A dos leguas de Úbeda” representan la madurez en la poesía machadiana.

La tierra exacta que piso, en el verbo del poeta: “…Y allí donde nadie sube – hay una Virgen risueña – con un río azul en brazos. – Es la Virgen de la Sierra”. Las cumbres, los valles, el olivo, adentrándose por los ojos…

—¿Caló muy hondo en él la huella del paisaje de Jaén?

El paisaje de Jaén, como el de Soria, no había sido visto con anterioridad a Machado. Los olivos eran tan solo una fuente de riqueza, y nuestros caminos, sierras y ciudades, objeto de descripción o simple referencia en libros de viaje, guías o catálogos monumentales.

Baeza y Machado

Las sierras de Cazorla, Aznaitín y Mágina aparecen en la poesía de Machado en toda su arquitectura y en función del hombre que las contempla con los ojos puestos al servicio de la emoción; es decir, con grandeza poética, en que las cosas se elevan a su autentica realidad. En cuanto a los olivares, no es igual hablar de su extensión o de su difícil color, que decir: “¡El campo andaluz, peinado –por el sol canicular, -de loma en loma rayado –de olivar y de olivar!” La repetición de la palabra “olivar” a lo largo del poema, amplía la sensación visual y da una idea plástica de la sucesión de lomas con la fonética de las palabras. Pero Machado no se contenta con la acertada descripción, sino que une al hombre con su tierra en mutua interdependencia inseparable. Igual, cuando canta nuestras sierras. La sierra de Cazorla, en una sucesión de “barrancos hondos y de cumbres agrias”; la de Quesada, “un águila gigante. Y Sierra Morena, un nombre acertado en la geografía de España: “¡Qué bien los nombres ponía – quien puso sierra Morena- a esta serranía!”. Gracias a Machado, vemos ahora en toda su intensidad el campo de Jaén. Este campo, este campo concretado en el de Baeza, hizo exclamar al poeta: “¡Campo de Baeza –soñaré contigo –cuando no te vea!”.

Como sobre estas cimas las águilas gallardean el cielo, la palabra de Machado, salvando la muralla de Baeza en pos de los horizontes.

—¿Qué aporta Machado a la literatura universal?

La voz de Machado es la más honda y arraigada de la poesía española contemporánea. Después del Siglo de Oro, nadie ha vivido nuestra autenticidad con tanta pasión y verdad. Despojó a nuestra lírica de ornamentaciones innecesarias y tópicos patrioteros, y limpió para siempre la turbia visión que teníamos de nosotros mismos por culpa de propios y extraños. Esta clara visión de España de sus hombres y una gran austeridad en los elementos expresivos, son las más altas aportaciones que Machado hace a la literatura universal.

—¿Qué dijo García Lorca de Baeza en su visita a Machado?

Federico García Lorca visitó Baeza por primera vez, en el año 1916. Entonces el poeta granadino tenía dieciocho años y su visión de Baeza estaba condicionada por la edad y las primeras influencias poéticas. No obstante, acierta plenamente en la descripción del pueblo cuando dice: “Las hierbas son dueñas de los caminos y se esparcen por toda la ciudad, tapando las calles, orlando las casas y borrando la huella de los que pasan.”

La descripción que García Lorca hace de Baeza, en un artículo largo y emocionado, era, hasta la aparición de nuestro estudio, casi ignorada por completo, porque no figura íntegra en ninguna edición de sus obras completas y el libro “Impresiones y paisajes”, del que forma parte, se agotó hace muchos años y no ha vuelto a reeditarse.

—¿Qué puede hacer todavía Baeza por la memoria de Machado?

Igual que ha hecho Soria: fundar en el Instituto de Enseñanza Media la “Catedra Antonio Machado”.

Navarrete y de la Puerta han compuesto un libro, si no extenso, sí de una gran hondura humana y un análisis crítico muy intenso. Pisando las mismas huellas del poeta, su veneración les lleva a un inteligente y sentimental peregrinaje, donde la emoción cumple el prodigio de “ver” a Machado y hacer vivir su dolor y su nostalgia.

—¿Con qué de nuevo contribuye vuestra biografía al conocimiento del poeta?

Aparte algunos datos personales de Machado, sentimentales muchos de ellos, sin los cuales es muy difícil comprender la poesía del periodo baezano, hacemos, además, un estudio minucioso del paisaje a que se refiere el poeta, de los pueblos y del ambiente, que aún perdura en muchos aspectos. Completamos el libro con noticias históricas de Baeza, de sus monumentos y campos, por medio de fotografías, y de grandes hombres que dejaron a lo largo del tiempo señales de su paso por la ciudad.

—¿Qué indagación os ha producido más satisfacciones?

El testimonio personal de los pocos íntimos del poeta que aún existen, sobre todo el de doña Reposo Urquía, amiga de Machado y de García Lorca.

—¿Qué repercusiones ha tenido ya vuestro libro?

Nuestro libro es un homenaje al paso de don Antonio por Baeza y la provincia de Jaén. Y es, ante todo, un estudio minucioso de esta etapa, sin concesiones a la evocación lírica que tanto desfigura la realidad histórica. Nuestra información se ha basado en documentos escritos y en las noticias de personas honestas que convivieron con el poeta durante aquellos años. Del libro se ha hecho un amplio comentario, seguido de coloquio, en el Circulo S.A.A.S., de Soria, y en Radio Nacional. La Universidad de Poitiers leyó un fragmento en el aniversario de Machado, y varias Universidades americanas han solicitado ejemplares.

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