Nueva evangelización y pastoral de los ambientes (III)
Nueva evangelización y pastoral de los ambientes (III)
por Duc in altum!
El término técnico “pastoral de los ambientes”, es un sinónimo de hacer presente a la fe en el contexto urbano, especialmente, de las grandes metrópolis, aunque también aplica para ciudades más pequeñas.
Cuando las plazas eran el punto de reunión a nivel social, la predicación se daba en ese contexto. Pensemos, por ejemplo, en San Francisco de Asís (11821226) y en sus primeros compañeros, sin embargo, ahora se da alrededor de los centros comerciales, lo que plantea la necesidad de tener algún local habilitado como capilla. ¿Por qué no plantearse la posibilidad de contar con un espacio para dar catequesis mientras la mamá o el papá se ocupa de la lista de los pendientes del supermercado? Supone un esfuerzo económico, sin embargo, lo vale por tratarse de una respuesta estratégica.
Dar un nuevo impulso a la evangelización, no sólo forma parte esencial del mensaje de Jesús (Cf. Mc. 16, 15), sino que además salvaría a las culturas de un colapso. Sin el cristianismo, el caos sería patente a nivel social, pues aunque a muchos les cueste reconocerlo sirve como un contrapeso. No olvidemos que constituye la fuente de los derechos inherentes al ser humano, los cuales, como es debido, han sido aceptados por diferentes legislaciones, aunque manteniendo la sana separación entre Iglesia y Estado.
La pastoral de los ambientes puede darse a través de dos modalidades. A nivel grupal, cuando se trata de toda una organización y, por supuesto, a nivel personal, pues todos somos misioneros. En la segunda modalidad, se puede hacer mucho sin tener que gastar. Por ejemplo, en medio de los familiares y de las amistades. No se trata de ser repetitivos, cansando a los demás, sino de tener claro cuáles son los puntos básicos de nuestra fe y si, por ejemplo, en una de esas pláticas que se dan en la fiesta o en el café, sale algún tema relacionado con Jesús o con la Iglesia, sepamos responder adecuadamente. En palabras del apóstol Pedro, “dar razones de nuestra esperanza” (1 Pe. 3, 15).
Habiendo testimonio como punto de partida, es decir, congruencia, la pastoral de los ambientes, como una rama especializada de la nueva evangelización, dará lugar a una Iglesia cada vez más viva.
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Tomando en cuenta que no puede darse la nueva evangelización sin una sólida vida espiritual, les dejo un artículo del R.P. Fernando Torre Medina Mora, Superior General de los Misioneros del Espíritu Santo, quien tuvo la amabilidad de enviármelo:
Hambre de platicarte de Dios
En la última carta que Conchita escribe a su hija religiosa, le dice: «tengo hambre de ir a platicarte de Dios»[1]. Platicar de Dios: ¡qué enriquecedora actividad, qué sabroso pasatiempo!
Teresa de María está enferma[2]; Conchita quiere ir a verla para hablarle de Dios. «De lo que está lleno el corazón, habla la boca» (Mt 12,34), dijo Jesucristo. Este “hablar de Dios”, lejos de ser una catequesis orgánica o un discurso formal, es un diálogo espontáneo, una plática familiar.
A veces, nos es difícil encontrar alguien con quinen hablar de Dios a gusto; personas que estén dispuestas a acoger nuestra revelación. No basta con hablar de Dios con el director espiritual; necesitamos amigos/as con quienes compartir lo que nos quema el alma. Feliz tú, si tienes un/a confidente con el/la cual hablar de tu experiencia de Dios.
Por otra parte, a veces, por pudor o por una tonta vergüenza, nos cuesta hablar de Dios, incluso con personas que sabemos que lo aman. Nos es más fácil hablar con ellas sobre cosas intrascendentes o incluso sobre temas espirituales –las actividades apostólicas que hemos realizado, los buenos ejemplos de algunas personas, los libros que hemos leído–, que hablar directamente de nuestra experiencia de Dios, de nuestra relación con él, de su Palabra y su gracia. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con alguien sobre lo que Dios es para ti, sobre los descubrimientos que has hecho de él, sobre las maravillas que ha hecho en ti?
Toda auténtica experiencia de Dios suscita en nosotros hambre de hablar de él. Venzamos nuestra pereza y, así como Conchita quiere ir a ver a su hija, vayamos a buscar a la persona adecuada para compartirle nuestra vivencia. Venzamos nuestro pudor o vergüenza y, sin tapujos, platiquemos de Dios con nuestro/a confidente.