Sábado, 23 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Cuatro mil cohetes estallan en la romería de Tíscar

por Lolo, periodista santo

Jaén: sus pueblos, sus costumbres, sus campos… (4ª entrega)

El Beato Manuel Lozano Garrido toma su pluma muchas veces en su vida para hablar de la Provincia de Jaén. La siente en lo profundo; desea para ella un resurgir humano, económico, espiritual… Valora sus costumbres y su arte. Pero descubre también sus posibilidades ocultas de mayor desarrollo. Es periodista que pisa el suelo, a pesar de no bajarse nunca de su sillón de ruedas. Palpa con sus manos inmóviles la realidad muchas veces dura de sus comprovincianos; ve  en su ceguera las alegrías y los dolores de los giennenses… Deja constancia de ello en muchos de sus artículos. Hoy te presento la cuarta entrega de una serie de ellos.

Cuatro mil cohetes estallan en la romería de Tíscar

Con ellos cumplen sus promesas los campesinos

Manuel Lozano Garrido
“Úbeda”. nº 22, octubre 1956
(Publicado también en PAX, noviembre 1957)

Hablando de las devociones del pueblo decía Aranguren que “el catolicismo es una religión popular y ésta exige un elemento figurativo en qué encarnar”. No quitan ciertos excesos para que manifestaciones así, sean a veces, el único nexo que canaliza y aviva una fe a la que motivos complejos privan habitualmente del culto y los sacramentos. Así las romerías, que si para muchos pudieron ser excusa para la francachela, esas muchedumbres a las que una orografía accidentada aísla en las sierras hallan en ellas la única oportunidad para respaldar unas creencias cinceladas al amor de los tizones.

La de la Virgen de Tíscar, es una de estas singularidades fervorosas.

Tíscar, “recuerdo”

Si no el hierro, la piedra sí ha florecido. El milagro lo hizo la ardilla, escondiendo entre rocas la piña que tomó para alimento. Agua, sol, hielos y vientos consumaron el prodigio y el pino enseñorea ahora un inverosímil paisaje de riscas erectas, que acarician con sus puntas el azul turquesa sin mancilla.

Sobre la arista y el viento, como un águila que petrificó su garra sobre la cima, hay un castillo que erizaba de espanto a los bravos mozos de Ximénez de Rada. A los pies, sí, la sinuosidad y el rumor tenaz de un arroyo. Y entre ambos un templo mariano como el vértice para la rosa de todos los caminos, como una cita sobre razas y dominaciones. La trajo Isicio, “flor de la Bética”, dilecto de Santiago, y hasta el moro la respetó justificándose en las gabelas de los peregrinos. Se sucedían los sitios y los fracasos y Ella seguía en la fortaleza, como un enclave que espoleaba a la reconquista. El infante, deprimido, intentaba suspender el cerco. Y fue un escudero el que rompió el equilibrio. Al alba se le vio sobre la pared vertical, la espada entre los labios. Después, sobre la torre del homenaje ondeó el pendón cristiano para siempre.

Pies con sangre

Ahora, los caminos que llevan a Tíscar  hormiguean al sol de la mañana de otoño. Granada, Guadix-Baza, escancia por las sendas forestales a los suyos con raíces de mo­rería. En la Atalaya, con la Cueva a la vista, hace su alto la ancha familia del Adelantamiento, cristianos viejos de la rancia Castilla. Hay en los pies una común desnudez y los hilillos de sangre de la penitencia. Sombreros amplios, rostros de un hieratismo ancestral, moños altos, pañuelos multicolores, caras inéditas y, sin embargo, entrevistas; las mismas que aunó la fe y ahora airea por el mundo el mágico pincel de Zabaleta. Caminar a pie, con la planta sobre la tierra que arde, es como una expiación voluntaria. Pueblos enteros se ponen sobre el asfalto sin un gesto, como un viejo rito que la devoción purifica. Diez, veinticinco, cuarenta kilómetros a prueba de inclemencias. Desde Galicia, en cuarenta y tantas etapas, vino una mujer que salió de entre los maizales. Luego, el último centenar de metros de rodillas, sobre una grava puntiaguda que no supo de apisonadoras. Un viejo con cara de pergamino se apoya sobre los brazos de un hijo. Jadea. Y sin embargo, las palabras de aliento huelgan porque la Virgen está a la vista. Y es ya dentro, junto a Ella, cuando se produce la eclosión emotiva, un dulce piropear con ritmo y fondo de letanía -olivo verde, espiga deoro, manos de nieve-  que crece hasta encadenarse en un «mayo»:

“En el valle de Belerda / ha nacido un alhelí./  Al camarín de la Virgen/ yo mismo se lo traí”»

A la noche, centenares de cristianas dormitan cansadas, sin una queja, sobre la dura piedra, hasta que un volteo de campanas da a los vientos la misa inicial de la romería.

Cohetes de promesa

Este alba se alzó con toda la paz de las campiñas. Suelo de cristal y techo de estrellas, las estalactitas tienen vacías sus nidadas de palomas.  Para el rebeco y la cabra montes, no se ha hecho hoy el reclamo del río. Todo es ahora un acribillar de estampidos al silencio. El pastor, que apenas balbucea porque no supo el diálogo en el monte, da al aire su afecto en un crepitar de cohetes.  No hay segundo sin su punteo ruidoso.  Los ángeles de la Guarda echan hoy horas extraordinarias por la rústica impericia de los campesinos.

-Yo este año pasaré de los cuatro mil —explica un vendedor de cohetes.

-¿Y los facilita a todo el que los desea?

-Claro.  Son promesas que hacen y han de cumplir a la Virgen: una, tres docenas que ellos mismos disparan.

-¿Y no es peligrosa esta distribución?

-Si que lo es, pero la Virgen parece que tiene un seguro de accidente.

Verá: hace tres años me ardió a mí, con la plaza repleta, un puesto con más de trescientas docenas.  Aquello pudo ser una tragedia, pero no hubo nada.  Sobre esta protección yo podría cortar mucha tela.

-Esta noche -confirma el pintor Zabaleta que ha venido a captar tipos para sus lienzos- la hemos pasado en vela unos cuantos amigos.  En una habitación consumimos centenares de cigarrillos.  Cuando al fin destapamos cierto bulto cerca del cual se habían estrellado cerillas y cigarrillos, descubrimos, con espanto, que... ¡era un saco de cohetes! ¡Pudimos volar!

Pesos argentinos

Entre tanto se ha cumplido la fiesta y la procesión se pone en marcha.

Si el paisaje es una reedición de Belén, aquí están también los hombres, el tesoro elemental de las gentes de Belén y su añorada simplicidad.  Primero es el pujar por la dulce carga de la Virgen y, como no es posible a todos, su ingenua aglomeración masiva.  Después la lección teológica de los vivas y las ofrendas; conceptos como arrancados de un salterio; entregas que harían reír si con su ternura no hicieran antes llorar; el rosquillo de dulce, el juguete o el molinillo de papel para que el niño juegue y no piense en la Cruz; la lluvia de caramelos para la amarga corredención de Ella; el celemín de trigo, el anillo de esponsales, billetes prendidos al manto con alfileres.  Entre estos, destacan hoy unos pesos argentinos que se acompañan de esta nota: “En agradecimiento por la curación de una hija”.

Para el andar lento de la Virgen hay un dulce llanto colectivo y el revuelo de cien campanillas de plata.  Junto al Niño, niños en la vida nueva de la curación.  Al fin, de entre los pinos se alza la canción popular:

«Porque eres, Virgen de Tíscar,— amores del amor mío,—por los campos de olivares—vengo yo a ti peregrino».

Trémula, una voz de mujer reza:

Mi hijo! Hace un año que no le veo...

Después, por el camino, se acercará un soldado polvoriento: el hijo, que viene con permiso.

Gitanos que rezan

¿Quién negó la fe a los gitanos? Cumpliendo generosamente un voto, aquí están hoy, junto a un chófer que explica:

-Hace años volqué cuando pasaba por aquí con el camión.  Como la Virgen me libró, hice voto de venir con él lleno de gente todos los años.  La mitad de lo que recaudo lo entrego para Ella.

Cuando la tarde cae entre una orgía de oros y malvas, hombres, a los que tal vez en su hora capital salve el recuerdo de este día, parten hacia sus caseríos.  Es el momento para el regreso del rebeco y la paloma.

Estimado lector, puedes conocer mejor al beato Manuel Lozano desde:

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